miércoles. 24.04.2024

El fuego como síntoma

Es necesario un esfuerzo colectivo de concienciación para que desde el respeto a la sabiduría ancestral de nuestro mundo rural cambiemos las prácticas menos sostenibles adaptándolas al siglo XXI. El síntoma es claro e inconfundible, ahora toca acertar con el diagnóstico y más importante aún con el tratamiento.

Recientemente fueron publicados en prensa los resultados de un interesante estudio científico que demostraba que en distintos ecosistemas de todo el mundo la misma ecuación matemática se repite para explicar las relaciones predador-presa. Lo curioso del tema es que dicha función exponencial también es la misma que regula la fisiología de los organismos, lo que más allá de las bonitas connotaciones metafísicas (hipótesis Gaia, etc.) sirve para justificar la siguiente parábola. Y es que si consideramos a los ecosistemas como un único organismo vivo interconectado, no cabe duda de que algo va terriblemente mal en los ecosistemas cántabros. De la misma forma que la fiebre nos advierte de que algo no va bien en nuestro cuerpo, los incendios que han asolado los montes de Cantabria las pasadas navidades deberían servir para que todos nos preguntemos que está pasando en los montes de Cantabria. Los incendios forestales que todos los inviernos asolan el norte de España no son un fenómeno natural en los bosques atlánticos a diferencia de los bosques Mediterráneos. Son una terrible excepción con una extensión y virulencia única en Europa. Pero es que además, mientras que en Galicia la superficie quemada ha descendido en los últimos años y en Asturias se ha mantenido, en Cantabria no ha dejado de aumentar.

Es necesaria una política de prevención valiente que empiece por llamar a las cosas por su nombre. No son pirómanos ni "terroristas ambientales" los que están quemando nuestros montes, sino incendiarios sin escrúpulos

Las razones para este negativa tendencia son varias y complejas, pero con una raíz común, el abandono del mundo rural por parte de las administraciones. Los distintos gobiernos de Cantabria hasta la fecha solo se han preocupado de acallarlo a base de subvenciones sin afrontar ninguno de los problemas de fondo que lo asolan. El envejecimiento de las poblaciones rurales, el deficitario sistema de explotación (se calcula que hasta el 60% de los ingresos totales de los ganaderos vienen de las subvenciones), la falta de incentivos para el desarrollo de un nuevo modelo económico y los vestigios de una cultura del fuego atávica convergen para explicar porque un pequeña minoría de ganaderos aún considera una buena idea pegarle fuego al monte. A esto hay que sumarle el efecto de las subvenciones de la PAC (Política Agraria Común) que no solo no están ayudando a combatir el problema, sino que lo están agravando, al estar condicionadas a la existencia de pastos sin matorrales o arboles. Es decir, que para que los ganaderos puedan recibir el 100% de la subvención es necesario que las zonas reclamadas como pastos estén libres de otra vegetación. A partir de aquí, pueden imaginarse el resto...

Desde Podemos Cantabria creemos que es necesario una política de prevención valiente que empiece por llamar a las cosas por su nombre. No son pirómanos ni "terroristas ambientales" los que están quemando nuestros montes, sino incendiarios sin escrúpulos que esperan obtener un beneficio económico del fuego, poniendo en riesgo la vida de todos y especialmente de los guardas forestales y demás miembros de los cuerpos de extinción de incendios. Por ello, el primer paso para combatir los incendios forestales debe ser evitar el lucro económico con el fuego. Para ello, la actual ley de montes ya cuenta con las herramientas adecuadas, los acotamientos, que impiden el uso de las zonas quemadas para pastos durante un máximo de 5 años. Acotamientos, que los sucesivos gobiernos apenas han utilizado por miedo a las consecuencias electorales. Ya es hora de que esto cambie.

El uso del fuego está profundamente arraigado en nuestra cultura rural a pesar de los graves daños económicos que causa cada año

También es necesario ahondar en la planificación. No todas las zonas que no son bosque, son necesariamente aptas para el pasto y es a las administraciones locales y autonómicas a las que corresponde tomar las decisiones pertinentes que faciliten una ganadería extensiva compatible con la regeneración de nuestros ecosistemas. La aprobación del Plan Regional de Ordenación Territorial (PROT), pendiente de redactar desde hace años, es un primer paso imprescindible que debiera darse antes de finalizar la legislatura, tal y como ha prometido el gobierno. La necesaria planificación territorial, incluyendo los acotamientos, debe hacerse desde el consenso, siempre que sea posible, por lo que es necesario incentivar el diálogo constante entre ganaderos, administración, asociaciones ecologistas, etc. En este sentido, el desarrollo de una mesa del fuego, análoga a la mesa del lobo o a mesas similares que ya existen en otras comunidades es sin duda una iniciativa interesante. Estas medidas deben venir acompañadas de un verdadero plan de desarrollo rural, que acabe con la cultura de la subvención y facilite el desarrollo de nuevos modelos económicos también en el mundo rural. Por último, es necesario profundizar en la educación ambiental. El uso del fuego está profundamente arraigado en nuestra cultura rural a pesar de los graves daños económicos que causa cada año, sus perjudiciales efectos para el suelo, la destrucción del paisaje y el riesgo para las personas. El fuego independientemente de si se trata de una quema controlada o de un incendio descontrolado esteriliza el suelo y lo empobrece, facilitando además su erosión. Es por todo ello necesario un esfuerzo colectivo de concienciación, para que desde el respeto a la sabiduría ancestral de nuestro mundo rural cambiemos las prácticas menos sostenibles adaptándolas al siglo XXI. El síntoma es claro e inconfundible, ahora toca acertar con el diagnóstico y más importante aún con el tratamiento para que incendios como los de las pasadas navidades no se vuelvan a repetir. Sean los bosques cántabros un único organismo vivo interconectado o no, lo que es seguro que responden a la misma ecuación matemática, esa que dice que están mucho mejor si no se queman. 

El fuego como síntoma
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