jueves. 28.03.2024

El ‘Doctor Zhivago’ en Soria

Una de las filmaciones fue en el bellísimo palacete de Varikino, en Candilichera (Soria). Siempre había nevado allí en invierno, y solo lo hizo un poco en marzo. La nieve se fabricó con toneladas de sal, polvo de mármol y plástico en cantidad.

—También hay gente de talento -dijo Nikolái Nikoláevich-. Pero hoy se han puesto muy en boga círculos y asociaciones de toda clase y cualquier gregarismo es el refugio de la mediocridad, aunque se trate de guardar fidelidad a Soloviov, Kant o Marx. Solamente los solitarios buscan la verdad y rompen con quien no la ame lo bastante. ¿Cuáles son en el mundo las cosas que merecen fidelidad? Bien pocas. Yo creo que hay que ser fieles a la inmortalidad, ese otro nombre de la vida más rico de sentido.
(Doctor Zhivago, Borís Pasternak, LIBRO 1º, 1ª parte, 5)

Cualquier fecha que recuerde algo digno es festejable, memorable. Y Soria puede estar de fiesta, como lo estuvo también hace cincuenta y cuatro años por el rodaje de Doctor Zhivago, película que dirigió David Lean en esa ciudad y en diferentes localidades sorianas, o en la presa salmantina de Aldeadávila. Y en el barrio de Canillas de Madrid fueron rodados los fotogramas de la manifestación pacífica de mujeres, ancianos y niños y la consiguiente carga de la policía y caballería zarista. Se filmaban los prolegómenos de la Revolución Rusa de 1917. Aunque nos deja deprimidos e impotentes el ataque a la manifestación pacífica, nos recuerda otras situaciones, y no precisamente en Rusia, llenándonos de tristeza y de ira.

Su espíritu soñador, humanidad y energía poética sabrá trasladarlos a su única novela Doctor Zhivago, por la que recibirá un año más tarde el Premio Nobel

Por ejemplo, una de las filmaciones fue en el bellísimo palacete de Varikino, en Candilichera (Soria). Siempre había nevado allí en invierno, y solo lo hizo un poco en marzo. La nieve se fabricó con toneladas de sal, polvo de mármol y plástico en cantidad.

He agobiado quizás en exceso los canales de mi cerebro, deseando encontrarme en ese barrio en 1965, delante de la tramoya más sensacional y vistosa de esta historia llevada a cabo por Stephen Grimes, de escuchar en la memoria la música de La Internacional, o repentinamente A las barricadas, y el clamor de los lamentos de aquellos manifestantes de ficción, y pensar también en el estupor de los que nunca lo permitieron en España bajo la dictadura.

Había que abrir la mano ante la MGM con una superproducción histórica, como también lo hizo el dictador, comenzando ese año, autorizando en las misas la lectura de las epístolas y el Evangelio en las diferentes lenguas vernáculas, o dejando que nos visitasen The Beatles el primer día de julio. Curiosamente, el Premio Nadal recae ese mismo año en una novela de Alfonso Martínez Garrido, cuyo título parecía querer decir algo: El miedo y la esperanza.

BORÍS PASTERNAK, EL NOVELISTA

Para el autor de la novela y poeta ruso Pasternak (1890-1960), educado en un ambiente artístico superior a la media -su padre, un renombrado pintor; su madre, una distinguida pianista y concertista-, le era normal el acceso genético a la cultura desde su juventud. Se educa en un Gymnasium alemán de la capital rusa, progresando al mismo tiempo en los estudios musicales de la mano del ilustre pianista y compositor ruso Aleksandr Skriabin.

La vida de los personajes tenía afecto, atracción y atractivo. Pasternak les había dado personalidad. Tenían protagonismo

Después de comenzar Filosofía en la Universidad de Marburgo, Alemania, y de viajar por Italia, regresa a Moscú dedicándose por completo a la poesía. Su espíritu soñador, humanidad y energía poética sabrá trasladarlos a su única novela Doctor Zhivago (1957) -si exceptuamos la de El salvoconducto (1931)-, por la que recibirá un año más tarde el Premio Nobel. A raíz de su publicación, el escritor será perseguido por ‘desviacionismo’, él que nunca tomó partido.

BORÍS PASTERNAK SE MEZCLÓ EN LA PEOR ÉPOCA PARA LA VIDA DE UN ESCRITOR

La novela es aparentemente autobiográfica: la guerra del 14, la revolución rusa del 17, el amor y la represión sufrida por Yuri Zhivago lo había vivido anteriormente Borís Pasternak. Después de todo, el poeta tuvo mejor suerte que Mandelstam, asesinado en un gulag, o que el suicidio de Tsvietáieva o la persecución de Anna Ajmátova, su familia y sus amigos (asesinatos, deportaciones, Siberia). Ajmátova llegó a asemejarle con Shelley, Leopardi o Baudelaire.

DAVID LEAN, EL DIRECTOR DE LA PELÍCULA

Si el talentoso David Lean (1908-1991) fue capaz de llorar de emoción mientras leía la novela de Pasternak, en los demás de a pie también nos causa una verdadera limpieza anímica que siempre desencadena. A este considerable creador en la factoría del cine -El puente sobre el río Kwai, 1957 o Lawrence de Arabia, 1962-. Y más tarde, La hija de Ryan, 1970, y Pasaje a la India, 1984, entre las más importantes, la novela le impactó porque, sin dejar de ser Doctor Zhivago la vida de un médico poeta que no se integra en el nuevo panorama político, aun interesándole, es también la autobiografía “de cada uno de nosotros”, como escribe de él Kevin Brownlow, su biógrafo. La historia de  Zhivago, también viene marcada en gran medida, y no de pasada, por las dos mujeres que protagonizan Geraldine Chaplin y Julie Christie, Tonya y Lara.

Lean logra un bucle con el que Zhivago cede su papel protagonista en el filme a su creación poética

La vida de los personajes tenía afecto, atracción y atractivo. Pasternak les había dado personalidad. Tenían protagonismo. Cabía la interpretación. Este director de cine del Reino Unido sondea en las características más impactantes de la poesía heroica, en la grandeza inconfundible de algunas películas, como es este caso.

En cuanto a los personajes principales de la película, parece que Lean logra un bucle con el que Zhivago cede su papel protagonista en el filme a su creación poética, a los poemas de Lara, en la inmortal melodía Tema de Lara, casando al súmmum la inmensidad, las aspiraciones y empeño del pueblo ruso y su consiguiente sistema de ofuscamiento con las situaciones entrañables, conmovedoras, delicadas y soñadoras, acentuando el director, en un horizonte de fuerza, crudeza y terror, y en cualquier oportunidad, aun muy transitoria y brevemente, los estremecimientos más palpitantes y vivos, y la inseguridad ante un previsible final desdichado.

El ‘Doctor Zhivago’ en Soria
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