jueves. 28.03.2024

Desde la humildad...

Me disculpo desde la humildad no fingida, ya que al opinar tienes la sensación de que tu verdad es la buena, tus palabras las sabias, sin percatarte que detrás de cada esquina hay otros mundos a los que respetar, y de los que aprender.  

Cuentan que "disimular la alta estima que tenemos de nosotros y la baja de los demás es el principio de la educación". Bueno, ya será menos, pero es cierto, la realidad la vemos con las gafas graduadas a nuestro gusto.  De esta forma lo que nosotros creemos, pasamos a catalogarlo como lo cierto universalmente, y regla para medir todo lo demás, sin darnos cuenta del alcance de nuestra vista, demasiado pequeño, para sacar conclusiones tan categóricas.

Hay a quien la vida le sonríe más fácilmente, así cuando alguien tiene éxito, puede caer en la tentación de creerse el más listo, alto y guapo, pero quizás harían bien en aplicarse aquel refrán de "se aprende más de una derrota que de cien victorias".  No han sido pocas las veces que nos hemos sentado en la butaca de atrás en el aula magna escuchando ponentes, de nombre rimbombante, donde duraba más la exposición de su currículum y sus logros que el tema central de su conferencia. El éxito hay que tomarlo en pequeñas dosis, se puede subir muy fácilmente a la cabeza. Creerse el centro del Universo, como si el mismo girase en torno a uno es hinchar el globo del ego sin límites, y puede ser tremendamente peligroso. Este globo crece y crece, nos va subiendo a otra dimensión. Cuando el mismo se pincha, o te lo revientan, el golpe es más duro cuanta más altura haya alcanzado el mismo.

El éxito hay que tomarlo en pequeñas dosis, se puede subir muy fácilmente a la cabeza

Todos necesitamos nuestra ración de autoestima, aunque no hace falta que sea demasiado copiosa, no sea que se nos indigeste. La modestia y la humildad son cualidades cada vez más difíciles de encontrar, en algunos campos empiezan a ser una especie en vía de extinción. Sucede como con el léxico, donde algunas palabras por falta de uso las vamos dejando abandonadas, y poco a poco van desapareciendo de nuestro idioma. 

Algunos piensan que la soberbia, la fanfarronería, la prepotencia son pecados de juventud, lo dudo. He visto muchos protagonistas de nuestra realidad entrados en años, contando sus batallitas donde siempre son los héroes de las mismas. Aunque esa prepotencia y la soberbia son más fáciles de identificar entre los de menos experiencia a la hora de esconder su alta estima. Algunos, por muchos años que pasen, su ego seguirá llenando la pantalla más grande del mejor cine.

El otro día escuchaba a dos grandes periodistas deportivos de esos que con sus palabras nos han adormecido en las noches a tantos ciudadanos, referencia de una generación, se decía que o te acostabas oyendo su voz o eras el raro del Planeta. Ver como algunos se han creído infalibles, duros hasta la crueldad, su verdad era la única posible, donde el estás conmigo o contra mí era ley, ha sido decepcionante.  Lo qué son las cosas, cómo hemos cambiado, ahora en el momento donde el juez le pregunta por cierta afirmación realizada en el citado programa, la niega como algún apóstol negaba a su profeta.

 Nos sobran muchos prepotentes que alzando la voz tapan sus miserias

El peligro es la escuela creada, y ya se sabe, es más fácil ser aprendiz de brujo que maestro de piano. Nos sobran muchos prepotentes que alzando la voz tapan sus miserias, esos soberbios del "a mí me lo vas a decir", los sabios por naturaleza del "ya te lo decía yo". Hay demasiado engominado con cara de actor que podía haber sido más modesto y prudente, algún presidente dando sermones, enseñando la pizarra de la táctica a seguir, luego no quiere, o no sabe aplicar en su campo de competencias. Esos que subieron a la cumbre y desde lo más alto predicaban lo que teníamos que hacer los demás, mientras ellos se lo llevaban crudo por la puerta de servicio, sacaban pecho de su buen hacer, hasta que se les cayeron las máscaras del carnaval en que vivían y hemos podido ver su triste realidad, del "entre lo que digo y lo que hago hay un gran lago", donde se ahogan tantas buenas intenciones.

Aquellos que tienen alma de líder suelen ser los que menos dudas manifiestan, los que ven muy claro el futuro y nos arrastran detrás de la luz que desprenden, la misma puede cegar nuestros sentidos. Si Sócrates hace más de 2.400 años ya nos avisaba que debíamos empezar a dudar de todo, "sólo sé que no se nada", y Descartes "pienso luego existo", ¿qué hacemos nosotros poniendo como verdades absolutas nuestros simples puntos de vista?

Somos un compendio de circunstancias, por educación, por religión, por el lugar donde habitamos, por nuestras compañías, por mil cosas que nos hacen ver el mundo de una forma especial, ni mejor ni peor, la nuestra. Querer imponerla es correr en la oscuridad. Estos días donde una simple gripe te hace decir aquello de "lo malo que estoy y lo poco que me quejo", te das cuenta cómo la enfermedad te puede bajar de las nubes en un momento, para que tus pies toquen el suelo. Me disculpo desde la humildad no fingida, ya que al opinar tienes la sensación de que tu verdad es la buena, tus palabras las sabias, sin percatarte que detrás de cada esquina hay otros mundos a los que respetar, y de los que aprender.  

Desde la humildad...
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