viernes. 19.04.2024

Feminismo, la nueva revolución del siglo XXI

La Historia de la Humanidad tiene una deuda que saldar con nosotras. Las mujeres hemos sido sometidas, utilizadas, ocultadas, neutralizadas, ninguneadas por los hombres, y ello por el simple hecho de ser mujeres y ser consideradas inferiores a ellos. Ha llegado el momento de decir: basta ya.

Todos los días, pero en especial el 8 de marzo, en el que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, deberíamos parar un instante y hacernos unas preguntas. ¿En realidad existe igualdad efectiva entre mujeres y hombres en la actualidad? ¿Sigue incidiendo el género, -el hecho de ser hombre o mujer-, de alguna forma, en asuntos tan cotidianos, básicos y esenciales como el acceso al trabajo, el salario,  la proyección profesional, el desarrollo personal, la educación, la situación económica, la configuración de una familia, la salud o el deporte? ¿Realmente hombres y mujeres somos iguales en el ejercicio de derechos?

Desde la Constitución española de 1978 hasta nuestros días, han sido muchos los logros alcanzados en este sentido, aunque no los suficientes. Baste recordar, la desaparición del denominado “poder de llaves” en nuestro Código Civil, en virtud del cual, y dado que la mujer “casada” carecía de plena capacidad jurídica, -esto es, para que me entiendan ustedes, éramos consideradas personas incapaces para el Derecho por el simple hecho de ser mujeres-, nuestra capacidad de obrar debía ser completada por el marido. Tampoco podían las mujeres españolas transmitir la nacionalidad española a sus hijos cuando contraían matrimonio con ciudadanos extranjeros… Estas disfunciones fueron salvadas a golpe jurisprudencial y posteriormente legislativo, mediante la aplicación del artículo 14 de la Carta Magna que proclama el derecho a la igualdad. Posteriormente, llegó la reforma del matrimonio en España (1981), la regulación del divorcio (1982) y del aborto (1985). Todos estos pequeños, pero grandes logros que liberaban a la mujer de la subordinación patriarcal a la que había estado sometida durante siglos y que tenían fiel reflejo en las leyes, dejaron ver la luz a otro tipo de problemas, principalmente: la violencia de género y la desigualdad efectiva entre mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida. Para paliar tales males se elaboraron  la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Esta última reiteradamente incumplida, a pesar de su rango, por las distintas administraciones del Estado español.

El orden social, económico y político en el que vivimos se hizo por y para hombres, esos mismos hombres que todo lo dirigen y que nada quieren cambiar

Y llegó la crisis económica y se cebó con las mujeres. Desde el año 2007 el tiempo se paralizó para nosotras. No avanzamos. Las reivindicaciones de las mujeres han dejado de ser una prioridad, y cuando clamamos por los que es “nuestro”, se nos tacha de “feminazis”. Nos matan, nos violan, nos acosan, aumenta entre la juventud la percepción de la mujer como objeto sexual, seguimos asumiendo los roles de cuidados tradicionales, y en el ámbito laboral encontramos obstáculos que no tienen los hombres…

El orden social, económico y político en el que vivimos se hizo por y para hombres, esos mismos hombres que todo lo dirigen y que nada quieren cambiar… A día de hoy, existe techo de cristal, brecha salarial, la  violencia machista nos mata,  la crisis económica nos pone en situación de pobreza y riesgo de exclusión social. Por todo ello, y más, la huelga feminista del 8 de marzo cobra todo su sentido. Las mujeres tenemos mucho que reivindicar. Somos nosotras las que vivimos subordinadas y sufrimos las injustas desigualdades de un sistema patriarcal que se ve constantemente reflejado en acciones de la vida cotidiana. Tras el reconocimiento formal de derechos, y aun a sabiendas que hay muchos más por conquistar, la principal revolución que empieza ahora es estructural. Digamos alto y claro, no al patriarcado, defendamos una verdadera igualdad, con independencia de la raza, el sexo, y la religión, construyamos una sociedad que gire en torno al ser humano, sin más. La Historia de la Humanidad tiene una deuda que saldar con nosotras. Las mujeres hemos sido sometidas, utilizadas, ocultadas, neutralizadas, ninguneadas por los hombres, y ello por el simple hecho de ser mujeres y ser consideradas inferiores a ellos. Ha llegado el momento de decir: basta ya.

La crisis ideológica, moral, económica, política y social que atraviesa el mundo no podrá doblegarnos. Por mucho que el patriarcado se afane en ello, no lo conseguirá. La revolución del siglo XXI acaba de empezar. Tiene nombre propio, y se llama: feminismo. Y, tranquilos, el  feminismo no es comunismo, el feminismo es una confluencia de movimientos sociales y políticos que luchan por la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, por su derecho a formar parte en la configuración de lo que entendemos ha de ser un nuevo orden social, aquél que se despoje de la dominación del patriarcado, de los abusos de las políticas neoliberales y se construya sobre postulados igualitarios y de justicia social, que alcancen a todos los seres humanos, e incluso, haciendo una extensión, sea respetuoso con todos los seres vivos del planeta y su entorno.

Feminismo, la nueva revolución del siglo XXI
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