jueves. 25.04.2024

Perdona si te llamé amor (en campaña)

Todo el amor que le declararon se ha convertido en un montón de papeles en los que deberá aflojar su vida.

Lo mejor, más tierno y filibustero de la política es cuando el candidato o la candidata llama ‘amor’ a sus votantes. Qué guapos y qué tiernos ellos vestidos de sufragio con la papeleta en la mano. Qué bien huelen -aunque huelan de puta pena, como en aquel ‘sketch’ del genial Pedro Ruiz (‘Esta noche Pedro’) allá por los 80-. Te llaman ‘amor’ y dejan que hasta se lo hagas por contacto cibernético. Después de los arrumacos y tras la urna llena de papeletas, el sufragio se convierte en naufragio y el amor se lo hace usted a una farola los próximos cuatro ejercicios después de endiñarse unos lingotazos en el bar de enfrente. Tiene una cosa buena: el orgasmo será eléctrico y al precio que va la luz, prepárese a gozar como en su vida.

En fin, que cuando deje de trajinarse al mobiliario urbano irá raudo o rauda a empapar su cuerpo de las promesas electorales ya convertidas en realidad para sentirse mejor y picar a la puerta de lo que más le convenga. Antes ya se ha dado cuenta -en el episodio de la farola- de que usted ya no está ni para recitarle poesías a una linterna y va llegando el tiempo de jubilarse después de más 40 tacos en el tajo sin coger una sola baja.

Tenía todos los derechos sólo hace unas semanas, pero ahora le tratan con despecho y ha pasado a ser calaña que tiene que justificar hasta el último segundo currado

Es ahí, en ese preciso instante, cuando pasa de votante a mutante. ¿Se jubilará a los 65 años, a los 67, a los 70? Todo el amor que le declararon se ha convertido en un montón de papeles en los que deberá aflojar su vida, ser certero, mostrar sus empastes y los carriles de aceleración y deceleración del ‘bypass’ que le colocaron tras el último disgusto laboral. Tenía todos los derechos sólo hace unas semanas -en campaña-, pero ahora le tratan con despecho y ha pasado a ser calaña que tiene que justificar hasta el último segundo currado.

Ya hay algún expolítico de relumbrón con el bolsillo bien sonoro que propone la jubilación a los 70. Creo que debemos asumirlo si ellos -los que hacen las leyes y sus adláteres- aceptan para sí la de 120. Con tan buenas ideas tienen la longevidad garantizada. No sé si el perdón de Dios.

Perdona si te llamé amor (en campaña)
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