miércoles. 24.04.2024

Cuando se apaga la luz, aparece la miseria energética

Se calcula que el 9% de los hogares, no pueden mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante los meses fríos, esto es, unos 4 millones de personas. Nuestro país es el cuarto de la Unión Europea con más hogares en esa situación, y uno de los que tiene más alta la factura de la luz, sólo por detrás de Dinamarca y Alemania.

Era una noche de otoño de esas que cuando el frío aprieta, uno se enrosca entre las mantas para intentar conservar el calor que tu propio cuerpo desprendeEs la manera más económica de intentar calentarse cuando no hay recursos para lo más elemental, ni para abonar los recibos de la luz, a esas compañías que no perdonan, que mientras eres fuente de ingresos existes para ellos, pero cuando dejas de hacer tus aportaciones, ya no distinguen, no tienen ni moral, ni conciencia y cortan el suministro sin temblarles el pulso, sin querer saber el daño que pueden ocasionar.

Estas eran las condiciones en las que vivía Rosa, una anciana de 81 años en Reus, la abuela del 2º B y que todos la hemos conocido por su trágica muerte, a través de los medios de comunicación. Rosa es toda una metáfora de la pobreza energética, más bien de la miseria y exclusión social; por muchas palabras que usemos, nada describe mejor ese tipo de pobreza como la muerte de esta abuela, en la soledad de su casa, amenazada por un desahucio,  alumbrada a la luz de una vela que prendería el colchón donde dormía a las tres de la madrugada.

Tiene que existir una flexibilidad en las normas que proteja un bien superior, el derecho a una vida digna​

Si la historia de Aylan, el niño kurdo de 3 años, cuya imagen muerto en un playa de Turquía ha retratado el drama de los refugiados, donde sobran las palabras y faltan las ayudas, los recursos, donde esa imagen hizo despertar muchas conciencias y la solidaridad en la comunidad europea.  Rosa, la abuela de Reus, es ya otro icono del abandono de nuestros mayores, de la insensibilidad ante las situaciones de precariedad, de como la vida se va pasando, así cuando uno está sólo y a duras penas se vale por si mismo, nuestra sociedad es muy injusta y te deja aparcado en el mundo del olvido.  

Nadie duda, que el derecho y las normas están para cumplirse, pero esas normas tienen que servir para que podamos vivir mejor, para no dejar a niños y ancianos pasando frío, hambre... mientras discutimos si son galgos o podencos, o en que Comisión colocamos a nuestro amigo del alma.  Tiene que existir una flexibilidad en las normas que proteja un bien superior, el derecho a una vida digna. Es cierto, que es fácil hacer demagogia con estos temas y acusar de asesinato en primer grado a la compañía eléctrica, pero no es menos cierto, que quien apaga la luz a personas en este tipo de situaciones, sin un previo aviso como en este caso, sin buscar alternativas, sin la más mínima sensibilidad, alguna responsabilidad tiene, y quizás la más importante no es la penal, es la social.

Por ello, sí las compañías pueden hacer lo que quieren, habrá que pensar que nuestras autoridades y la legislación se lo permite. Es conveniente e incluso necesario que estas empresas que consiguen pingües beneficios aprovechándose del consumo de nuestra sociedad en un régimen de oligopolio, le devuelva una parte de los mismos, es de justicia, que no puedan dejar desprotegidos a sectores cada vez mayores de nuestra Comunidad.

Si las compañías pueden hacer lo que quieren, habrá que pensar que nuestras autoridades y la legislación se lo permiten

Gas Natural, la empresa que cortó la luz a Rosa, manifiesta que si se ha producido ese corte ha sido por la falta de comunicación del Ayuntamiento, para proteger a los que están en esa emergencia energética, así como por las deficiencias normativas por parte de las Administraciones Públicas, aunque ya se sabe que la mayor mentira es una verdad a medias. Mientras que los servicios sociales del Ayuntamiento dicen que no habían sido avisados del corte de luz tal y como es perceptivo por la Ley 24/2015- por lo cual se ponen los hechos en conocimiento de la Fiscalía. Lo que es seguro es que se cortó la luz, no hubo aviso previo, y con el grave resultado que todos conocemos.

Se calcula que el 9% de los hogares, no pueden mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante los meses fríos, esto es, unos 4 millones de personas. Nuestro país es el cuarto de la Unión Europea con más hogares en esa situación, y uno de los que tiene más alta la factura de la luz, sólo por detrás de Dinamarca y Alemania. Las compañías eléctricas no se cansan de decirnos que el 60% del recibo de luz son impuestos, lo cierto es, que esos impuestos indirectos y silenciosos nos quitan la cartera. Es el sistema más injusto de recaudación, tributa igual el que no tiene para comer, que el que vive en la opulencia. Algo muy mal estamos haciendo, cuando el Gobierno no desarrolla las Directivas 2009/72/CE y 2009/73/CE, que mandan la regulación del mercado interior de la electricidad y el gas, con el fin de tomar medidas para ese colectivo más desprotegido. Una vez más, la falta de medios para combatir la llamada pobreza energética, pese a los parches de algunas normas autonómicas, hace que se apague la luz para muchas personas como nuestra abuela de Reus. 

Merecen nuestra denuncia quienes hacen de la necesidad y la desesperación sólo un negocio. A Rosa se la llevó un accidente provocado por la pobreza, fueron sus verdugos, quizás una fría noche de otoño y aquellos que cortaron su luz; como decía José Ángel San Martin "todos tienen vela en este entierro: la compañía, el Ayuntamiento y los familiares..." Que el pariente pobre no sea el pariente más lejano, que nuestro egoísmo individual y colectivo no devore la esperanza de un futuro mejor para los que más lo necesitan. A nuestra abuela de Reus le faltaba lo más básico, a sus 81 años estaba en proceso de desahucio, sin luz y en la inmensidad de la soledad, que sólo era curada por algunas visitas de su nieta. Cuando a la abuela se le apagó la luz, muchos fueron los que soplaron la vela.

Cuando se apaga la luz, aparece la miseria energética
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