jueves. 28.03.2024

Mi contacto con las víctimas me ha dejado siempre un terrible sentimiento de impotencia. Impotencia porque sé que las palabras, a las víctimas, les suenan; porque los intentos por abrirles los ojos son tantas veces inútiles ……y por ello siento una gran impotencia de tener que dejarlas volver con su maltratador. Impotencia es lo que me hace sentir ver al maltratador indemne, saber que es un cobarde que puede seguir haciéndole daño sin castigo; impotencia ver que la respuesta judicial no es la que ellas esperan para sentirse lo suficientemente fuertes para volar y que eso les hace replegarse; impotencia de saber que hay muchas víctimas ocultas  a las que no llegamos; impotencia porque las víctimas no reciben el respaldo social que merecen salvo en minutos y minutos de silencio ante el asesinato; impotencia porque el entorno del maltratador es su cómplice cuando no le recrimina su conducta; impotencia de que la sociedad esté vacunándose ante el dolor y el asesinato cobarde; impotencia porque los hijos e hijas de las víctimas sufren y aprenden que el amor puede ser dolor y que un padre no siempre es un buen padre; impotencia porque mi esperanza en las futuras generaciones se desinfla cuando las veo a ellas confundir el amor con el control y a ellos perpetuando un machismo impropio de las oportunidades de educación y cultura que hoy disfrutan.

Pero, ambivalencia, porque al tiempo que me siento impotente, es precisamente eso lo que me da más fuerza para seguir peleando por cada una de las mujeres que está atrapada en este infierno con sus hijos. Y esto es lo que siempre me ha llevado a estar fuertemente comprometida en esta lucha. Lejos de desmotivarme, la impotencia es lo que me empuja. Por poner palabras y voz a un doloroso silencio que debería avergonzarnos a todos.

Ante la violencia de género tengo un sentimiento ambivalente
Comentarios