jueves. 28.03.2024

¡Váyanse, por favor!

El cansancio, aburrimiento, hastío, e incluso peor, la indiferencia son ya muy preocupantes por la falta de avances, de proyectos y, sobre todo, de soluciones para los ciudadanos; ello tiene que llevar a una profunda reflexión a los dirigentes de nuestro país, no podemos seguir aguantando más de lo mismo. ¡Váyanse, por favor!, no les merecemos.

Hay veces que la ironía, el sarcasmo y la sorna son herramientas muy útiles en los confrontaciones dialécticas, principalmente, porque dan un aire de superioridad a quien las utiliza con habilidad. En el reciente debate de investidura el candidato a Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, utilizó  estas armas con acierto y puso en dificultades a sus oponentes cuando la realidad era otra muy diferente. 

Cuando a uno poco menos que le consideran "medio lelo" o poco listo, le desprecian, ponen la lupa y se ríen de sus meteduras de pata, aunque sean muchas y sonadas,  como aquello de "los españoles muy españoles", de "los ciudadanos que eligen al alcalde y alcalde que elige a los ciudadanos",  "Somos sentimientos y tenemos seres humanos" "España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles". "A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que también es tomar una decisión".... Bueno, esta última puede dar lugar también a alguna reflexión. 

Uno recuerda un caso parecido cuando Fernando Morán era Ministro de Exteriores, y se hizo muy común contar chistes sobre su persona, con la frase "os sabéis el último de Morán", al igual que los de Lepe donde se adapta cualquier chiste y se le endosa al personaje.  Ese menosprecio, la mayoría de las veces, es injusto. Después, con el paso del tiempo, floreció la personalidad del Señor Morán por encima de aquellos que harían mejor riéndose más de si mismos, y quizás menos de los demás.

¡Ojo con los torpes!, a veces tienen más recursos que muchos que van de listos por la vida.

¡Ojo con los torpes!, a veces tienen más recursos que muchos que van de listos por la vida, Sánchez e Iglesias fueron objeto y sufrieron su retranca gallega. De esta forma, a Pedro Sánchez le obsequió con frases como:

"He entendido suficientemente todas las partes del no". "No creo que el señor Rivera y yo pasemos a la historia por el acuerdo que hemos firmado, pero Ud. sí por forzar unas terceras elecciones". "Le agradezco que utilice mis frases como argumento pero no son válidas para esta situación".  Y con fina ironía  dice  "le traeré otras frases ". "Si dice usted señor Sánchez que no habrá terceras elecciones, me fío de su palabra. Entonces es irrelevante la fecha en la que se pudieran celebrar".

Al Señor Iglesias en un tono mucho más conciliador le dijo:

"Usted es estupendo, a veces pienso si me gustaría ser como usted", "no se confunde nunca, acierta siempre, es el único decente, el único independiente, el único al que nadie es capaz de presionar". "¿Hay alguien en esta Cámara además de usted y sus correligionarios que tengan algo bueno? ¿Todos los que no le gustan a usted son malos? 

 A lo que Pablo Iglesias le respondía :

"Usted es estupendo. Tiene muchas cosas buenas: tiene sentido del humor, es irónico, tiene retranca. Es interesante debatir con usted. No es un problema personal, el problema son los resultados de su Gobierno".

Para alguien que no conociera nuestra reciente historia podría creer aquello de pobre candidato que nadie le comprende, y desde una falsa modestia de lobo con piel de cordero, nos ha dibujado un mundo que desgraciadamente para la mayor parte de nuestra sociedad no ha existido

¿Dónde está ese país donde se vive muy bien?, con 4 millones de parados, con altos índices de pobreza preocupantes, la humildad que gran virtud. Aquí se cumple aquello "que la mayor mentira es una verdad a medias". ¿Dónde esa enseñanza y sanidad formidables?, posiblemente el balance sea positivo en ambos aspectos, pero antes del 2011 eran mucho mejores y con más recursos. ¿Dónde están los derechos sociales? Perdidos, por las reformas y normas que tanto daño nos han hecho. Todavía en la retina de algunos está el recuerdo de un Presidente que daba ruedas de prensa a través del plasma, que no admitía preguntas en sus comparecencias, o simplemente no comparecía en largos periodos, no daba explicación alguna por los graves casos de corrupción que le afectaban directamente. 

Con todo, lo más preocupante por lo cual hace ya años que el señor Rajoy debería  haber dimitido es su relación directa con la corrupción. Desde supuestos sobres recibidos y nunca aclarados, los sobresueldos, aquel maldito WhatsApp a Bárcenas mandándole "resistir y ser fuerte", por no hablar de la multitud de tramas de la Gürtel y cia. Todo ello, en cualquier país democrático  y "serio", como le gusta decir al candidato, sería objeto de una dimisión digna o de un cese humillante. Al señor candidato que le gusta homologarse con los países europeos, estas actuaciones nunca se hubieran perdonado en los mismos. A pesar de reconocer que nosotros tenemos nuestra parte de responsabilidad al no castigar la corrupción. Según la encuesta del CIS, la corrupción es el segundo problema de España después del paro, pero a la hora de emitir nuestro voto, nuestro veredicto, nuestro juicio, somos demasiado benévolos, y ello tiene consecuencias para todos, ya que cuando no se castigan los delitos, se puede pensar que es lícito cometerlos.

Los votos no quitan delitos.

A ello hay que unir la fractura social, con políticas muy discutibles y normas legales de dudosa calidad democrática. Pero dos elecciones parecen que han borrado el pasado. Los 8 millones de votos se esgrimen cómo argumento muy poderoso para pasar página.  Y desde luego, es un argumento importante, pero desde ese punto ético que ahora reivindica el Presidente en funciones, no han pasado un filtro tan relevante como el de la Justicia que ha imputado a su partido.  Los votos no quitan delitos. El ejemplo de los ordenadores borrados hasta desgastarlos y rotos a martillazos tiene que martillear sobre la conciencia de quien han realizado esos comportamientos. 

Él es un problema para nuestro país, y quizás, el mejor servicio que nos puede prestar, es dejar el camino abierto para otros que no lleven una mochila tan llena de corrupción.

Por ello, quien gana un debate, no siempre es quien más razón tiene, a veces es simplemente el que usa o utiliza mejor sus argumentos y el arte de la oratoria. Aquí estamos ante un personaje difícil de catalogar, con méritos que como vemos no conviene menospreciar, pero también con crasos errores que deberían hacerle comprender que a pesar de sus éxitos personales, él es un problema para nuestro país, y quizás, el mejor servicio que nos puede prestar, es dejar el camino abierto para otros que no lleven una mochila tan llena de corrupción.

¡Váyanse, por favor!
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