jueves. 28.03.2024

Una semana en estado de alarma, estupefacción y esperanza

Cuando acabe el estado de alarma nos convertiremos en hijos e hijas de unas calles, ya seguras. Intercambiaremos también conclusiones y críticas de cómo y por qué llegamos a esta pandemia que nos arrebata a miles de seres queridos, a la cabeza de los cuales están nuestros mayores. Ni siquiera hay despedidas en condiciones para los fallecidos por coronavirus. Terrible, terrible, terrible.    

La Organización Mundial de la Salud, conocida más como la OMS, explica en su web que el COVID-19 es una enfermedad infecciosa causada por el coronavirus. Sus síntomas comunes son fiebre, cansancio y tos seca. La ha declarado pandemia mundial, y pese a todo mantiene que el 80% de las personas se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, aunque subraya que 1 de cada 6 personas contagiadas desarrolla una dolencia grave que conlleva serios problemas para respirar.

Empiezo con la OMS porque me han enviado tal cantidad de información, por e-mail y sobre todo wasap, que uno puede acabar realmente angustiado, entre la reclusión forzosa en casa, y todo lo que se habla, se escribe y se asegura sobre el coronavirus de marras. Siendo el móvil la vía preferida para comunicarnos, la información oficial ha ido de menos a más, con muchos atriles y muchos portavoces. Dentro de los medios de comunicación, lo digital (máxime sin salir de la vivienda) es la elección preferente, y en las televisiones hay de todo, como en botica, aunque prima el sensacionalismo y los tertulianos sabelotodo, que también conocen al detalle los entresijos del coronavirus. Las redes sociales no las cuento porque no son medios de comunicación, aunque intoxican de lo lindo.

“En España hay tres evidencias. Hubo un exceso de confianza total, no había planificación alguna, y se va a salto de mata en cada día que pasa”

Hablemos del COVID-19. En España hay tres evidencias que nos han llevado a esta situación de estado de alarma, que tiene en su casa a la casi totalidad de españoles, salvo aquellos profesionales que nos están ayudando en el envite, auténtica legión, con los sanitarios a la cabeza. Las evidencias son que aquí hubo un exceso de confianza total, pese a los avisos reiterados de muchos. No había planificación alguna de que algo así podía llegar a ocurrir. Y ahora se va a salto de mata en cada día que pasa, para mantener con oxigeno a un sistema sanitario desbordado por los miles de contagios, a la espera de que se llegue a un techo, y comience la curva descendente de esta nueva enfermedad que tiene acojonado al mundo.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la palabra mundo no recobraba tanto protagonismo debido al miedo. El término describe el conjunto de cosas que existen y de la humanidad. Poco o nada nos paramos a pensarlo. Tal es así, que la división en las medidas adoptadas ante el coronavirus patentiza aún más la nula sintonía de los países que un 24 de octubre de 1945 fundaron la ONU. Nada será igual cuando pase el peligro, y a muchos responsables de la política, nacional, regional y local, la opinión pública les hará la prueba de Rayos X relativa a su actuación, a qué hicieron y cómo se comportaron. Personalmente, nada esperaba de los Donald Trump o Boris Jhonson, pero como ciudadano de la Unión Europea me he sentido en muchos momentos abandonado a mi suerte. Los nombres de los culpables, aquí y en todas partes, irán saliendo.

Por lo demás, se hace bien en hablar de unidad y reconstrucción, ya que el reloj se pondrá a cero, cuando la OMS dé oficialmente por concluida la pandemia. Ojo, terminada, no es que haya pasado el peligro. El problema común de todos los países debería ser frenarla en África o Latinoamérica, que no cuentan con los grandes recursos de las potencias, que no se librarán de salir de ésta con sus finanzas arruinadas.

“Habrá que hacer más fuertes a los hospitales y la sanidad pública y privada, que saldrá absolutamente reventada de esta crisis sanitaria”
 

¿Cuál será la lección cuando salgamos de casa allá por abril, y dejemos atrás el cabreo? Contéstese usted mismo. Antes del coronavirus, que seguirá ya de por vida entre nosotros pero con vacuna, el egoísmo se había apoderado del mundo, de los países, de las ciudades, de sus sociedades. Lo mismo cabe señalar de la intolerancia, especialmente dentro de la política. Algunos se definen políticos, mientras a través de las redes sociales desean a otros el contagio por coronavirus. Ni les voy a citar por sus nombres, ni hace falta, ni vale la pena. Prefiero mirar hacia adelante, al futuro. Nuestro país y muchos de sus ciudadanos, como médicos, enfermeras, celadores, farmacéuticos, servicios de limpieza, policías, bomberos, militares, voluntarios de protección civil, vigilantes de seguridad, agricultores, ganaderos, trabajadores de alimentación y colaboradores sociales de todo tipo, lo están dando todo para que otros estemos a salvo en casa. Habrá que recompensarles en lo que podamos, para hacerles más fuertes y menos vulnerables, como es el caso notorio de los hospitales y la sanidad pública y privada en España, que saldrá absolutamente reventada de esta crisis sanitaria. Y es que, realmente, la historia y consecuencias del coronavirus, aún está por escribirse. Esta vez, no sé por cuántas más si seguimos haciendo barrabasadas, la podremos contar.  

Una semana en estado de alarma, estupefacción y esperanza
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