miércoles. 24.04.2024

¿Educar sin deberes?

No es fácil educar cuando es la educación la que falla en sí, y ya no distingue entre lo que es mejor y peor porque todo el mundo opina. A las críticas por los malos resultados de nuestro sistema educativo se suma ahora la petición de padres para que sus hijos no tengan excesivos deberes que hacer en casa. En vez de esas tareas, se pide más tiempo para el ocio y la reflexión. Puede definirse como empezar la casa por el tejado, sino somos ambiciosos respecto a construir en Europa una educación común que sea pilar de cómo somos y lo que representamos en el mundo.

El debate de si son muchos o pocos los deberes que se ponen a los escolares nació el primer día en que hubo escuela. Definitivamente, en este país no sabemos cómo hacerlo bien en educación y son varias y muy diversas las causas. En primer lugar está aprobar una nueva Ley de Educación cada vez que se produce un cambio de Gobierno. En segundo, que estamos a la cola de Europa en resultados educativos por alumno. Y en tercero, que nunca hemos logrado la coordinación debida entre lo que se enseña en la escuela, los institutos y la universidad, y lo que demandan nuestras empresas, por no incidir en el casi inexistente hábito de nuestros estudiantes por hablar correctamente un segundo idioma como es el inglés.

El mal uso de las tecnologías es mayor problema que los deberes

Con este panorama surge ahora con fuerza  el hecho de que muchos padres, agrupados ya, cuestionan la gran cantidad de deberes que sus hijos traen a diario a casa. En algunos casos, la denuncia se topa con el hecho de que los escolares pasan la tarde e incluso las primeras horas de la noche resolviendo las tareas del colegio. A cambio de los deberes, se pide más tiempo libre para el ocio y la reflexión, que alguien definirá como que tiene coña la cosa. ¿Es acertado este debate ahora? El sistema educativo español requiere de soluciones en su conjunto, y supongo que este nuevo acontecimiento debería de formar parte de todo lo que hay que debatir, mantener, mejorar o cambiar. Guste o no escucharlo, es una realidad que hasta el día en que no se produzca un gran consenso en torno a cómo debe ser la educación, no hay nada que hacer. Si las cosas no han ido a peor hasta la fecha es por el hecho de que maestros y profesores ponen todo de su parte para sacar adelante a sus estudiantes con gran profesionalidad. Y la autonomía para saber cuál es el mejor método a emplear dentro y fuera de las aulas debería corresponder a los docentes. Sí, son ellos quienes deberían tener la primera y la última palabra sobre los deberes.

Tengo la sensación, aunque no lo aseguro al cien por cien, de que tantas reformas educativas como se han hecho en los últimos años, a quien menos se ha tenido en cuenta es a la propia comunidad educativa y lo que piensa de verdad sobre determinadas cuestiones relativas a aulas, horarios, disciplina, exigencias, prácticas e incluso el uso de las tecnologías. Este último sí que es un autentico problema, más que los deberes. El mal uso de las tecnologías dentro de las aulas está causando estragos. Las autoridades educativas están seriamente preocupadas por las Redes Sociales, y por un aumento del machismo, la xenofobia y la violencia física y dialéctica que se ceba con los más débiles. Con todo esto quiero decir que deberíamos poner orden en las auténticas prioridades de nuestra educación. ¿Hay que concluir primeramente si los chavales tienen muchos o pocos deberes?, ¿nos debemos centrar más en inculcarles valores que les hagan tolerantes, respetuosos y emprendedores?, ¿se debe conectar más la escuela con la empresa y la innovación?, ¿lo vamos haciendo en partes o en conjunto? Por otra parte son las viejas preguntas de siempre con respecto a un mismo tema.

La nueva Europa se construye con una educación común

En vez de educar bien, nos dedicamos constantemente a hablar de cómo hacerlo mejor. Sí hay una solución, y es que Europa eduque igual en el conjunto de sus países. La construcción europea no ha sido fácil y ahora no vive precisamente uno de sus mejores momentos, pero es necesario seguir avanzando. Para su permanencia en el tiempo como Unión, Europa tiene tres cuestiones básicas en las que ha de estrechar lazos definitivos. Son la solidaridad, la educación y su propia seguridad. Todo el camino andado hasta ahora está muy bien pero es insuficiente para unos nuevos tiempos que exigen unos nuevos acuerdos y tratados. Resulta surrealista que Europa mida el avance de su educación en general, cuando en Inglaterra se hace de una manera, en Francia de otra, y en Noruega es también diferente al igual que en España y Portugal. Una auténtica Unión debería de haber empezado por aquí. No lo ha hecho, aunque nunca es tarde para actualizar. Las auténticas reglas sobre la educación es una cuestión que afecta a todos: Estados, administraciones, centros, profesores, alumnos y sus padres. Pero cabe delimitar a quién corresponde las decisiones finales y para ello el punto de partida, como digo europeo, debe ser un nuevo sistema educativo (y definitivo) a seguir. Sinceramente creo que introducir problemas al problema, como si son muchos o pocos deberes, no aporta mejoras a un déficit tan grande como tenemos en educación y la mejor manera de impartirla.


 

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