viernes. 29.03.2024

Paix, paz

En nombre de cada uno de los asesinados en el atentado de Paris, debemos invocar más que nunca la paz. En nombre de cada uno de los heridos y aquellos que se encuentran en un estado crítico, tenemos que ser capaces de descifrar las fórmulas para alcanzar un entendimiento mundial, que respete a todos los pueblos por igual, y no merme la libertad ciudadana que acarrea cada nueva brutalidad cometida en nombre de esto y aquello.

La Monnaie de Paris, el equivalente a lo que aquí llamamos la Casa de la Moneda, presentó recientemente una nueva serie monetaria que destaca porque en el anverso de las monedas se resalta la palabra Paix. El respeto o paz, junto a la libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia y laicidad, son por excelencia los valores que impulsan a la República Francesa. Muchos de ellos, por no decir todos, saltaron por los aires en este último atentado del 13 de noviembre de 2015, que arroja (cuando escribo este artículo) el asesinato de 132 seres inocentes, más de 300 heridos, casi 100 de los cuales se encuentra en estado extremadamente grave.

Precisamente la plaza de la República fue una de las cercadas por la policía en la noche del atentado. Me espeluznó leer los primeros datos del brutal acto terrorista, y como los periodistas recogían las palabras de un jefe de las unidades anti incendios al apostillar a sus subordinados: “París está en guerra”. Es cierto: estamos en medio de una guerra no declarada, que cada poco tiempo coloca bombas, explosiona trenes o aviones en pleno vuelo, y asesina a bocajarro en plena calle o dentro de una sala de fiestas en la que la gente quiere diversión en la noche de viernes, tras una intensa semana de trasiego y preocupaciones. Esto es lo que han encontrado a su afán de vivir en paz: una muerte injusta.

Ninguna muerte es una más, pero estas van a cambiar radicalmente el panorama. De hecho, ya ha empezado a ocurrir cuando Francia declara el estado de excepción, cierra fronteras y da amplios poderes a sus prefectos en todo el territorio para contrarrestar cualquier posible sospecha de que pueda llegar a suceder lo acontecido en los distritos 10 y 11 de París en la noche fatídica del 13. La desconfianza sólo ha hecho que empezar. Ya ocurrió tras los atentados del 11-S de Nueva York, con la implantación de nuevas medidas de seguridad y el reforzamiento de los poderes de todos los servicios de inteligencia, a fin de conocer de antemano los pasos que piensan tomar los enemigos de la Paix. Todos perdimos un poco de libertad. Creo sinceramente que con la desconfianza no se arregla nada y que es necesario dar pasos que ahora no sabría enumerar, pero que obviamente tienen que ver con la consecución de una paz mundial. ¿Cómo se ha conseguido la paz a lo largo de nuestra historia? Hablando, dialogando y negociando hasta llegar a ponerse de acuerdo en unos puntos concretos, y sin levantarse de la mesa las delegaciones, hasta llegar a ese entendimiento que los ciudadanos pacíficos  pedimos y exigimos.

Hoy, ahora, hay demasiados focos bélicos abiertos en el mundo como para evitar nuevas barbaridades que luego se quieren justificar en nombre de causas o religiones que de ninguna manera pueden violar lo más sagrado como es quitarle la vida, porque yo lo digo, al prójimo. Lo han dicho alto y claro los pacíficos asistentes al partido Francia-Alemania en el Estadio de Francia. Salieron ordenadamente del campo de fútbol, entonando La Marsellesa, su himno nacional. Algunas de sus estrofas dicen esto: “Los dueños de nuestro destino, no serían más que unos viles déspotas. ¡Temblad! tiranos, y también vosotros, pérfidos, oprobio (vergüenza) de todos los partidos! Vuestros parricidas proyectos, van al fin a recibir su castigo. Todos son soldados para combatiros. Si perecen nuestros héroes, Francia produce otros nuevos dispuestos a aniquilaros. ¡Franceses, como magnánimos guerreros, sufrid o rechazad los golpes! Perdonad estas pobres víctimas que contra su voluntad se arman contra nosotros…” Pongamos que es lo que ocurre ahora en Francia, contagiado el resto del mundo.

Paix, paz
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