jueves. 28.03.2024

Algo se cuece en primavera

Dicen que con la llegada de la primavera le cambia el humor a la mitad de la humanidad. Deduzco que de eso brotan los grandes cambios que se han producido en el mundo tras una buena primavera, como fue la de París de 1968. Se cumplen ahora 50 años de unos cambios provocados por las movilizaciones de estudiantes, trabajadores y desempleados. Hay quienes quieren ver similitudes con el descontento actual que se cuece entre jóvenes sin porvenir y pensionistas, considerados los grandes desheredados de la última gran crisis económica.

Pese a ser mi obra favorita, hay algo que aparece dentro de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, con lo que no comulgo: “En cualquier lugar en que estuvieran recordarán siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera”. Este periódico digital participa intensamente en la conmemoración del 50 aniversario del Mayo del 68, con una serie de entrevistas en las que sus protagonistas, muy acertadamente, reivindican los logros alcanzados, tras aquella primavera francesa de protestas por parte de estudiantes, trabajadores y parados.

El contexto del Mayo Francés era de deterioro de la situación económica, aumento del número de desempleados, una juventud particularmente desencantada, lo sueldos empezaron a bajar, y crecía la preocupación por las condiciones de trabajo. ¿Les suena? Ya lo creo que sí. Es lo mismo que estamos viviendo, al igual que se repite el mirar hacia otro lado de los gobiernos, pese a las protestas de los ciudadanos que, como las de los pensionistas, cunden. Tras un decenio de crisis económica muy poco explicada, Europa sigue hablando el mismo lenguaje que se resume en tres grandes conceptos: ingresos, presupuestos y prioridades. Dentro de estas últimas, nuestros dirigentes están debatiendo el Ejercito Europeo del futuro, extirpar los rancios nacionalismos que solo crean problemas, o visualizar nuevas salidas para el incremento de más refugiados que se avecina en los próximos años. Así, dentro de muchas instituciones europeas, como dentro de muchos de sus gobiernos, no se habla el lenguaje de la calle. También ocurrió en 1968.

Dentro de muchas instituciones europeas, como dentro de muchos de sus gobiernos, no se habla el lenguaje de la calle

Nuestras primaveras antiguas, como las llama García Márquez, se construyeron bajo cinco principios, muy tocados ahora. ¡Cinco!: igualdad, ciudadanía, juventud, oportunidades e integración. Las diferencias económicas y sociales son cada vez más visibles; no atendemos como es debido el bienestar de nuestros mayores; parece que la juventud no cuenta; crecen los ricos y aumentan los pobres; y lo peor que te puede pasar hoy en día es ser un emigrante, con el “América para los americanos” de Donald Trump, y Europa que se la queden los europeos, que yo me voy en forma de Brexit a la inglesa. Aunque no se admite, de lo que realmente se trata es de la recuperación de un eje político, económico y comercial en el que los países ricos influyan, y el resto hagan lo que puedan. En la primavera actual no hay equidad; hay un interés económico y también mediático (televisivo sobretodo) por pintar una realidad que no es tal, y la prueba más contundente es el porvenir que hemos diseñado para nuestra juventud. Vivir mejor no es posible si todo son estrecheces. No se puede hablar en nombre de sectores concretos de la población con los que, sencillamente, no se cuenta. Empiezan a movilizarse los estudiantes, los trabajadores y los pensionistas, reivindicando unas mejoras que son justas y que provienen del hecho cierto de que la última gran crisis ha recaído sobre las espaldas de los de siempre.

Jóvenes, y mayores merecen más reconocimiento de lo que tienen en el actual periodo de post-crisis

Lo que se cuece en esta primavera tiene que ver con el descontento. El filósofo Emil Cioran, que tanto estudió la inconveniencia de la existencia, decía que “podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho, pero deberíamos estarlo mucho más de lo que no hemos hecho, y ese orgullo está por inventar”. Vistos los hechos y sus consecuencias, Cioran lleva mucha razón. El panorama tras la crisis es encerrarse más en viejas convicciones, hasta llegar a añorar, como hacemos ya muchos, el periodo de convivencia y desarrollo que supusieron los años 70 a 90 del siglo pasado. La historia se escribe para mirar atrás, saber y recordar. Mayo del 68 supuso otra forma de hacer las cosas, que cuajó en el poder político, económico y civil, para exportarse de inmediato a muchos países que vieron en los cambios una oportunidad de paz y desarrollo por muchos años. Así hemos llegado hasta el hoy. El mundo sigue su curso a la espera de nuevos cambios que frenen la creciente pobreza y desequilibrios. Que atiendan sobre todo a los sentimientos de los ciudadanos y sus necesidades. En juego está recuperar el equilibrio necesario entre lo que son y supones nuestros jóvenes, y lo que antes trabajaron los que ahora son pensionistas. Ambos merecen más reconocimiento de lo que tienen en el actual periodo de post-crisis.

Algo se cuece en primavera
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