En una sociedad en la que nadie se equivoca, en la que nadie se contradice, en la que nadie yerra y se enmienda, difícilmente habrá alguien que aprenda algo de provecho.
La realidad es que el Coronavirus no es un desconocido, algo que seguramente ustedes ya conocen debido a la avalancha de información que hemos recibido sobre este virus.
Por acción o por omisión somos responsables de lo que está ocurriendo en las fronteras de esta “arcadia feliz” con aquellos que huyen de la guerra, de la pobreza, de la miseria, de la violencia, de la injusticia, de los abusos, etc. De un sin fin de avatares que suelen tener como origen nuestro depredador modo de vida.
La realidad es que en Santander son cada vez más frecuentes los episodios en los cuales se dan niveles de concentración de PM10 superiores a los niveles máximos permitidos de 50 ug/m³
Los vecinos de Nueva Montaña han asumido de manera estoica el triste devenir de vivir gobernados por sinvergüenzas, corruptos e incompetentes.
Debemos ser plenamente conscientes de que en la praxis nada ha cambiado, de que lo ocurrido este martes no es el final, sino solo el principio.
A lo largo de la pasada legislatura ya se pusieron ampliamente de manifiesto, por parte de la oposición, los incumplimientos del contrato por parte de la empresa adjudicataria, así como los mecanismos que contempla la ley para la resolución del contrato y para acometer la remunicipalización de un servicio que les cuesta a los santanderinos la friolera de diecisiete millones y medio de euros cada año. Todo ante los oídos sordos del Partido Popular.
El de VOX es un discurso cargado de racismo, de xenofobia, de odio, de intolerancia extrema que apunta a la antesala de una deriva violenta que acabará asomando más pronto que tarde. Es un discurso que desborda cualquier margen o límite admisible de nuestro sistema democrático.
Por primera vez en más de ochenta años un partido a la izquierda del PSOE va a formar parte del gobierno de este país y va a tener la oportunidad de influir de manera decisiva en la gobernabilidad del mismo.
Ahora resulta, a la luz del enfoque que determinado periodismo da al asunto, que los mendigos no mueren como consecuencia de una riada, se les arrastra como a una farola, una papelera o como a un contenedor de basura, abandonando la categoría de ser humano para integrarse con suerte, en la de una parte más del mobiliario urbano.
Es necesario enfocar la política al desarrollo de proyectos largo plazo donde la principal característica sea la paciencia, y es necesario defenderlo públicamente en todos los espacios posibles.
Vivimos tiempos en los que nuestro lastre histórico parece entorpecer aún, y quizás más que nunca, nuestro eterno camino de salida del rincón oscuro de la historia.