sábado. 20.04.2024

Grandes fortunas y donaciones sociales

No pensemos ni por un instante que todo el mundo ve bien las aportaciones de las grandes fortunas del mundo para causas sociales concretas. Ocurrió en España con la donación de sofisticados equipos tecnológicos contra el cáncer para hospitales públicos, y ahora hay también debate sobre la reconstrucción de Notre Dame con el dinero aportado por los más ricos de Francia. Lo que no se ve claro, es mejor legislarlo. 

 

El 28 de marzo de 2017, ninguna otra noticia fue de tanto alcance en España como la que anunciaba que la Fundación Amancio Ortega, el dueño de Zara, donaba 320 millones de euros a los hospitales públicos de todas las comunidades autónomas, para la renovación de sus equipos de diagnóstico y tratamiento radioterápico del cáncer. La polémica duró varios meses y las redes sociales se llenaron de comentarios a favor y en contra de la medida, al pensar unos que son los presupuestos del Estado los que deben sostener la sanidad, mientras otros creen que puede ser un gasto compartido entre lo público y lo privado. En realidad, la crisis económica y los denominados recortes, se concentraron mayormente en la privatización en parte de muchos hospitales públicos, algo que no veo bien,  y va a ser el tiempo el que diagnostique finalmente si fue o no una medida acertada

Han pasado dos años de aquella millonaria donación de 320 millones en España, y la reconstrucción de la catedral del Notre Dame de París recupera el debate sobre recibir de buen grado las cuantiosas aportaciones económicas procedentes de las grandes fortunas francesas. Apellidos como Pinault, desembolsando 100 millones, Arnault, 200, Bettencourt, otros 200 millones, o multinacionales como la petrolera Total, 100 o Société Genéralé, 10 millones, lejos de pretenderlo, han contribuido a echar más leña a ese fuego, que casi acaba con lo que uno de estos ricos franceses denomina como un “símbolo de Francia, su herencia y de la unidad francesa”. Realmente, son palabras demasiado gruesas como para zanjar rápidamente el debate, diferenciando claramente entre partidarios y no partidarios de maridar el dinero público, y si han de aceptarse por parte de las Administraciones Públicas donaciones como las comentadas para los hospitales españoles o devolver la imagen anterior a las llamas de una majestuosa catedral como la de Notre Dame.     

La crisis económica y los recortes privatizaron hospitales públicos, algo que no veo bien, y el tiempo diagnosticará si fue una medida acertada

Es verdad, y hacemos bien, que los ciudadanos tenemos una tendencia natural a pedir la aprobación de leyes concretas en aquellos vacios o lagunas legales que consideramos un perjuicio para una gran mayoría. En ocasiones, resulta algo parecido como clamar en el desierto, porque incluso la presentación de millones de firmas que buscan el debate y la aprobación de leyes demandadas caen en el vacío, por diferencia de opiniones, sensibilidades y, por supuesto, ideologías. Otro ejemplo colateral lo encontramos en lo poco que sabemos de los Lobbies, como grupos de presión que son, que dirigen acciones tendentes a influir ante la Administración Pública, para promover decisiones favorables a los intereses de sectores muy concretos, principalmente industriales

El país vecino ha vuelto a dar una lección sobre lo que son cuestiones sagradas de una sociedad que no se cuestiona sus principales y valores

A donde quiero llegar es que el verdadero reimpulso a la idea de Europa estriba en seguir adelante con una legislación común, que verdaderamente nos sirva para salir de los obstáculos de sustentar un Estado del Bienestar, y qué hacer cuando ese dinero no resulta suficiente para financiar cuantiosos proyectos considerados como sociales. ¿Pueden entrar aquí aportaciones diferentes a las públicas? Depende de lo que estemos hablando. Hay cuestiones que a mi juicio deben quedar siempre salvaguardadas de este debate, principalmente en todo lo relacionado con la educación y la sanidad. Luego, si hablamos de cultura o de patrimonio histórico-artístico, como puede ser el caso de Notre Dame, se ha venido demostrando que toda ayuda es poca dentro de la pertinente colaboración público-privada. En el caso francés, y en concreto con todo lo acontecido con la casi destrucción de Notre Dame, el país vecino ha vuelto a dar una lección sobre lo que son cuestiones sagradas dentro de una sociedad que no se cuestiona jamás lo que son sus principales y valores. Así, no cabe diferenciar entre lo que unos y otros pueden aportar, cuando llega el caso desgraciado de esta catedral, auténtico símbolo de Francia. Allí y aquí se ha llegado a titular que “Arde París”, y hasta la Comisión Europea ha pedido la aportación económica de todos los países socios para la reconstrucción de Notre Dame. Con todo, no estaría de más que el Parlamento Europeo dejara claro en adelante dónde está el límite legal filantrópico, porque hay tantos apoyos como recelos a las donaciones de las grandes fortunas a las causas sociales. Mejor sería dejarlo claro, legalmente, para siempre.   

Grandes fortunas y donaciones sociales
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