sábado. 27.04.2024

Andrés Navamuel (Liébana, 2000) ha sido uno de los integrantes que han protagonizado la primera ascensión al Annapurna -la montaña más mortal del planeta, temible por sus avalanchas- en invierno. El cántabro ha integrado la expedición comandada por Alex Txikon en Nepal, donde ha ejercido como fotógrafo y videógrafo.

Todo comenzó con una cámara réflex que le regalaron por la Primera Comunión. Y de tomar fotos por ocio en los partidos de baloncesto de su hermano, a retratar las gélidas paredes de uno de los 14 ‘ochomiles’ del planeta. 

Quién les iba a decir a sus padres que aquel regalo inocente llevaría a un chaval a sus 22 años a fichar por Trangoworld y a los 24 a ir a una expedición al Himalaya con Alex Txikon, y quién nos iba a decir que una Primera Comunión fue útil por una vez. Esta es la historia de Andrés Navamuel, que durante un viaje de trabajo a Pirineos saca un rato para charlar con nosotros y contarnos su experiencia.

¿Cómo se te presenta la oportunidad de formar parte del equipo de ascensión de un referente en la montaña como es Alex Txikon? ¿Cómo es trabajar con él en el día a día?

El verano pasado hicieron un evento en Asturias de la marca Trangoworld, de la que soy embajador, y coincidí con Alex Txikon y con Javi Guzmán, que también son embajadores. Estuvimos tres días juntos y haciendo montaña y demás, muy guay, y un día en la habitación me suelta: ‘oye, ¿no querrás venirte conmigo al Annapurna de cámara?’.

Para mí, Alex es un referente de la montaña y yo le dije que claro, que me apetecía, pero que igual tendría que pasar antes por Alpes o Andes y me dijo, qué narices, te vienes conmigo este invierno. Fue muy espontáneo, estuve un par de días que no me lo creía.

Alex es muy exigente y es un terremoto, no para quieto, requiere mucha energía poder seguirle el ritmo. Se aprende un montón estando con él y te hace salir de tu zona de confort, que eso siempre es bienvenido.

Hacía 36 años que nadie había intentado subir en invierno. La calificaría como inhóspita

¿Cómo describirías la ascensión que hicisteis al Annapurna, la primera que se hace en invierno en 36 años?

Hacía 36 años que nadie había intentado subir en invierno. La calificaría como inhóspita. En una ascensión como está cuando la meteorología te acompaña, en primavera o verano, los campos base están llenos y se pierde un poco esa magia que tiene la montaña de estar en conexión con la naturaleza.

Subir en invierno es alucinante. Estás tú solo y como mucho otras diez personas ante una montaña de más de 8.000 metros y sientes que no eres nadie. El Annapurna tiene fama de ser muy mortal por las avalanchas y la gente no se anima en invierno porque aumentan aun más las posibilidades de avalancha. Ha sido una experiencia mágica.

¿Qué ha sido lo más duro? ¿Y lo mejor?

Sarna con gusto no pica, que se suele decir. El mes y medio que estuvimos ahí arriba a 4.200 metros no fue fácil en ningún momento, no estás a gusto como en casa, pero te acostumbras a estar allí y lo disfrutas. Cuando subías con mucho peso y poco oxígeno y dormías en el saco lleno de cosas y cuatro en la misma tienda, la mochila, las botas… las noches eran muy largas y era duro, dormíamos a 15 grados bajo cero en el campo base. 

Nos metíamos en la tienda a las cuatro de la tarde que se iba el sol y, a veces, salíamos a las 10 de la mañana con los primeros rayos de sol. Estabas frío e incómodo porque con suerte dormías la mitad del tiempo, el resto del tiempo estabas mirando al techo y pensando en todo. 

Lo mejor era despertarte cada mañana y ver esa pared gigante, las vistas increíbles, los momentos con los sherpas, con los compañeros… esos momentos en la montaña valen oro, aunque en el momento tal vez no lo disfrutas tanto.

Andrés Navamuel

¿Cuánto tiempo ha durado la expedición?

La expedición en sí ha durado un mes y medio, prácticamente, no llegó. Mes y medio en el campo base norte del Annapurna a 4.200 metros y después la ascensión es parte de ello, te vas aclimatando. Subes al campo 1, duermes y bajas, subes al campo 2, duermes y bajas… el cuerpo se tiene que ir aclimatando a tanta altura, que yo no estaba acostumbrado. Después, hay una ventana buena de tres o cuatro días y subes a la cima. Es un proceso lento en el que te tienes que ir aclimatando poco a poco.

¿Qué tipo de preparación a nivel físico se requiere para afrontar un ‘8.000’? ¿Y a nivel técnico (equipos, alimentación, oxígeno…)?

Yo vivo por suerte en Liébana, a los pies de Picos de Europa, y metí caña los dos meses previos a correr por el monte y andar con peso. No metí nada de gimnasio, pero de cara al futuro voy a trabajar tren superior, brazo y pectoral, que no lo llevaba muy preparado. Correr mucho y comer mucho, tampoco mucho más. Eso sí, una semana antes de ir no hice nada porque tienes que ir descansado. Allí pierdes mucho peso en altura por eso tienes que ir con una buena masa muscular.

El tema de los equipos es lo más complejo. Siempre se lleva oxígeno porque está bien tenerlo, pero Alex no lo utiliza salvo que haya un percance. Es una logística impresionante. Llevamos cuatro tiendas para el campo base, que pesan 20 kilos cada una, también tiendas en altura, que pesan cada una 5 kilos, y llevamos unas 20 porque se rompen un montón. Hacen falta sacos muy potentes porque las temperaturas te pueden bajar hasta los 30 grados bajo cero y luego todos los equipos. Fui para allá con tres petates, unos 50 kilos en total. Además, llevamos bastante comida de España porque allí se come arroz y lentejas y se agradece tener comida. 

Y a nivel mental y emocional, ¿cómo te preparas para la ascensión al Annapurna con los índices de mortalidad que tiene y más en invierno? ¿Cómo se afronta ir a un viaje del que sabes que puedes no volver?

En esta ocasión yo no era muy consciente de dónde iba y lo agradezco. Sé que hay riesgos porque hago montaña, sabes lo que hay y lo aceptas, pero esto es diferente, sabes que no depende de ti. En cualquier momento puede venirse abajo y haber una avalancha. Yo confío mucho en Alex. No puedes pensar en las cosas negativas, pero es obvio que es un tema delicado. A mí me preocupa más por la gente que me rodea que por mí.

Como fotógrafo y videógrafo, ¿cuál es tu rol dentro del equipo?

Mi rol requiere estar con todos los sentidos puestos, cargando con peso siempre de más, levantándote el primero y acostándote el último para ver las estrellas… tienes que llevar lo mismo que los demás y además los drones, las cámaras, las baterías… llegas al campo base y te pones a editar pasando frío, es duro.

Yo tengo que captar todo lo que sucede en la expedición para la gente que no puede estar allí y verlo y crear contenido para las marcas, que es lo más importante porque son las que nos permiten vivir este tipo de experiencias. La imagen es fundamental hoy en día y por eso mi rol es tan importante.

Andrés Navamuel

Por último, ¿cuál ha sido la parte más complicada a la hora de realizar tu trabajo? ¿Cómo haces para enviar fotos desde un lugar tan inaccesible?

Eso es lo más complicado, el poder enviar todo. Teníamos un rúter, si se puede llamar así, que funciona vía satélite, pero con 10 gigas al mes que eso no es nada. Para enviar una imagen por WhatsApp tardaba 5 minutos, eso cuando funcionaba y solo por las noches con el generador encendido. 

Era muy limitado. Simplemente mandar los mensajes justos a la familia para que supieran que estás bien y enviar contenido a las marcas. Lo más complicado era el frío. Se te congela la cámara, las baterías, el dron… te agota mentalmente porque el frío afecta mucho y eso contando con que las condiciones no sean muy adversas.

¿Por qué elegiste la fotografía?

Empecé a hacer fotos con 15 años, en 2015, y empecé porque tenía una cámara réflex que me habían regalado en mi comunión. Mi hermano jugaba al baloncesto y empecé a hacer fotos en los partidos y me gustaba captar las emociones de la gente. Después empecé a hacer retratos con amigos y fotografías creativas.

Gracias a la fotografía me enamoré de la montaña

¿Cuándo y por qué te enamoraste de la montaña?

Con 18 años me fui a vivir a Taiwán, a Taipéi. Allí estuve dos años y me enganché a hacer fotografías de la gente, de la naturaleza… me salieron algunos trabajos allí y empecé a verlo más viable. Gracias a la fotografía me enamoré de la montaña. Subía a la montaña a hacer fotos chulas del atardecer, lo típico que se llevaba en redes sociales.

Hasta que comencé a ir a la montaña, pero sin la cámara. A disfrutar de la montaña simplemente. La gente del mundo de la montaña me enseñó a verla de otra forma y a día de hoy van ligadas la fotografía y la montaña, que me ayudan a vivir tantas experiencias.

¿Quién es tu referente?

He tenido muchos referentes. Vas cambiando según vas cambiando tus gustos. A día de hoy lo que más me gusta es la fotografía de montaña y el más grande es Jimmy Chin. No será el mejor fotógrafo, pero cada foto que sube transmite una historia y eso es lo que más me gusta.

A nivel nacional me gusta mucho Carlos Llerandi, que es uno de los que más me han inspirado. Ha estado en expediciones con Kilian Jornet y me enseñó que es posible combinar la fotografía y ser un atleta, porque para estar ahí lo tienes que ser.

¿Cómo un chaval de Liébana de 22 años consigue ‘fichar’ por una marca referente como Trangoworld y hacerse alpinista?

Lo más importante es hacer lo que te gusta, no engañarte a ti mismo y creer en ti. En 2019 contacté con varias marcas, pero no era nadie y no les llamé la atención. Pero seguí creyendo en lo que hacía y un día me llamaron y me dijeron que querían que representase a la marca en el norte de España.

Has realizado una de las ascensiones soñadas por cualquier amante de la montaña, pero, ¿qué sueño te queda por cumplir?

Como objetivo no me viene nada a la cabeza, pero quiero seguir explorando, disfrutando y aventurándome y no perder las ganas. Eso también lo considero un sueño. 

Y bueno, por supuesto que me gustaría conquistar algún ‘8.000’, cualquiera de ellos, no me fijo en el nombre, sino busco una montaña que me llame y no es que por llamarse Everest tenga que ir sí o sí. Si una montaña tiene 6.000 o 7.000 y me llama más la atención, me gusta más.

No tiene mucho que ver con la montaña pero también me gustaría pasar seis meses en un ‘rompehielos’ en el polo norte o la Antártida como fotógrafo documentando una expedición.

Vemos que hay mucha inconsciencia y, por desgracia, y tú lo sabes porque vives allí, hay demasiados rescates y situaciones de peligro de gente que se piensa que ir a la montaña es un paseo y existe mucho riesgo. ¿Qué consejo le das a alguien que quiere iniciarse en este mundillo de la montaña?

Yo le diría que vaya paso a paso. No porque vea en redes o alguien le diga que tiene que hacer algo, vaya a hacerlo. Que disfrute del proceso y vaya poco a poco. A todos nos ha pasado hacer algo que nos supera y no lo disfrutas y lo pasas mal porque está por encima de tu nivel. Hoy en día lo queremos todo ya y no vamos poco a poco.

Lo que sí recomiendo, si ya tienes un poco de nivel, es contratar un guía de montaña. Fuera de España tienen muy bien visto contratar un guía, pero en España nos creemos que podemos hacer de todo y hay cosas que nos superan. Hay profesionales que están ahí para ayudarte y le recomiendo a la gente que contrate un guía, que es más seguro, hay que concienciar a la gente.

¿Crees que se respeta lo suficiente los entornos y la naturaleza en la montaña por parte de los usuarios?

Depende con quien te inicies en la montaña y qué valores veas. Creo que, si ves la montaña limpia, no la vas a ensuciar, pero si la ves sucia te va a dar igual. Yo creo que la gente que va al monte y es montañera de verdad sí lo respeta, no tengo duda de ello. La montaña hay que respetarla porque no solo vamos nosotros, hay animales y faunas que viven allí. No solo en tema basuras, sino también no hacer ruido, no gritar… hay que respetar al medio. En España no lo veo un gran problema, creo que la gente sí respeta la montaña, en general, en otros países quizá sí.

Por último, se han hecho virales varias imágenes de masificación en lugares como, por ejemplo, en Everest. ¿Crees que se está fomentando esta masificación y que habría que hacer algo para pararlo por el bien de la naturaleza?

Sobre el Everest, es cierto que va mucha gente, y eso está bien y mal. Está llevando dinero a países que no lo tienen, aunque es cierto que hay mucha corrupción, pero siempre es bueno que la gente lleve dinero a Nepal. Eso está bien.

Las fotos que se ven de esas colas son porque hay ventanas de buen tiempo y todo el mundo quiere subir, eso es un riesgo porque te puedes quedar frío, pero es un día puntual.

Por aquí hay mucha gente en Pirineos o también en Picos de Europa, pero si te sales de lo turístico tampoco hay tanta gente. Está bien que la gente vaya a la montaña porque es algo saludable si lo haces con control. No sirve de nada criticar, salte de esas zonas tan famosas que las montañas son enormes. Ojalá algún día las llenemos, eso significará que tenemos tanta pasión por la montaña como en otros países. No creo que haya un problema de masificación.

El cántabro Andrés Navamuel, en los ojos de la montaña más mortal del planeta
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