sábado. 20.04.2024

Las plantaciones de eucaliptos, los argayos, las inundaciones y las repoblaciones forestales

Estos fenómenos vuelven a demostrar que este recurrente problema no tiene un fatal origen natural. Sus causas están directamente relacionadas con las plantaciones masivas e indiscriminadas de eucaliptos, una especie que esteriliza los suelos, les hace más inconsistentes y frágiles, dificulta la infiltración natural de las lluvias, intensifica las escorrentías superficiales y la erosión de las capas fértiles del suelo.

Los temporales pasados y las fuertes precipitaciones han vuelto a poner en evidencia la crónica inestabilidad de laderas y taludes que han provocado numerosos argayos y deslizamientos de tierras con avalanchas de barro y piedras ocupando las calzadas de la red viaria, dificultando los desplazamientos, o invadiendo terrenos e interfiriendo o amenazando los usos agroganaderos, industriales o residenciales. 

Estos fenómenos vuelven a demostrar que este recurrente problema no tiene un fatal origen natural. Sus causas están directamente relacionadas con las plantaciones masivas e indiscriminadas de eucaliptos, una especie que esteriliza los suelos, les hace más inconsistentes y frágiles, dificulta la infiltración natural de las lluvias, intensifica las escorrentías superficiales y la erosión de las capas fértiles del suelo, e impide el arraigo de la vegetación natural que garantiza la estabilidad de los taludes y laderas de fuerte pendiente, protege y refuerza la estabilidad en torno a autovías, carreteras nacionales y autonómicas, vías locales, caminos rurales y pistas forestales, castigados también por estos fenómenos erosivos, con los riesgos consiguientes para la seguridad vial y las personas, además de los costes añadidos de su limpieza y reparación de los daños.

Resulta incomprensible que no se proceda a un replanteamiento general en las plantaciones masivas e indiscriminadas de eucaliptos

De esta manera resulta incomprensible que no se proceda a un replanteamiento general en las plantaciones masivas e indiscriminadas de eucaliptos para, al menos, exigir mayores servidumbres y retranqueamientos de las especies arbóreas respecto a las poblaciones, fincas, arroyos, carreteras y caminos –con drenajes preventivos en las cotas más altas– e incluso sustituirlas, aprovechando el fin de los ciclos de corta y valorando la oportunidad de las talas a matarrasa –que, por otro lado, deberían ser objeto de mayor control para evitar la desaparición de los rodales boscosos o la vegetación arbustiva autóctonos que hayan podido resistir sobre todo en torno a canales, arroyos o cunetas– por repoblaciones con especies naturales cuyos portes arbóreos, arraigo edáfico y denso sotobosque son mucho más capaces de garantizar la riqueza, fertilidad, biodiversidad y estabilidad de los suelos.

Una iniciativa que debería encontrar todo tipo de facilidades al ser muchos de los montes de titularidad comunal sin perjuicio de aprobar una Ordenanza Forestal que obligue a todos los propietarios, incluidos los privados, a cumplir con servidumbres más exigentes y criterios de desarrollo sostenible y evaluación rigurosa de los impactos ambientales y sobre el paisaje que pudieran producirse con las plantaciones de eucaliptos (y en similar medida con las de pinos y chopos) respecto a robles, hayas, abedules, alisos, fresnos, salces, arces, avellanos, saúcos, majuelos, cornejos... ; y que deberían ser objeto, a su vez, de un ambicioso y generalizado programa de repoblación forestal con especies autóctonas o de aprovechamiento mixto –madera y frutícola como castaños, cerezos, nogales...– mucho más rentables económica y ecológicamente a medio y largo plazo con los beneficios añadidos de disminuir los impactos de las inundaciones al actuar como amortiguadores de las fuertes precipitaciones en torno a canales, arroyos y afluentes de los ríos principales donde, de forma simultánea, deberían ampliarse en sus márgenes la anchura y densidad de las formaciones de ribera y los bosques de galería con sus sotobosques asociados como defensas mucho más seguras y eficaces –al igual que debería respetarse la estructura meandriforme y los cauces fósiles de los cursos fluviales para frenar la velocidad y erosión por la crecida de los caudales– para la defensa de las llanuras de inundación, los núcleos urbanos, asentamientos, usos agroganaderos, residenciales, industriales o de servicios e infraestructuras viarias.
 

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