sábado. 20.04.2024

Drama en la escuela

¿Qué pensaría el músico que vive en Nueva York al ver que en una clase de 23 niños 14 de ellos se quedaban en casa por el frío?

Una mañana de finales de febrero amaneció un poco nevada y la mitad de los padres del colegio de mi hija decidieron que sus hijos no fueran a clase (ah, los padres de hoy en día, siempre más de prevenir que de lamentar quedar sepultados en 3 centímetros de nieve que se deshace a las 10 de la mañana; son los héroes de nuestro tiempo). Esa mitad de niños se perdió la oportunidad de ver y oír a alguien como Pablo Sáinz Villegas, que ese día iba al cole del pueblo, de ese pueblo tan olvidado según dicen algunos. ¿Qué pensaría el músico que vive en Nueva York al ver que en una clase de 23 niños 14 de ellos se quedaban en casa por el frío?

A media mañana estábamos sepultadas en casa por toneladas de nieve

El martes pasado nos superamos todos y la Dirección de ese mismo colegio decidió suspender las clases con el visto bueno de la Consejería por previsión de nieve. Por mucho que busqué previsiones de aquí y allá, la cosa no pasaba de lluvia y frío de 7 grados en ningún sitio, pero yo qué coño sé de las profundas razones que llevan a cerrar un colegio de 200 niños. Pero menos mal, porque salvaron la vida de nuestros chiquillos; fue horrible, tías. A media mañana estábamos sepultadas en casa por toneladas de nieve y apenas nos quedaba algún mendrugo de pan duro que llevarnos a la boca. Las tuberías se habían congelado y nos vimos obligadas a filtrar nuestra propia orina para no morir de sed. El frío era aterrador y no nos quedó más remedio que quemar las sillas y la mesa de la cocina en un improvisado hogar en el pasillo para conseguir una temperatura compatible con la vida humana. La parte positiva fue que pude aplicar todas las técnicas de supervivencia aprendidas después de tantos libros y películas de catástrofes naturales y apocalipsis y, así, logramos sobrevivir: mantuve la calma, alejé a los enemigos y me dispuse a ir sorteando uno a uno todos los baches que el camino de la supervivencia me pusiera por delante. También aproveché para adelantar un poco de materia escolar, que llevan el año regularcillo entre unas cosas y otras. Fue todo muy duro, aún me cuesta hablar de ello pero gracias a mí y, sobre todo, gracias a la acertadísima decisión de alguien que dirige un colegio de Primaria, lo logramos; superamos un 20 de marzo terrorífico. Mi dulce chiquilla, mientras sobrevivía a esas extremas condiciones climatológicas, estuvo por la calle jugando con sus amigos porque, a ratos, ni siquiera llegaba a llover. A ratos, hasta salía algún rayito de sol.

El aviso de la suspensión escolar, además, se hizo la tarde anterior desde algún sillón de casa a través de grupos de chupipandis de WhatsApp. Mañana no hay cole. Pásalo. Confío en que se haga oficial como forma de aviso a padres y madres a partir de ahora, molamos mucho.

Y yo, contra la opinión general, digo que los niños de ahora no son peores, no son diferentes. Somos nosotros, joder, nosotros somos peores. Suerte tendrán si logran salir adelante si siguen nuestro ejemplo.

Y, cielo, claro que podrás ser lo que te propongas, pero mañana al cole no se va si hace mucho frío.

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