sábado. 20.04.2024

Trump, o el terror

El presidente americano es un absurdo que tiene al mundo en vilo.  Cada vez que publica un tuit, dos o tres países se ponen a temblar.

He leído en algún sitio que Trump se sujeta la corbata a la camisa con cinta adhesiva para que no se le mueva. Es el paroxismo de la ridiculez que rodea al presidente americano, que en realidad tiene más peligro que un mono con una navaja. Y una imagen ideal de su forma de dirigir América a base de estarse quieto donde él diga, aguantando con algo tan endeble como el cello. De tapadillo, además, disimulando que es algo natural, como en realidad no lo es nada de lo que le rodea. Ni siquiera su gesto lo es. Trump pone cara para las cámaras de forzudo de circo de provincias, buscando empatizar con gracia, que no tiene, y hacerse el resuelto, que lo es mucho pero únicamente criminalizando minorías. Ahora que se sabe lo de la corbata seguramente dará más risa aún. Pero solo hasta que declare una guerra en vete a saber dónde y entonces nos carguemos del miedo.

Una mayoría de americanos, absolutamente libres, lo han votado y lo quieren como presidente aún a sabiendas de cómo es

El presidente americano es un absurdo que tiene al mundo en vilo.  Cada vez que publica un tuit, dos o tres países se ponen a temblar, y los norteamericanos se temen lo peor. Su capacidad para provocar el pánico político, social y económico está perfectamente alineada con su falta de prudencia y su total ausencia de perspectiva de Estado. Se ha cargado en solo un mes el legado de Obama, y la base histórica democrática y de libertad de los Estados Unidos. Grupos étnicos y religiosos, colectivos sociales en lucha contra la discriminación, empresas nacionales y extranjeras con implantación americana, países amigos, sus propios intereses nacionales y los de sus conciudadanos... Nada se le pone por delante y todo le sirve para sembrar el caos. Trump es un histriónico que dirige América con la impulsividad de un oso hambriento, y con idénticas consecuencias que cuando se lanza uno a una poza con truchas dando manotazos. Cuando deje la Casa Blanca al acabar su mandato, el mundo no va ser como lo conocemos.

Pero no toda la culpa es de Trump. Una mayoría de americanos, absolutamente libres, lo han votado y lo quieren como presidente aún a sabiendas de cómo es, así que alguna responsabilidad tendrán ellos de lo que haga y de lo que provoque. Como culpables serán los que le rodean, todos esos asesores que ahora le ríen las gracias y asienten sus barbaridades mientras esperan el rédito de su apoyo. No se puede estar solamente a las tajadas, hay que estarlo también a los trozos. La elección de Trump ha partido el país en dos, y sus actos exacerban los ánimos de una parte contra la otra. Sin solución de continuidad diaria. Sin desaliento de cada lado. Nada que no pase cuando faltan talante, mentalidad abierta y la idea de servicio público apoyada en la razón y la globalidad. Estados Unidos se enfrenta al reto de superarse, con un chiflado inestable al frente. Dejar de contener el aliento depende de que lo consigan...

Trump, o el terror
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