sábado. 20.04.2024

Aislar a Vox por higiene

El de VOX es un discurso cargado de racismo, de xenofobia, de odio, de intolerancia extrema que apunta a la antesala de una deriva violenta que acabará asomando más pronto que tarde. Es un discurso que desborda cualquier margen o límite admisible de nuestro sistema democrático.

Dicen que cuando el escritor alemán Thomas Mann, autor de La Montaña Mágica, llegó a Estados Unidos tras haber abandonado su Alemania natal huyendo del nazismo, en una conferencia celebrada en Los Ángeles, dijo a la concurrencia las siguientes palabras: “Déjenme decirles la verdad, si alguna vez el fascismo llega a los Estados Unidos, tengan por seguro que lo hará en nombre de la libertad.”

Y parece que el tiempo ha demostrado que algo de razón tenía. De la misma manera que la tenía cuando advirtió, tras finalizar la segunda guerra mundial, que de ninguna manera se diese por muerto al fascismo

De este modo, como si de una funesta profecía a la que se da cumplimiento en nuestros días se tratase, esta ideología totalitaria extiende de nuevo su sombra por Europa, y crece y amplía su espectro en nuestro propio país de la mano de ese partido-secta llamado VOX. Y lo hacen precisamente envueltos en ese mantra que Thomas Mann señalaba, el de la defensa de las libertades, individuales principalmente, de una parte inconcreta de la sociedad, que según ellos han sido conculcadas por lo que denominan “el consenso de la ideología progre”.

No vamos a negar que desde la izquierda les hemos allanado un poco el camino. Nuestra derrota frente a la reacción neoliberal, gestada a principios de los ochenta y culminada con la completa pérdida de la hegemonía ideológica y ética firmemente asentada en los grandes consensos sociales alcanzados en los años posteriores a la segunda guerra mundial, y el hecho de que esta trajese consigo un repliegue ideológico que tuvo como consecuencia inexorable un progresivo proceso de nuclearización de las diferentes luchas sociales, pasando cada vez más de soslayo sobre los elementos transversales y comunes a las mismas, les ha puesto la cosa en bandeja para poder justificar con facilidad una hipotética confrontación de intereses entre los colectivos que esas luchas representan y el resto de la sociedad, que no se ve, o no se siente, de ninguna forma representada por dichos colectivos. Eso y el hecho de que la gran interpelación a las políticas representativas que supuso el 15M hace ya ocho años, no haya encontrado aún una adecuada canalización orgánica que se plasme en políticas concretas.

Los fascistas de VOX consiguen que su mensaje cale en la sociedad a base de recrear un ficticio escenario de confrontación

De esta forma, los fascistas de VOX consiguen que su mensaje cale en la sociedad a base de recrear un ficticio escenario de confrontación entre los grupos de población más discriminados de nuestra sociedad y la parte mayoritaria de la población. Una parte mayoritaria de la población que, de esta forma, en vez cargar contra las limitaciones y las perversiones de la utilización cosmética e infructuosa de las políticas representativas que nos han llevado a esta situación de crisis, lo acaban haciendo de manera cada vez más frecuente contra los grupos minoritarios que se articulan y organizan en la demanda de dichas políticas, por creer que han acabado monopolizando el beneficio de estas y el propio debate político.

Para lograr este objetivo, los fascistas de VOX no dudan en hacer un constante alarde de bajeza moral y absoluta falta de escrúpulos elevando el arte de la mentira, la falsedad y la infamia a unos niveles sin precedentes en un país como el nuestro, en el que podríamos escribir tratados al respecto. De hecho, su lista de engaños es interminable, especialmente cuando abordan sus temas fetiche de la inmigración y la igualdad de género, sin desdeñar otros como la Memoria Histórica o el conflicto territorial. 

Datos como por ejemplo que “la mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas” cuando el propio Consejo General del Poder Judicial ha asegurado que solo lo son el 0,01%. O datos como que “el 86% de las denuncias por violencia de género han sido archivadas” cuando el propio Consejo General del Poder Judicial ha dicho que en 2018 solo fueron archivadas el 1,3% del total. O, ya hablando de inmigración afirmaciones del tipo de, “las ayudas sociales son primero para los de fuera”, cuando cualquiera que haya estado en un ayuntamiento o cualquier organismo institucional sabe que las ayudas se dan en base a criterios objetivos relacionados con el nivel de renta y la situación de vulnerabilidad social, demuestran, todos ellos, que esta formación política ha elaborado un discurso basado en la mentira y en la manipulación que supone un enorme peligro para la convivencia pacífica en nuestro país.

Es especialmente hiriente su ataque frontal a las mujeres, en su negación absoluta de una realidad constatable 

Es especialmente hiriente su ataque frontal a las mujeres, el cincuenta por ciento de la población española, en su negación absoluta de una realidad constatable en base a innumerables indicadores económicos y sociales, que hablan de una mayoría de la población, porque las mujeres son mayoría, sometida a evidentes condiciones de desigualdad y de violencia impuestas por el patriarcado. Condiciones absolutamente vejatorias e intolerables en pleno siglo XXI. VOX agrede, ataca, vulnera los derechos fundamentales nuestras madres, nuestras hijas, nuestras hermanas y nuestras compañeras, al tiempo que las señala como potenciales objetivos de machistas, misóginos y criminales que se sienten cada día mas amparados por su perversa retórica. Pretende convertirnos a los hombres en cómplices de su enferma interpretación de lo que significa el feminismo y la igualdad de género, pero sin duda podemos asegurarles que a muchos nos tendrán enfrente, codo a codo junto a nuestras compañeras dispuestos a no dar un solo paso atrás en su lucha por la igualdad plena de derechos entre hombre y mujeres.

El de VOX es un discurso cargado de racismo, de xenofobia, de odio, de intolerancia extrema que apunta a la antesala de una deriva violenta que acabará asomando más pronto que tarde. Es un discurso que desborda cualquier margen o límite admisible de nuestro sistema democrático. Algo que no debería dejar lugar a ningún tipo de duda respecto a la necesidad aislarlo y arrinconarlo fuera de nuestro marco de convivencia.

Por desgracia, el nuestro sigue siendo un caso paradigmático de ese pueblo cuyos gobernantes y dirigentes nunca han estado, ni están, a la altura de los tiempos y las circunstancias. Causa verdadero bochorno ver a determinados líderes políticos entregarse a la ambigüedad, cuando no directamente al pacto, a la hora de abordar su relación política con un puñado de fascistas. 

El último de ellos ha sido el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, cuestionando la necesidad de aplicar el cordón sanitario a VOX. Como si de golpe, para este personaje, los nombres de las víctimas del fascismo a las que tantas veces se ha referido cuando de sacar rédito político se trataba, se hubiesen borrado de la historia. Algunos incluso, rehenes de sus pactos de gobierno con los fachas como el miserable alcalde de Madrid, los han borrado a golpe de piqueta de un mural del cementerio de La Almudena que recordaba a 2934 fusilados por el franquismo. Otros, como por ejemplo algún dirigente de la oposición del ayuntamiento de Santander, pretenden aplicar ahora cordones sanitarios después de haber confesado en su momento su profundo deseo de un VOX presente en las instituciones porque le restaba votos al PP, en una visión de la política tan ruin como irresponsable. Y tampoco deja de ser vergonzosa la existencia, en un buen número de ayuntamientos y parlamentos, de cierta izquierda que sin rubor alguno firma con VOX acuerdos de constitución de grupos municipales y parlamentarios mixtos, algo que no es sino otra forma de normalizar la presencia del fascismo en nuestras instituciones.

Por eso, para frenar al fascismo y consumar ese ejercicio de higiene democrática que es aislar a Vox, no queda sino interpelar a voluntad emancipadora una sociedad española que se sigue queriendo ver libre, que siempre se mostró acogedora con el inmigrante, solidaria con el desfavorecido, empática con el sufrimiento ajeno, abnegada en el apoyo mutuo en las condiciones más terribles y adversas. Una sociedad que, más allá de las manipulaciones oportunistas de sus dirigentes políticos, en el fondo siempre ha entendido que la aceptación de su pluralidad y su diversidad es el mejor, y podríamos decir que el único, camino hacia una convivencia plena. No dejemos que el fascismo nos vuelva a dividir ni pervierta unos valores que nos han hecho caminar juntos superando tremendas encrucijadas y sorteando, con mayor o menor fortuna, los tremendos avatares de nuestra dilatada historia.

Aislar a Vox por higiene
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