viernes. 19.04.2024

Los desafíos a la ley en el Parque Natural de Oyambre

El Parque, después de 30 años desde su creación, sigue sin Plan Rector de Uso y Gestión y sin el Plan de Desarrollo Sostenible, y sin los Planes Técnicos Sectoriales de Restauración e Integración Ambiental y Paisajística, de Fomento de Buenas Prácticas en el Sector Primario y en las Actividades Turísticas, y sin Proyectos de Regeneración Ambiental..., para acabar desembocando en el panorama actual del caos y la pésima imagen que ha vuelto a mostrar Oyambre durante este verano con coches y basuras por todas las cunetas y márgenes.

Si los Ayuntamientos de San Vicente, Udías y Comillas no han destacado particularmente por el cumplimiento de los objetivos que pretendía conseguir la declaración del Parque Natural de Oyambre, allá por 1988, el Ayuntamiento de Valdáliga, ya desde sus inicios, iniciaba el camino de un récord de despropósitos y desafíos a los valores, cada vez más degradados, de un espacio teóricamente protegido pero que no deja de sufrir agresiones de todo tipo, algunas más o menos corregidas por las movilizaciones ecologistas –la macrourbanización de Sta. Marina, el Puerto deportivo de San Vicente, la variante de Oyambre, la edificación de duplex y adosados sobre las dunas de Oyambre...–, pero otras, en cambio, alimentando el cáncer del productivismo y el desprecio al Patrimonio Natural y Cultural como ocurre con el hacinamiento residencial del barrio de La Barquera, las viviendas de La Argolla o la degradación del sistema dunar de la playa y el arroyo Merón en La Braña, la ocupación de la marisma fósil de Bederna, –con multas ridículas por infracciones graves–, los vertidos de aguas residuales y orgánicos, el empleo de herbicidas tóxicos, las construcciones en suelo rústico o el macrodepósito de agua por Boria-Santillán, el mantenimiento de la desecación de las marismas de Pombo y La Rabia-Rioturbio o la desaparición de las zonas húmedas de Abaño, La Acebosa, la ría del Capitán, La Cueva..., la ruina de las colonias de la Institución Libre de Enseñanza, del Lazareto de Abaño, de la Torre de Ballenas del Golf y del abandono de la Casa del Guarda en Udías, de la batería de Ubiembre, o la Casa del Pozo en San Vicente como posibles Centros de Información o Interpretación, las repoblaciones de pinos y eucaliptos en el Monte Corona, la degradación del llamado Camino del Carbón, la calificación urbana de suelos rústicos en los núcleos rurales de Trasvía, Rubárcena, Rioturbio y Araos, las agresivas tipologías de los puentes sobre las marismas de Zapedo y La Rabia, el incumplimiento de las sentencias de desmantelamiento de la escollera del Pájaro Amarillo, del camping del Rosal, de Las Tenerías..., la renuncia a la ampliación del espacio protegido a las rías de Tina Menor y Tina  Mayor...

Especial protagonismo tiene Valdáliga en su tolerancia e inhibición de las ocupaciones privadas, los rellenos y las edificaciones en torno a la marisma y la desembocadura de Los Llaos y el camping

Sin embargo especial protagonismo tiene el Ayuntamiento de Valdáliga en su tolerancia e inhibición de las ocupaciones privadas, los rellenos y las edificaciones –alguna con orden de derribo incumplida– en torno a la marisma y la desembocadura de Los Llaos y el camping; en la reciente urbanización de una de las márgenes de la carretera –con bolardos y todo– situada al otro lado del aparcamiento de la playa en vez de retranquear el tráfico al eje Barreda-La Revilla y obligar a los desplazamientos peatonales; en la falta de reclamación sobre la supresión de campo de golf, la restauración del sistema dunar y la renuncia a la pasarela sobre el antiguo dique de la ría del Capitán para optar por el antiguo acceso a la playa interior; o en los tortuosos procedimientos en la concesión de licencias de construcción en El Tejo, la última en el barrio de Santa Ana o las anteúltimas que se han consolidado por Cara, Larteme o Ceceño, a pesar de los informes desfavorables –aún con las contradicciones y manipulaciones de sus resoluciones– por la falta de integración paisajística, por los accesos inadecuados y movimientos de tierras alterando el relieve, por los cerramientos compactos y ajardinamientos ajenos a los tradicionales y con especies alóctonas....

Todo ello, por supuesto, sin olvidar las responsabilidades de la propia Consejería de Desarrollo Rural, de la de Obras Públicas, o de la Demarcación de Costas en sus reiterados desafíos a los procedimientos administrativos y el cumplimiento de las leyes estatales y autonómicas, incluida la propia Ley de Oyambre y la regulación del funcionamiento del Patronato que lleva años sin convocarse –como ocurre, por cierto, en el resto de los patronatos de los Parques de Cantabria– , que no ha sido informado preceptivamente de las actuaciones, trabajos, obras o aprovechamientos realizados, que no ha aprobado ninguna Memoria anual de actividades y resultados, que sigue sin conocer presupuestos y plantillas...., mientras el Parque, después de 30 años desde su creación, sigue sin Plan Rector de Uso y Gestión y sin el Plan de Desarrollo Sostenible, y sin los Planes Técnicos Sectoriales de Restauración e Integración Ambiental y Paisajística, de Fomento de Buenas Prácticas en el Sector Primario y en las Actividades Turísticas, y sin Proyectos de Regeneración Ambiental..., para acabar desembocando en el panorama actual del caos y la pésima imagen que ha vuelto a mostrar Oyambre durante este verano con coches y basuras por todas las cunetas y márgenes, autocaravanas y terrazas en prados y cumbres, atascos multitudinarios en las entradas y salidas a las playas, núcleos rurales y urbanos con sus valiosos paisajes perdidos, la biodiversidad terrestre, marina y aérea, asediada por todos lados, y los mecanismos de participación social o la generosidad de ayudas y subvenciones a la población durmiendo el sueño de los justos.
 

Los desafíos a la ley en el Parque Natural de Oyambre
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