viernes. 29.03.2024

Juan de Herrera, el estudioso que veía la técnica de las cosas, de las construcciones y edificaciones, el amigo de las composiciones escritas

El arquitecto montañés no podía disfrutar de porvenir alguno, y como tantos otros hijosdalgo venidos a menos de aquel siglo XVI, no tuvo otra salida que la de buscar la quinta pata al gato. Y, sin embargo, la encontró fuera, en la Corte.

Fue el consejo de fray Antonio [de Villacastín] tan acertado, y la traza de Juan de Herrera tan buena, que dentro de un año subió por igual la fábrica de la iglesia en el contorno treinta pies en alto (...)

Fray José de Sigüenza, Discurso X de la Historia de la Orden de San Jerónimo, 1605

Este jerónimo está hablando del monasterio de El Escorial y del cántabro Juan de Herrera (Movellán, Roiz, Valdáliga, 1533 - Madrid, 1597), quien será el director de su construcción. Los tiempos, los de Felipe II (Valladolid, 1527 - Monasterio de El Escorial, en San Lorenzo de El Escorial, 1598). El arquitecto valdáligo, a la edad de treinta y tres años, se suma al proyecto primero de Juan Bautista de Toledo, el arquitecto real, para reorganizarlo totalmente con un diseño propio caracterizado por la síntesis, la sencillez, la simetría y una rigurosa exactitud. En 1584 termina esta edificación, habiendo dejado en él su impronta y su estilo arquitectónico, siendo bautizado este, por sus méritos, estilo herreriano, y singularizándose por su sencillez, ascetismo y austeridad. Juan de Herrera, así, se presenta como el encargado de esas originales características en su labor arquitectónica, y que supo injerir en El Escorial: un proyecto y construcción renacentista de los más extraordinarios en toda Europa; asimismo, para ello se dio trazas y se labraba la piedra en las canteras.

Baltasar Porreño. Museo de los Reyes Sabios que an tenido las Naçiones del Orbe y los libros que ellos y los emperadores e infantes han escrito y sacado a luz. Cita de Sáenz de Miera , J. De obra insigne y heroica a octava maravilla del mundo. La fama de El Escorial en el siglo XVI. Madrid, 2001. Y, recogida a su vez, por Aramburu-Zabala Higuera, M. Á. (Dir.) et al.: Biografía de Juan de Herrera. Santander, 2003, p. 19

El cántabro recibe el espaldarazo como delineante o trazador principal cuando Juan Bautista de Toledo, su maestro, muere en 1567

La maña que se daba Juan de Herrera trazando y diseñando esta descomunal obra que iba a ocuparse del servicio monástico y palatino fue lo que cedió ascendencia al llamado estilo herreriano.

El cántabro recibe el espaldarazo como delineante o trazador principal cuando Juan Bautista de Toledo, su maestro, muere en 1567, y unas horas antes le entrega al rey diversas directrices para el decurso de la construcción. Anteriormente, en su testamento había encomendado tres originales del diseño general encuadernados en pergamino y destinados para Felipe II, para los jerónimos y para Juan de Herrera, su cooperador, respectivamente.

El Padre jerónimo Andrés Ximenez así lo atestigua:

[...] levantó la fábrica con tan gran inteligencia, observando el aire y forma de la primera traza.
Andrés Ximenez, Descripcion del real monasterio de san Lorenzo del Escorial. A. Marín (Ed.), 1764

HERRERA, HIJO NATURAL EN MOVELLÁN, VALDÁLIGA

Hijo de Pedro Gutiérrez de Herrera, de Maliaño, Camargo, y de María Fernández de la Vega, ambos habitantes y vecinos de dicho concejo. El arquitecto era merecedor de los fueros y privilegios, con las consiguientes dignidades y libertades, al pertenecer por vía paterna y de sus ascendientes al señorío de los solares de Herrera de Maliaño. Por lo tanto, demostrado estaba que era, por familia directa, un importante hidalgo' de solar conocido', es decir, que si no hubiese tenido casa solariega, al menos sí procedía de un linaje que la tenía y, sobre todo, la había disfrutado y poseído.

En cuanto a las propiedades,

Poseían sus padres hacienda de mucha calidad en casas, herrerías, prados, huertas y montes, y en la montaña se tenía aquélla por casa antigua y de las más honradas de la tierra.

Agustín Ruiz de Arcaute: Juan de Herrera /Arquitecto de Felipe II. Instituto Juan de Herrera, Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Madrid: 1997

Juan y su hermana María, a sus tres o cuatro años de edad, quedaron privados y despojados de cualquier posibilidad de la herencia paterna

Acerca de su identidad, poco hay que decir cuando de lo que se trata es de dilucidar quién va a heredar y quién no. Así, María, su hermana y Juan de Herrera no fueron reconocidos como hijos legítimos, y, por lo tanto, tampoco convidados a cualquier privilegio respecto al testamento del padre. ¿Por qué? El nexo entre ambos se tuvo como una infidelidad de libro, por haberse llevado a cabo estando viva la auténtica esposa, lo que significaba que el arquitecto y su hermana no eran merecedores de herencia alguna.

JUAN DE HERRERA, EL HOMBRE HECHO A SÍ MISMO

Juan y su hermana María, a sus tres o cuatro años de edad, quedaron privados y despojados de cualquier posibilidad de la herencia paterna, toda vez que su padre ya estaba en pleitos con su hijo Pedro Gutiérrez de Herrera, hermanastro de Juan, debido a la relación mencionada arriba. Por otra parte, el pulso cultural de lo que entonces se llamaba La Montaña estaba sobradamente condicionado. Valga el hecho de que más tarde, en 1579, este constructor real, en la cima de su fama, dedicó una gran parte de sus bienes a la creación de una escuela, pues, por carencia de maestros, los moradores y vecinos sobrevivían, según él, "muy brutal e ignorantemente". Así, con todo ello, el arquitecto montañés no podía disfrutar de porvenir alguno en un panorama tal, ni por aproximación, y, como tantos otros hijosdalgo venidos a menos de aquel siglo XVI, no tuvo otra salida que la de buscar la quinta pata al gato. Y, sin embargo, la encontró fuera, en la Corte. Su empeño y valía tuvo su merecimiento en otro ámbito, en otro punto, en un territorio infranqueable para la inmensa mayoría, los plebeyos.

SU OPORTUNIDAD

Los bornes para la posible conexión conductora entre la vida normal de la calle y la salida de la probable angustia colectiva que sufría la sociedad en aquel tiempo, no eran otros que la atracción de la vida de la Corte o de las carreras al uso, tanto eclesiástica como militar. No se puede negar, y era lo más natural, que lo propio fue que a Juan de Herrera le atrajo la Corte y la carrera militar. Así, su familia aún tuvo la mano y la autoridad suficiente para presentar la posibilidad que su hijo deseaba, por lo que el arquitecto llega a estar, a sus quince años, a las órdenes de Felipe, el hijo del emperador Carlos, en Valladolid. Un año más tarde, viaja a Bruselas y a Italia con otros jóvenes de la Corte, y junto con el que sería cinco años más tarde rey de España. El vallisoletano y el cántabro se llevaban dos años, siendo mayor el aún príncipe, un dato interesante junto con otros que puede vislumbrarse cuando pensamos en la relación que hubo entre ambos. Sin embargo, de vuelta con el príncipe Felipe a España, en 1551, el montañés elige la carrera militar. No le daba esperanza ni seguridad La Corte. El ánimo, el vigor y el aliento que necesitaba a sus dieciocho años distaba suficiente y particularmente de aquel ambiente.

Cuando Carlos V vuelve a España, Herrera forma parte de su guardia imperial

Dos años más tarde, se incorpora, acompañando al capitán Medinilla en sus tercios, y se abre a Italia en operaciones de guerra. Y en 1554, a sus veintiún años, ya era un resuelto arcabucero de a caballo defendiendo a Ferrante Gonzaga, y liderando con él su partida a Flandes. Y cuando Carlos V vuelve a España, Herrera forma parte de su guardia imperial. El 28 de setiembre de 1556, finalmente el emperador y su comitiva en cincuenta y seis navíos atracan en el puerto de Laredo, Cantabria, finalizando su aprendizaje del ars belli que le formó en la reciedumbre y en la resiliencia, y en donde aprendió lo suficiente, que fue mucho, de las construcciones e ingenios de guerra y su técnica, y que puso en práctica arquitectónicamente ya en el reinado de Felipe II.

Juan de Herrera, el estudioso que veía la técnica de las cosas, de las construcciones y...
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