viernes. 29.03.2024

Becarios a la plancha

Como sinónimos de la palabra becario se asocian los términos pensionado, subvencionado o auxiliado, pero si hacemos una encuesta entre los que están en esta situación, muchos de ellos se definirían más bien como claro ejemplo del abuso. Hasta que el Gobierno no ponga orden dentro de las prácticas laborales, seguirán ocurriendo casos como el de los stagiers, que traducido son los jóvenes estudiantes de cocina que trabajan gratis en el restaurante de un famoso cocinero de estos que salen por televisión, en el MasterChef.

 

Sobre prácticas y becarios, doy por sentado que si alguien está cualificado para hablar de ello, ese es un periodista. Cualquier redactor de la actualidad diaria podría escribir el articulo de su vida contando la experiencia propia de sufridor en redacciones, locutorios de radio y míseros estudios para hacer televisión. Los nuevos escenarios profesionales han sustituido los posters en las paredes por finas pantallas de plasma que reproducen para la galería la CNN o Bloomberg. También han empeorado mucho más porque a cualquier cosa se le llama ahora medio de comunicación. ¡Al grano!: He de decir que desconocía que trasladado el aprendizaje gratuito a lo de la cocina y la gastronomía se le llama stagiers. No confundir con Stargate, que es una novela de Dean Devlin que fue llevada a la gran pantalla del cine con la traducción de Puerta a las Estrellas. Los jóvenes cocineros que sueñan con alcanzar la más terrenal Estrella Michelín son a quienes se define como estos stargiers o cocineros que trabajan, gratis, para aprender en la cocina de algún famoso cocinero estilo MasterChef.

Los jóvenes cocineros sueñan con que las fábricas de sartenes, delantales y cuchillos les firmen suculentos contratos publicitarios

Aquella Nueva Cocina de los años noventa se llama ahora Fogones TV. Horas y horas de televisión dedicadas a MasterChef para cocineros profesionales, MasterChef para aspirantes a serlo, MasterChef para niños, MasterChef para amas de casa versus contrincantes experimentados... ¿Pero nos hemos vueltos locos? No es que todo el mundo en este país quiera ser cocinero, no; es que quieren ser Ferrán Adrià, José Andrés, Arzak, Subijana o Berasategui. Eso sí, su ídolo, televisivo, es Chicote. ¡Pues manos a la obra con el menú de ser un chef famoso, hacerse millonario, publicar libros de recetas y tener tu propio programa de cocina en una televisión de audiencia nacional. De paso te dan bolos. Cobras por dar una conferencia, venga pasta por acudir a una fiesta pública o privada, y las fábricas de sartenes, delantales y cuchillos se te rifan para firmar suculentos contratos publicitarios. Pero la cocina de alturas es una cosa, y la del día a día, otra muy distinta.

El sueño se evapora cuando algunos de estos jóvenes denuncia las precarias condiciones en que trabajan dentro de los restaurantes más famosos de España, y con cocineros que ya gozan de la tan ansiada Estrella Michelín. Los aprendices son más bien cocineros a la plancha. Cocinan casi todo el día, comen y duermen poco, no cobran nada, y si tienen la suerte de vivir en algún piso compartido, el hacinamiento adquiere tintes de patera. La polémica está servida y la balanza se inclina casi por igual entre los que piensan que aprender de los mejores tiene estas cosas, y los que creen que las prácticas, de lo que sea, hay que dignificarlas, asegurarlas y pagarlas. Yo me encuentro entre estos últimos. La culpa no se la hecho al chef televisivo Jordi Cruz, quien ha opinado en Twitter algo parecido a que quien algo quiere, algo le cuesta, y hay que acarrear con las condiciones. Le han llovido (merecidamente) unos cuantos palos, porque el abuso es un hecho muy doloroso, y salimos de una crisis donde se ha abusado de todo y de todos, y ¡ya está bien!

Salimos de una crisis donde se ha abusado de todo y de todos, y ¡ya está bien!

Si verdaderamente somos europeos, y pidiendo y recibiendo tanto dinero del presupuesto comunitario para formación y empleo, España tiene que ponerse de una vez a la altura de lo que es un trato digno a los becarios que hacen prácticas. Vergüenza tendría que dar a las empresas que encima cobran estas prácticas, y el Gobierno perseguirlo hasta volver a poner las cosas en su sitio. Unas prácticas son unas prácticas y los alumnos tienen que llevarlas a cabo de acorde a la profesión que han elegido y prepararles, por lo tanto, en ello. No vale recibir cada verano a miles de becarios para que hagan el trabajo de un empleado fijo y así se ahorran nuevas contrataciones. Mucho menos se puede consentir que alguien que se prepara para saber de marketing (uno de tantos ejemplos), se dedique a buzonear folletos por las calles o saber si el jefe toma azúcar o sacarina con el café. Lo que pasa con estos stagiers es lo que sucede de habitual en este país. Encontrar una oportunidad de aprender a trabajar requiere de unas cláusulas preestablecidas para afrontar este aprendizaje. Cuando hay empresas que se permiten anunciar oportunidades laborales que consisten en recibir únicamente formación laboral, y a cambio pagarte nada más que el ticket del autobús de ir a la oficina, poco podemos añadir sobre las pésimas condiciones actuales a la hora de hacer prácticas. Lo dicho: ¡Ya está bien!

Becarios a la plancha
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