miércoles. 24.04.2024

Los mundos de Rubén...

Rubén no era un niño al uso, su enfermedad le había privado de jugar con sus amigos en la calle, de dar patadas a un balón o de subir a ese árbol desde donde se ve lo más hermoso de la ciudad, de hacer las travesuras propias de la edad como Tom Sawyer.

Era uno de estos días que ojeas el periódico mientras tomas el café matutino. En un lateral había una pequeña reseña sobre el fallecimiento de un escritor, me llamó la atención el titular: "Muere Rubén Darío Ávalos, escritor de 12 años" .

Al recorrer con la vista la noticia leí que colaboraba en el programa de Onda Cero "Te doy mi palabra". Rápidamente recordé que hace ya tiempo, en una mañana de fin de semana, cuando a las sábanas se les coge más cariño, así estando buscando una emisora con música tranquila que acompañara mi lectura, escuché la voz que me pareció de un niño, pero que hablaba como un mayor. Lo cierto es que lo primero que pensé es en "estos niños repollos" un tanto repelentes que les hacen aparentar ser lo que no pueden, pero enseguida me llamó la atención su correcta forma de expresarse y, sobre todo, la sensibilidad con la que hablaba de la literatura y su amplio conocimiento.

Rubén no era un niño al uso, su enfermedad le había privado de jugar con sus amigos en la calle

Todo lo que exponía nada tenía que ver con la voz de un crío. Poco a poco pude comprobar por la conversación que mantenía con la locutora, la conocida y famosa Isabel Gemio, a la cual, como sucede con demasiada frecuencia, ya le había puesto la etiqueta de engreída y orgullosa. Sin embargo, al ver el tono de la conversación y la amabilidad al tratar a su pequeño colaborador en su programa del que me hice asiduo oyente, pensé aquello de "mejor escuchar más y etiquetar menos".

Rubén no era un niño al uso, su enfermedad le había privado de jugar con sus amigos en la calle, de dar patadas a un balón o de subir a ese árbol desde donde se ve lo más hermoso de la ciudad, de hacer las travesuras propias de la edad como Tom Sawyer.  Él se había construido su mundo, un mundo inmenso cuyo único límite llega hasta donde la imaginación te puede llevar y más allá. Se había introducido en ese mundo de la lectura, donde las aventuras que no podía realizar, las vivía a través de los libros o las inventaba, reflejándolas en sus cuentos.

Este chiquillo maduró a gran velocidad, se veía claramente por sus conocimientos, su léxico, incluso su amabilidad, porque no correspondían con su edad cronológica. Oírle hablar del Kipling con tanta admiración que parecía que la obra "El Libro de Selva" la había escrito él, descubriendo cosas que los demás no vemos, o cómo explicaba su versión de "La Rebelión en la Granja" de Orwell, así como "La Historia Interminable" de Michael Ende, era simplemente enternecedor. Las palabras de Rubén sonaban y transmitían admiración, emoción; y todo ello desde la sencillez. Contaba su enfermedad como si fuera parte de un cuento más. Le tenían que inyectar la quimioterapia que le debilitaba mucho, y era capaz de ver una parte positiva, convirtiéndola en un personaje más, diciendo que "me va a ayudar a mejorarme, es mi amiga que lucha conmigo contra la enfermedad, me centro en lo bueno, la vida es hermosa, lo que tiene que llegar, llegará..."

No llegué a conocerle, a lo sumo escucharle varias veces en la radio, pero la muerte de un niño siempre conmueve. Cuando descubres a un ser tan especial, aunque sea desde la distanciaque a tan corta edad ya ha dejado como legado varios cuentos, una novela histórica y sobre todo un hermoso testimonio, que recuerda aquello de Pablo Neruda, "confieso que he vivido" , la estima y el asombro hacia su obra y trabajo es aún mayor. Rubén, en esos apenas 12 años, viajó por tantos mundos como sus ojos y sueños le permitieron. Sabiendo que no podía disfrutar de otros placeres que te ofrece la vida, el creó los suyos propios con las herramientas más hermosas: los libros y su imaginación. Ahora, cuando nos pasamos la vida quejándonos del guisante que tenemos debajo del colchón, estas personas como Rubén, que si no hay un camino o el mismo está cerrado ellos con sus propias manos abren y nos crean otros, merecen todo nuestro reconocimiento.

Las palabras de Rubén sonaban y transmitían admiración, emoción; y todo ello desde la sencillez

Cuando hay tantas injusticias que tienen que ver con la salud de aquellos que les ha tocado la desgraciada lotería de la enfermedad, actitudes como las de Rubén, donde lo importante no es cuánto tiempo vives, sino cómo vives el mismo, cómo disfrutar del más hermoso amanecer de la Aurora Boreal desde la cama de tu habitación. Él con sus amigos, reales e imaginarios, componiendo y construyendo mundos reflejados en su fiel notario, su portátil, volaba viajando hacia otros mundos. Se ha ido a ellos y ya sólo con la imaginación podemos compartirlos. Ha dejado huella y, recuerdo, otros muchos siguen hoy luchando contra ese muro tan injusto de la enfermedad que se tapa y oculta tantas veces en nuestra sociedad, se cubre por el humo de otras preocupaciones inventadas por autoridades que crean nuevos muros para el entendimiento en lugar de estar trabajando en tener más y mejores medios. Recursos para nuestra sanidad, para lograr que personas como Rubén puedan tener una vida mejor y más longeva.

Se podía hablar de la situación de tantas personas con enfermedades raras, de los servicios de oncología, psiquiatría... de la investigación, de la lucha contra la enfermedad y el dolor donde todo recurso y toda aportación es poca. Donde hay que reconocer y valorar el trabajo de tantos profesionales. Ellos, los que mandan desde su atalaya del poder, siguen a lo suyo, poniendo o mandado poner piedra a piedra los muros más altos e invisibles para, simplemente, ocultar a los diferentes, a los que sufren, a los que no pueden ir en el cártel porque desentonan con el entorno. Tapémoslos, que "lo que no se ve es como si no existiera". Esa frontera es la más cruel, la que separa al olvido y manda al lado oscuro a los diferentes, a los enfermos.

Desde la infancia se nos prepara para el trabajo, para ser útiles al sistema; pero no se dan verdaderas herramientas contra el dolor o simplemente para afrontar las situaciones que se producen cuando la vida se va. Rubén con su dulce razón, con sus palabras de admiración, con cara de niño asombrado se fue citando a Cervantes, "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho", dejando un mensaje de ilusión para los que están en las peores situaciones, abriéndonos caminos al optimismo. Gracias Rubén Darío Ávalos, nos vemos en la lectura del próximo libro.

Los mundos de Rubén...
Comentarios