martes. 23.04.2024

A mí me lo vas a decir... o la importancia de llamarse Ernesto

Una de las mayores luchas entre las fuerzas políticas es por dominar los medios de comunicación, de hecho hay un dicho que dice algo así "dime qué periódico lees y te diré de qué partido eres", aunque quizás esto no sea del todo cierto.

Fue hace ya unas cuantas décadas, por aquel entonces era un estudiante de derecho en la UNED y delegado del Centro Asociado, por esos lares vino a visitarnos el Delegado Nacional de Alumnos de la UNED llamado Ernesto Puertas. En la contraportada del periódico de mayor difusión en Bizkaia se editaba una entrevista con Ernesto, sobre cómo era estudiar a distancia, lo duro que sigue siendo el estudio en soledad, la necesidad de tener mucha fuerza de voluntad y constancia para seguir esos temarios eternos, que en esta universidad nadie te los recorta... Pero hete aquí que el periodista que cubría la visita del Delegado Nacional realizó varias fotografías para ilustrar la noticia, con la mala fortuna que se equivocó, y en lugar de poner en la misma la imagen del bueno de Ernesto, puso la mía, eso sí, en el pie de foto aparecía el nombre de Ernesto Puertas.

Sucedió que unos días después en los pasillos del Centro Asociado de la UNED de Bizkaia, un grupo de personas que salían de una tutoría, me saludaron muy cordialmente, con un
 - ¡Hasta luego Ernesto! 
Sorprendido les dije que se equivocaban, que me llamaba Antonio, su respuesta me dejó helado. 
- A nosotros nos lo vas a decir, que te hemos visto en "El Correo".  

La prensa que te puede rebautizar en un santiamén

Aunque intenté sacarlos de su error, lo cierto es que no me hicieron caso y siguieron convencidos que me llamaba Ernesto, me fui para casa muy pensativo, y algo preocupado por la fuerza que tiene la prensa, que te puede rebautizar en un santiamén. Es de justicia destacar la gran labor informativa que hace la prensa, pero como toda herramienta depende mucho del uso. Esta pequeña anécdota intenta ilustrar cómo una simple equivocación deja huella.

La lucha en las últimas elecciones americanas, donde hoy ya nadie duda de la incidencia que han tenido en la elección de Donald Trump la utilización de "Fake news", vamos lo que son las noticias falsas de todo la vida, las intoxicaciones informativas a través de aquellos que controlan los medios, esa máquina de fango con la que se intenta derribar al rival, y donde lo que menos importa es la verdad. El objetivo es ganar siguiendo los métodos de aquel pelirrojo que a finales de la Edad Media y principios del Renacimiento, allá por el siglo XVI escribió su tratado de doctrina política titulado "El príncipe" y al que tantos alumnos le han salido, haciendo bueno a Maquiavelo, siguiendo su frase más famosa aquella de "los fines justifican los medios". Cuántas barbaridades se han realizado siguiendo este axioma. 

Una de las mayores luchas entre las fuerzas políticas es por dominar los medios de comunicación, de hecho hay un dicho antiguo que dice algo así "dime qué periódico lees y te diré de qué partido eres". Quizás esto no sea del todo cierto, pero es claro que a la hora de comprar o consumir información buscamos normalmente aquellos más afines a nuestras ideas. La lucha por controlar los medios no se le escapa a nadie, tampoco que hay grandes intereses en el mundo económico detrás de los mismos. Hoy lo importante no es lo que sucede sino el relato, quien impone el suyo ha ganado la batalla, es aquello de la verdad de los vencedores, que normalmente eran quienes escribían la historia a su gusto y beneficio.

Los partidos tienen que convencer a los ciudadanos de quién es la culpa de unas posibles nuevas elecciones

En estas estamos ahora en nuestro país, peleando por el relato, los partidos tienen que convencer a los ciudadanos de quién es la culpa de unas posibles nuevas elecciones, por la incapacidad de nuestros representantes para llegar a acuerdos, y sobre todo para cumplir con el mandato para el que han sido elegidos. 

La lucha por el relato, por colocar una visión de la realidad que se ajuste a los propósitos de unos grupos de poder, recorre el mundo a mucha más velocidad, conducida por las autopistas de las redes sociales, no es patrimonio de Trump y sus seguidores, ni de los rusos, chinos, coreanos que nos dibujan detrás de los hackers que inundan las vías de comunicación con este nuevo colesterol.

Hemos visto la utilización de la mentira, del miedo como arma para ganar un referéndum, así fue el Brexit, donde triunfa su hoy actual "prime minister" Boris Johnson, aquel periodista que era un especialista en la exageración, en pintar en sus artículos falacias sobre cualquier cosa que pusiera en ridículo a la Unión Europea. Desde la prohibición de las curvas en los plátanos, o el tamaño que deberían tener los ataúdes... Aquel alcalde de Londres que asustaba con frases como "los ricos son una minoría tan oprimida como los sin techo". Hasta en la campaña de Brexit, manifestando como un mantra que "el Reino Unido aportaba más 300 millones de libras semanalmente a la Unión Europea para financiar corridas de toros en España", más que una aportación era un robo a mano armada a la sociedad Británica... que si el hombre fue capaz de llegar a la Luna, ¿por qué no se va a poder realizar el Brexit?

Este hombre que mintió una y otra vez, "los toris" lo han convertido en primer ministro, y lo que es incluso más grave, en el político con mayor popularidad en su país, ver para creer, es cierto aquello "a mí me lo vas a decir" que lo he visto escrito en "The Times" (del que Boris, como le llaman sus amigos, fue despedido por falsear noticias), "The Guardian" o  "Daily Mirror", "Daily Express"... y sobre todo en esas redes sociales que repitiendo mensajes sobre que me quitan lo mío, me invaden, ponen en peligro mi forma de vida... penetran en las vísceras de personal, haciendo que se elijan personajes que viven del populismo, de lo que quieres oír, donde la realidad la mayoría de la veces es simplemente un estorbo.

Todo esto recuerda esa doble moral de la sociedad victoriana que denunciaba Oscar Wilde en su obra "La importancia de llamarse Ernesto", donde se vivía en el mundo de las apariencias, el de ser una cosa e intentar demostrar lo contrario. La hipocresía de quienes se quejan de estos populistas que nos gobiernan, aunque después son muchos los que depositan la papeleta con su nombre en las urnas, o votan sus ideas.

A mí me lo vas a decir... o la importancia de llamarse Ernesto