viernes. 19.04.2024

Una vía propia en la Cantabria del final del Antiguo Régimen y la Ilustración

SERIE CANTABRISMO [TRIBUNA I]

El estudio del “cantabrismo” ha de partir, primero, de la consideración de este término, que haría referencia a algún tipo de reclamo emocional, cultural y político en relación con el territorio de la Cantabria actual –La Montaña, Peñas al Mar, Montañas de Burgos, Santander, en otros momentos– y contiene diversas formas de acercamiento a las singularidades propias de la sociedad cántabra, del pueblo cántabro, entre ellas el “amor al país”. Por su parte, el “cantabrismo político” propiamente, además, propugnaría la articulación de los instrumentos para poner en marcha los entramados institucionales posibilitadores de formas de gestión propia. Ese cantabrismo de tamiz político se ha expresado a lo largo de la historia de modos diversos y, desde los albores de la Edad Contemporánea, en forma de provincialismo, particularismo, regionalismo, federalismo, autonomismo e, incluso, en algún caso, nacionalismo y soberanismo, distintos modos de afrontar el anhelo autoafirmador emanado de algún grado de conciencia de subjetividad –cantabridad– y de la construcción de diversos modelos de gobierno propios en distintas intensidades de graduación.

Se habría de asumir, por tanto, que el “cantabrismo político” tendría su origen en los siglos XIX y XX de la contemporaneidad

A partir de estas premisas, ¿desde cuándo se podría partir para acotar los límites del estudio sobre las tendencias ideológicas, las expresiones de reivindicación y las organizaciones políticas favorecedoras de la construcción institucional y de la conciencia de especificidad que pudieran denominarse “cantabristas”? En el conjunto de las respuestas nacionales, los científicos sociales opinan que es difícil hablar de nación y de nacionalismo antes del impulso que da origen a la Edad Contemporánea desde lo político: las revoluciones liberales, la creación del nuevo Estado independiente de los Estados Unidos de América, en 1776 y la Revolución Francesa que se origina en 1789.  Según esto, se habría de asumir, por tanto, que el “cantabrismo político” tendría su origen en los siglos XIX y XX de la contemporaneidad.

Reducida la vocación de autogobierno de los territorios de la antigua Cantabria a instituciones integradas en los reinos de Asturias, León, Castilla, España de los Austrias y de los primeros Borbones, en el periodo final del Antiguo Régimen, al borde de las importantes transformaciones que darán origen a la Edad Contemporánea, se produjeron aportaciones decisivas para una vía propia de conformación de la Cantabria actual, territorio de las Montañas Bajas de Burgos, Peñas a la Mar o Montañas de Santander, un mosaico de jurisdicciones fragmentadas de muy distinto peso e importancia.

Historiadores como Tomás Martínez Vara (Santander, de Villa a Ciudad. Un siglo de esplendor y crisis, 1983) o Ramón Maruri Villanueva (La burguesía mercantil santanderina, 1700-1850, 1990) han estudiado este decisivo siglo XVIII en el que Santander y su puerto se desprendieron de la sujeción administrativa de Burgos. En efecto, en 1754, la Iglesia concedió al abad de Santander la categoría de obispo, y al año siguiente, 1755, el borbón Fernando VI otorgó a la villa de Santander el título de ciudad. El Consulado de Mar y Tierra, por su parte, se puso en marcha en 1785.

Los cántabros de la Corte presionaron para que Santander emergiera en sus titularidades como la villa de la costa que consiguió crecer comercialmente y sacudirse de las sujeciones de Castilla

Estos hechos muy posiblemente tengan relación que la presión que en la Corte pudieran haber realizado “montañeses” amantes de su país de origen y que plantearon, de este modo, un primer momento de autonomización y separación del marco castellano. Citado por el historiador Guillermo Pérez Sarrión en su artículo Las redes sociales en Madrid y la Congregación en San Fermín de los navarros, siglos XVII y XVIII, en Revista Española de la Historia, nº 255, 2007, este pudo haber sido uno de los objetivos del “lobby” de los “nacionales de las montañas de Burgos” conformado en Madrid y cuyos estatutos versaban así: Constituciones de la congregación de nacionales de las montañas de Burgos, establecida en esta corte a mayor culto, y baxo la protección de María Santíssima, que con el título de Bien Aparecida, se venera en su célebre santuario, y sumptuoso Templo, cerca del Lugar de Hoz de Marrón, Jurisdicción de la Villa de Laredo (1753). Este documento expresa la evocación de “los individuos nacionales de aquel país” (“las montañas de Burgos”, Cantabria) a su patrona religiosa, la Virgen de la Bien Aparecida. Los cántabros de la Corte, entre los que el protagonismo del padre Francisco Rábago y Noriega resultó decisivo, presionaron para que Santander emergiera en sus titularidades como la villa de la costa que consiguió crecer comercialmente y sacudirse de las sujeciones de Castilla.

La constitución, unos años más tarde, de la Provincia de Cantabria a partir de la Junta de los Valles de Bárcena La Puenti (Puente San Miguel), el 28 de julio de 1778, ha de interpretarse también dentro de este proceso de autoafirmación, de construcción institucional de la parte nuclear de los territorios de la Cantabria histórica. Aunque un sector de la historiografía haya interpretado que la Provincia de Cantabria no sería sino una institución propia del Antiguo Régimen, que no tendría nada que ver con los procesos de institucionalización posteriores de tamiz liberal, siendo además instrumentos en manos de los intereses de los privilegiados clericales y nobiliarios, ¿por qué, si fue un marco de administración de la etapa anterior a la revolución liberal, no fue hasta la antesala de ésta cuando finalmente se pone en marcha, precisamente cuando la etapa histórica del Antiguo Régimen comienza a precipitarse?

Queda también por estudiar si los componentes de la Junta General que conformaron la Provincia de Cantabria eran representantes de los estamentos privilegiados originados desde la Edad Media o, por el contrario, podrían asumir ya las ideas ilustradas del cambio posterior, en la línea de los de esta etapa La Montaña en 1784. Informe a la Junta de Comercio y Moneda, de Antonio Diego de Tricio y Nájera; Entretenimientos de un noble montañés, amante de su Patria (1787), de Xavier Bustamante; o Combinación de la naturaleza, industria y política para hacer feliz la Cantabria (1797), del miembro de la Sociedad Cantábrica de amigos del país, José Manuel Fernández Vallejo, que postulaba una racionalización de la producción agrícola y de la industria a través del impulso político para superar una situación no idealizada de “infelicidad”: “(…) y hallaremos que entonces la constitución de Irlanda era poco más o menos la misma que ahora la de Cantabria; ¡Cantabria! ¡nuestra Patria infeliz, que es menester no verla para no llorarla! Tal es su estado presente”. 

En el Siglo de las Luces, Cantabria no permaneció al margen de las corrientes historiográficas más generales desarrolladas en la Europa de la época. Desde la Edad Moderna se había producido en el interior de ciertas órdenes religiosas un debate histórico que tuvo como preocupación fundamental la territorialidad de la Cantabria histórica, entre lo que se ha denominado la tesis vasca (vasco-cantabrista), que tuvo a la orden de los jesuitas como principal defensora, y la cántabra (montaña-cantabrista), sostenida por agustinos y benedictinos.

Flórez puso fin a la polémica demostrando que el territorio de la antigua Cantabria coincidía básicamente con el de los territorios de la Cantabria actual

Los cronicones de los siglos XVI y XVII se elaboraron sobre la teoría del tubalismo –de Tubal, nieto de José–. Jon Juaristi sostiene que esta teoría fue planteada por la burocracia vizcaína del siglo XVI para frenar la competencia de conversos y cántabros montañeses. La pureza de sangre y la hidalguía generalizada, que se esgrimía por parte de los escribas vizcaínos contra los primeros –los conversos– no servía contra la hidalguía cántabra ni asturiana. La orden jesuita defendía la limpieza de sangre y los valores del “vizcainismo”, identificándolo con el cristiano-viejo e hidalgo, sobre los supuestos interpretativos del tubalismo (Tubal, primer poblador de España) y de que la primera lengua de la península fue el vascuence o euskera (Esteban de Garibay, historiador guipuzcoano del siglo XVI). Ligada a esta interpretación se encontraba la tesis de que el territorio de la Cantabria antigua y la tenaz resistencia frente al invasor romano se había desarrollado por los antiguos vascos en el territorio de las provincias vascas. Entre los principales autores de esta orientación estaba el jesuita guipuzcoano Manuel de Larramendi en el siglo XVIII, que se oponía a la tesis que identificaba la antigua Cantabria con el territorio coetáneo de Las Montañas de Burgos, defendida ya por el cronista del reino de Aragón Jerónimo Zurita (1578) o por el francés Arnaut d´Oihernart, en 1638.  La Cantabria. Disertación Sobre el Sitio y Extensión que en tiempo de los romanos tuvo la Región de los Cántabros con noticia de las confinantes y de varias poblaciones antiguas, del agustino Henrique Fernando Flórez y Setién de Huidobro, editado por la Real Academia de la Historia en el año 1768, puso fin a la polémica demostrando que el territorio de la antigua Cantabria coincidía básicamente con el de los territorios de la Cantabria actual.

Con Flórez no sólo quedaba zanjada la interpretación vasquista de la historia de la antigua Cantabria, sino que se conformaba una interpretación del pasado del país basada en el estudio directo de las fuentes latinas, sobre todo la de los autores que acompañaron al emperador Augusto en su campaña militar para conquistar Cantabria, llegando a las conclusiones que sostienen que la Cantabria geográfica coincidía con la Cantabria histórica.


Viene de: [BLOQUE 01 | ARTÍCULO 02] | Bajo las quimas de una vieja cajiga

[BLOQUE 01 | ARTÍCULO 01] | “El río Ebro nace en el país de los cántabros”

[PRESENTACIÓN] | “A los que en el pasado consiguieron el reconocimiento de las libertades de Cantabria y a los que luchan y lucharán en el futuro”

Una vía propia en la Cantabria del final del Antiguo Régimen y la Ilustración