jueves. 28.03.2024

Coronavirus, periodismo y desinformación

La forma en que el Gobierno informa sobre el coronavirus crea controversia. Vale aquello atribuido a Francis Bacon de que la información es poder, y que a la vez sirva para mantenerse en el mismo. Pero es que la relevancia de la noticia son los miles de muertos, cuyos familiares piden explicaciones y respuestas. Centrarte más en lo sanitario y solidario, entrando así en los telediarios, da sensación de desinformación. Los portavoces de la comunicación deberían medir ya el hastío de los espectadores, y los medios, sobre todo las televisiones, meditar sobre la factura que les pasará en adelante su manera de informar.

Muchos de los wasaps que recibo al cabo del día durante este largo confinamiento provocado por el coronavirus proceden de periodistas. En general, les noto asombrados con la manera en que se informa de la pandemia, en especial las televisiones. Detecto igualmente reivindicación de uso de reglas básicas a la hora de contar la actualidad, que están perfectamente recogidas en el código ético de la profesión, que encabeza, como no podía ser de otra manera, la búsqueda en cada noticia de la verdad. Una veracidad que está ahora comprometida por los emisores y fuentes oficiales de la información, por los criterios que aplican los medios y sus propietarios, pero también por Internet, redes sociales, fake news o, directamente, los bulos, que se cuelan en cascada enviados desde los móviles.

El Nuevo Periodismo siempre lo han capitalizado nombres como Tom Wolfe o Gay Talesse (EE.UU). Los españoles, poco o nada sabemos de la vida y obra de un insigne periodista de esta misma corriente, como fue Manuel Chaves Nogales (1897-1944). Le saco a la palestra porque no solo le tocó vivir como periodista la peor época posible para España: la Guerra Civil y posterior Dictadura. Es que sus admiradores, entre los que me encuentro, hablan de un periodista demócrata antes de cualquier otra consideración política, y “enemigo por tanto de los extremismos de izquierdas y derechas”. Por encima de todo, era partidario del diálogo. ¿Les suena lo que recuerdo de la personalidad de Chaves Nogales? Claro, lo revivimos hoy.

“Muchos wasaps que recibo proceden de periodistas asombrados con la manera en que se informa de la pandemia, en especial las televisiones”

Ante el coronavirus o Covid-19 de este 2020, nadie estaba ni está preparado. Evidentemente, miro más a los Gobiernos. Lo que están haciendo desde Pedro Sánchez, a Emmanuel Macron, y no digamos Boris Jhonson, que lo padece en una UCI, o Donald Trump, el imprudente, pero que ahora ve horrorizado, como el resto del mundo, la fosa común abierta en un parque neoyorquino de la Isla de Hurt. Allí se entierran, dicen que temporalmente, cadáveres de personas que nadie reclama. En los digitales españoles encuentras de manera profusa fotos y datos sobre esta noticia, en si misma horrible, y la realidad informativa del terror que estamos viviendo. Lo que sucede es que aquí no hablamos, no abordamos los más de 16.972 muertos que tenemos a 12 de abril, ni mucho menos el estado de sus familias, que ni se han podido despedir de sus seres queridos, ni tampoco enterrarles en condiciones. Aquí, esto es todo lo que se sabe al respecto, a pesar de ser uno de los países del mundo más castigados por este virus, sobre el que hay que investigar periodísticamente su procedencia, si ha venido de la propia naturaleza o ha sido elaborado en un laboratorio.

La información preferente que leemos o vemos de los estragos de la pandemia en España es que contamos con unos sanitarios excepcionales, casi sobrehumanos, un sistema de salud nacional y autonómico sobrepasado, que acusa desde el minuto uno la falta urgente de recursos básicos como pueden ser mascarillas, batas, gafas protectoras o respiradores. Se aprecia también la movilización por parte del Gobierno de España de una cantidad muy grande de recursos económicos, porque la economía ya está muy tocada y lo que viene en adelante, para todos los sectores productivos en general, no es nada halagüeño. Necesitarán del Estado y la dudosa Unión Europea en todo momento, hasta que se pueda volver a despegar, dentro de años. No tengo datos del exterior, pero hay otro hecho muy destacable en España, este para bien. Contamos con una sociedad civil volcada en todo lo que está pasando, que se ha puesto manos a la obra, a donar, a recaudar, lograr, comprar y traer. Son aspectos que no podrán olvidarse, ya que han paliado (y cómo) las escaseces iniciales para atajar la pandemia, así como las deficientes compras gubernamentales de los productos necesarios, mascarillas o test, adquiridos precisamente en China, país del que salió el Covid-19. 
 
Honestamente, creo que todo lo que he narrado hasta este párrafo son, simple y llanamente, los hechos, lo que ha ocurrido, sin tener que maquillar, exagerar o rebajar intensidad al caos. Al principio citaba aquel Nuevo Periodismo que acarreaba investigación y reportajes en profundidad, que conseguían abrir portadas con casos como el Watergate, que terminó con la presidencia y carrera política de Richard Nixon. Hasta que llegamos a la primera parte de este siglo XXI. Por un lado, nos encontramos con la grieta profunda que la crisis económica ha dejado en los medios de comunicación, que les ha hecho más dependientes de la banca, multinacionales y grupos de inversión. Por otro, están las maneras o si quieren el estilo de hacer periodismo que, a fin de cuentas, es de lo que se trata, y no tendría que haber cambiado para mal. 

“Los medios y sus redacciones deben hacer escrupulosamente su trabajo, hablar de los miles de muertos y dar visibilidad a sus familias”

No hay disculpa que valga, ni siquiera la irrupción de Internet y las redes sociales. Muy al contrario, se empieza por aceptar las ruedas de prensa sin preguntas, manera de informar ya extendida como una plaga, y se termina porque el poder informe a través de una televisión de plasma o mediante preguntas filtradas por el Gobierno, que para bochorno plantea el propio portavoz de prensa del presidente. La protesta formal o los manifiestos firmados por reputados periodistas y de diferentes medios resultan tardíos, pero al menos es un principio para devolver al periodismo su naturaleza que no es otra que la independencia. Una relación parecida a la separación de poderes. Nunca he tenido clara la idea extendida de la prensa como un cuarto poder. Si fuera así, no existirían estos ninguneos. Aunque sí creo que los medios y sus redacciones deban hacer escrupulosamente su trabajo, y hablar de lo que realmente está ocurriendo, que en este caso son miles de muertos a diario y dar además visibilidad a sus familias, que tienen mucho que decir al respecto. Las televisiones, sus editores y presentadores, por eso de la transparencia que propicia una imagen, deberían cuidar este extremo como nadie. Un informativo no pude repetir nada más lo que ha dicho el Gobierno. Debe ir más allá, contar los hechos, sacar a todos sus protagonistas, denunciar lo que sucede, y tratar que los responsables pongan soluciones porque se lo demanda la opinión pública, les vote o no. Al menos, este es el periodismo que a mi enseñaron.  


 

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