miércoles. 24.04.2024

Cuando el adversario habla inglés

Europa se siente cada vez más traicionada por Estados Unidos. Antes formaban un bloque político-económico que se diluye, aunque la mayoría de los ciudadanos vivamos sin notarlo (aún), preocupados más por los problemas cercanos que los lejanos. Razonable pensamiento que debe contribuir a desenterrar el viejo espíritu europeo, aunque sea a costa de enemistarse con el país que nos ha venido dirigiendo, en inglés, desde el final de la última gran guerra. 

Tras el abrazo del oso que supone para Europa la salida de Inglaterra de la Unión, es ahora Estados Unidos quien quiere darnos la puntilla, con la única finalidad de restar al Viejo Continente poder político y poder económico. La actual apuesta de Bruselas por la paz mundial, la democracia, el desarrollo de los pueblos o la conservación de su medio ambiente, poco tiene que ver con lo que se plantea para las mismas cuestiones desde Washington, Londres y Moscú. Es lo que Jacques Delors, uno de los grandes europeistas, explica en el sentido de que Europa no es solo un resultado material sino más bien un estado de la mente. Muy cierto: esto es lo que nos distingue, incluso cuando se pueden calificar los tiempos de muy convulsos, por una desunión patente entre los que antes se hablaban y tuteaban como aliados.

Resulta fácil y rápido dirigir las culpas hacia gobernantes egocéntricos como Trump o Putin. Demasiado simple. Más bien, tanto cambio viene provocado porque atravesamos nuevas situaciones, que tienen que ver con los efectos de la crisis. Los ciudadanos hablamos a diario cuestiones relativas a lo que pasa en nuestras ciudades, pueblos y barrios. Por supuesto, también está nuestro trabajo. Y, finalmente, aquello que nos influye tras leerlo, verlo y escucharlo en los medios de comunicación. Nuestra afinidad con la política nacional está clara, pero no tanto cuando se trata de visualizar todo aquello que traspasa fronteras. ¿Nos inquietan las situaciones en Corea del Norte, Irán o Venezuela? Eso se lo dejamos a los diplomáticos, pese a que no deberíamos perder de vista un concepto reavivado desde que entramos en el 2000. Ese concepto es la desconfianza. Que países concretos vayan por libre en aquellos temas que son del interés común no es bueno. Pasa ahora con Estados Unidos, del que ya se empieza a hablar en París y Berlín como el amigo que fue pero ya no es.

La apuesta de Bruselas por la paz mundial es lo que Jacques Delors llama el estado de la mente europea

Se han dicho tantas cosas sobre los amigos y los enemigos que muy pocas me convencen ya. Reconozco, eso sí, el gran valor que tiene aquí, en Europa, donde hemos ganado a través de la historia las cotas más altas de libertad. Hablando sobre nuestros errores (todos), es como debemos seguir siempre hacia delante. Nos lo predijo Schopenhauer al escribir que los amigos se suelen considerar sinceros, los enemigos realmente lo son, y por esta razón es un excelente consejo aprovechar todas sus censuras para conocernos un poco mejor a nosotros mismos, algo similar a cuando se utiliza una amarga medicina. Tuvimos al filósofo alemán hasta 1860, año de la Guerra de Secesión entre el norte y el sur de Estados Unidos, pero pareciera que vaticinaba ya entonces como nos íbamos a encontrar hoy dentro de Europa, en la necesidad de redefinir y fortalecer el término unión y nuestra relación con las primeras potencias que hablan en inglés. Lástima que Donald Trump o Vladimir Putin no hayan leído nada de Arthur Schopenhauer.

Si los norteamericanos hablan de muros, Europa debe derrumbarlos, y si no hablan de Cambio Climático, la Unión debe frenar la contaminación

El pasado 9 de mayo conmemoramos el Día de Europa, y he de decir que agrada comprobar la especial implicación de nuestros jóvenes con lo que es una patria de todos. Me da igual que lo hagan mediante estudios, viajes o búsqueda de trabajo, pero al menos existen todas estas posibilidades. El miedo real europeo no debe ser perder como aliado a Estados Unidos, un país que va a su aire. El problema más serio sería perder nuestra identidad, de ahí que debamos autochequear todo lo malo que tenemos ahora e intentar ponerle solución. Si los norteamericanos hablan de muros con México, Europa debe derrumbarlos. Si Washington incendia cada vez más todo Oriente Medio, Bruselas debe sofocar los fuegos con tan buena diplomacia que sea más visible la paz que la guerra. Si el presidente norteamericano no quiere oír hablar de Cambio Climático, la UE debe poner freno a los desmanes de un desarrollo altamente contaminante que no conviene a nadie, empezando por el planeta.  A fin de cuentas, bien o mal, mejor o peor, con crisis o sin ella, Jacques Delors expuso una gran realidad al mezclar el sentimiento europeo con el alma.

Cuando el adversario habla inglés
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