sábado. 20.04.2024

Un desconfinamiento que espera de civismo

Reflexiones desde casa. Día 47.

Parece que nos hemos acostumbrado a llamar desconfinamiento, también desescalada, a poder salir de casa con normalidad. Desde el principio de suceder todo, ni una ni otra denominación me parecen las más adecuadas. Salgan bien o mal los planes oficiales, la tendencia es a recoger dentro de ellos términos y explicaciones que no se compenetran con el lenguaje de la calle. No se extrañe luego nadie de que la comunicación sobre el Covid-19 no llegue como es debido a quien mejor la ha de recibir y entender: el pueblo. Se llame como se le llame a las cosas peliagudas, luego hay que hacerlas como es pertinente, caso de abandonar un tiempo al día el hogar, y comportarte en las calles como establece, para mayor seguridad, el Ministerio de Sanidad. Antes de que el Señor Pico llegue, hay que ver que las prevenciones se cumplen escrupulosamente. No veo necesario anteponerme a los acontecimientos, es decir, lo que va a ocurrir en este puente de mayo, y sí esperar al día o los días después, donde ya podamos sacar conclusiones positivas o negativas del inicio de las fases de la desescalada como las ha dado en llamar el Gobierno. Una buena amiga me lo puntualiza cada vez que tengo ocasión de conversar con ella: “Mi querido Miguel, la educación, la formación si lo prefieres en la escuela, es la base de todo lo malo que nos pasa y de todo lo bueno que esté por acontecer”. Nunca se lo he porfiado, y menos ahora que los ciudadanos debemos poner a prueba la nuestra (la educación) en las calles, mediante el paseo espaciado, los niños jugando donde se ha establecido, o hacer deporte, sin necesidad de empezar a correr sin saber cuándo terminar, como lo hizo el actor Tom Hanks (que ha superado el coronavirus) en la película Forrest Gump. Cumpliendo bien se aprueba en urbanidad. Me gusta más llamarlo civismo, porque tiene una  definición muy completa: “Comportamiento de la persona que cumple con sus deberes de ciudadano, respeta las leyes y contribuye así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás miembros de la comunidad”. Al ser tan explicito, ahora ya saben porque es una de las palabras del diccionario que más gusta enunciar, pero que cada vez menos se practica. El antónimo de civismo es destrucción, y para eso ya lo está haciendo bien el Covid-19. Una pandemia exige, de manera radical, un comportamiento adecuado al peligroso momento que atravesamos, pero vaya usted a meterse en la cabeza de cada ciudadano, porque pronunciarse de forma general sobre el comportamiento de la gente es errar seguro. Para eso ya está, y tendrán trabajo a destajo en el futuro, los psicólogos y sociólogos. No por ello, voy a terminar de forma rotunda: saldremos del virus, si paramos los contagios, y eso solo ocurre cumpliendo las indicaciones que se nos hacen continuadamente desde las instancias políticas y sanitarias. Ahora toca desconfinarnos, palabra nada bonita, lo repito, pero hay que cumplir a rajatabla con lo que implica, visto lo que nos jugamos: el futuro.
 

Un desconfinamiento que espera de civismo
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