viernes. 29.03.2024

222 millones por Neymar y la indecencia

En ligas galácticas del fútbol se acometen con total naturalidad fichajes de cifras astronómicas. Acaba de pasar con Neymar, jugador por el que se han pagado 222 millones. Ya sabemos que manda don dinero, pero resulta indecente dar apariencia de normalidad a números tan desorbitados, que ahondan en la promesa reiteradamente incumplida de exigir nuevos códigos de conducta financiera que eviten los vicios y desmanes que llevan a las crisis. ​

Definitivamente, nos hemos vueltos locos: ¡Pagar 222 millones por un jugador de fútbol, aunque se llame Neymar da Silva Santos Júnior! Porque lo padeció en sus propias carnes, va a tener razón Nietzsche cuando concluyó que “la demencia en el individuo es algo raro mientras que en los grupos, en los partidos, en los pueblos, en las épocas, es la regla”. Este filósofo de referencia nació en 1844 y estuvo demasiado enfrascado en la critica a Dios y la religión, dejando de lado la historia del fútbol que comenzaría casi veinte años después de él nacer en 1863. Al juego de once contra once moviendo un balón habría que haberlo metido también en esta lista nietzscheana sobre demencias y dementes. Todos los días hay apelaciones a la cordura y todos los días, mayormente en el fútbol, se perpetra algún acto deleznable (en este articulo no voy a hablar para nada de Donald  Trump, aunque sí pongo su nombre destacado en negrita).

“Semejantes negocios liquidan la auténtica construcción social, justa y racional, más los códigos de conducta financiera”

En las cosas del balompié esta por un lado el “Fair Play” o juego limpio en el campo y luego está el otro “Fair Play”, el financiero, que se juega en los despachos directivos, y que pretende que los clubs de fútbol no se agredan entre sí y tampoco gasten en jugadores más de lo que pueden pagar. Por si acaso, están las altas cláusulas de rescisión de contratos, y la de Neymar valía 222 millones de euros, que el Paris Saint-Germain ha pagado religiosamente. Desde ahora, ni “Fair Play” ni nada; ha saltado todo por los aires. ¿Se pueden pagar 222 millones por un jugador? Sí, se acaba de hacer, pero es indecente. Semejantes negocios liquidan la auténtica construcción social, justa y racional, más los necesarios códigos de conducta, especialmente en cuestiones financieras. Saliendo de una crisis que ha masacrado a millones de trabajadores y familias, estas son las respuestas de los que dirigen todo el cotarro, y mienten como bellacos cuando apelan a la necesidad de volver a las reglas que conlleven una paulatina recuperación de confianza en el sistema económico que nos hemos otorgado. Casi siempre, cuando comparas la riqueza con la pobreza, cuando hablas de listillos y los atajos que se les proporciona para conseguir sus pelotazos, algún tonto útil habla o escribe que se hace demagogia con estas comparaciones. Hoy se crean empleos de pan para hoy y hambre para mañana, porque los contratos son de horas, días o meses. Los sueldos son ridículos y dan para pagar las facturas y poco más. Con este rácano panorama se habla de recuperación, del acabose de la crisis, y de que vamos nuevamente a velocidad de crucero hacia la plena economía.

Hemos dado la mejor preparación posible a una nueva generación que tarda en encontrar trabajo, mayormente no lo hace en su tierra de origen, y tienen que seguir siendo ayudados por sus padres, porque cobran un sueldo míerdoso que oscila entre los 500 y 800 euros mensuales. Se nos llena la boca con decir que no van a vivir como lo hemos hecho nosotros, pero no hacemos nada para que la Administración (tiene que hacerse mirar su aplicación de la Transparencia y el acceso público a “todas” las decisiones que se toman) y las empresas sean justas y regresen a la senda de lo que deben ser unos sueldos dignos en relación al alto coste de la vida y precios siempre al alza. Y en esto Neymar quiere dejar de jugar en el Barça para hacerlo en el PSG, y la jugada táctica se llama un 222. Quieren hacernos creer que es normal, que el brasileño lo vale, y que el club francés recuperará a corto plazo la altísima inversión desembolsada ahora. Pero no es esta la cuestión. La cuestión es que es un hecho grave más que habla de lo mal que vamos, lo mal que lo hacemos, y que seguimos incrementando las desigualdades sociales en todos los campos de la vida, desde el acceso a la comida, la educación, sanidad o jugar al fútbol.

“Padres e hijos del fútbol aspiran a jugar en los grandes clubes, ser los mejores, y hacerse ricos y famosos”

Vean por qué: Luego no queremos que los padres no se vuelvan locos en los partidos de sus hijos, en los que terminan pegándose unos con otros por una falta o un penalti mal pitados. Les críamos para hacerles a imagen y semejanza de Messi, Cristiano o Neymar, que es desde ya, por el dinero, la gran referencia a seguir. Todo vale para ganar, y que los ojeadores de los clubes se fijen en los jóvenes jugadores. El honor, el compañerismo y el apoyo mutuo quedan pisoteados como si formaran ya parte de la historia pasada de lo que rodea al balón. Padres e hijos del fútbol aspiran solo a jugar en los grandes clubes, ser dentro de ellos los mejores jugadores y especialmente hacerse ricos y famosos. Y cuanto más se habla de la necesidad de actuar en todo con juego limpio, desde la política a eliminar las malas praxis laborales, una noticia indecente, mejor dicho, 222 millones, lo echan todo a peder.

222 millones por Neymar y la indecencia
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