viernes. 26.04.2024

Lo confieso, he pecado, creo en el Senado

Hagamos una cámara más flexible, con más competencias, con más control de las actuaciones del Ejecutivo, con más intervenciones ante la misma, pero sobre todo si tenemos una distribución territorial con el Estado de las Autonomías, necesitamos un Senado que las represente como una verdadera cámara territorial.

Lo confieso, he pecado, creo en la importancia de la Cámara Alta. Creo en la importancia de su trabajo, me parece totalmente necesaria y una garantía para todos los ciudadanos, una garantía para que nuestras leyes sean más justas, para que nuestros derechos sean respetados, creo en su función de cámara de segunda lectura que ponga a nuestra legislación la reflexión necesaria, también es muy importante por la representación de las inquietudes y por el control del trabajo del ejecutivo, como órgano de representación territorial, e incluso creo en el buen hacer de algunos senadores.

Sí, ya sé que después de esta confesión, he perdido toda credibilidad, que estoy condenado de por vida al mayor de los descréditos. Que cualquier opinión que emita quedará en duda permanente. Que cuando vaya por la calle puedo ser señalado como aquel iluso que creía en el Senado.

Quién no ha oído manifestaciones como "que el Senado no sirve para nada, que es un cementerio de elefantes, un pesebre de estómagos agradecidos, un lugar donde se entierran, con un buen sueldo, a los políticos en vida"... hay quien por no valerle el Senado, no le vale ni su ubicación.

Pero en la vida tienes que juzgar por los hechos, por cómo te han tratado, por las soluciones que han aportado a los problemas que has planteado, y sinceramente, el Senado, ese que nos dicen que no vale para nada, es el que ha tenido sensibilidad con nuestra Asociación de Maltratados por la Administración, ante situaciones penosas como son las que padecen miles de ciudadanos que nunca han sido ni juzgados, ni condenados y que pese a ello les quieren derribar su patrimonio, su hogar. En el Senado, donde quizás menos lo esperábamos, hemos encontrado comprensión, sensibilidad, empatía,... Buena prueba de ello ha sido la aprobación de dos modificaciones legales, los artículos 319.3 del código penal y el 108.3 de LRJCA, que han nacido para dar soluciones a unas situaciones tan duras e injustas.

Es verdad que después de muchos años el Parlamento y el Gobierno de Cantabria han tomado el asunto de una forma más adecuada, pidiendo perdón a las víctimas e intentando con convenios entre afectados e instituciones encontrar cómo reparar el grave daño causado, lo cual sin duda ha ayudado, ya que el propio Parlamento instó al Gobierno de España a buscar este tipo de soluciones.

Ahora bien, en nuestro largo peregrinar durante más de 10 años por las instituciones, quien más nos ha sorprendido, y sobre todo por la rapidez de sus actuaciones, ha sido el Senado; es verdad que las instituciones las hacen las personas que están allí, y nosotros hemos tenido quizás la fortuna de encontrarnos con Senadores que trabajan, que les aseguro que existen, que hemos sido testigos de ello; otra afirmación que me costará cara, lo sé; pero quiero ser justo. Hemos encontrado personas que nos han dedicado su tiempo, que se han preocupado por nuestra situación, que nos han escuchado y se han puesto en nuestro lugar, esto ha pasado, aunque pueda parecer imposible, en el Senado de España.

Tengo que reconocer que antes de haber pasado por esta Institución mi opinión sobre el mismo era la que tiene la mayoría de los ciudadanos, y la que tienen los amigos que no han vivido nuestra experiencia; por lo cual, algo muy mal están haciendo los propios senadores para que su trabajo sea tan poco considerado y valorado. Es verdad que con tantos casos de corrupción  la "profesión de político" se ha ganado a pulso el descrédito, unos por sus actuaciones y otros por no haber puesto los medios necesarios para no ser contaminados.

¿Cuántas veces hemos hablado, e incluso escrito, sobre la reforma del Senado? Es un clásico en nuestra política, un fijo en los programas de los partidos políticos, junto con la subida de las pensiones, la disminución del paro...

¿Cuántas veces hemos dicho aquello de que hay que reformar el Senado, que tiene que ser una verdadera cámara territorial, tal y como reconoce el artículo 69.1 de la Constitución, que tiene que tener más competencias y menos senadores, para disminuir un coste de más de 55 millones de euros, que es muy elevado? Pero han pasado 30 años y uno no recuerda ningún cambio reseñable en las funciones de Senado.

Aunque nuestra experiencia tampoco ha sido muy profunda, creo que los propios senadores tienen complejo de su propio trabajo. Es cierto que en ese colectivo posiblemente haya gente que estaba mejor en otras ocupaciones, y además hacen un flaco favor a los que trabajan mucho y bien. Demasiados exministros, expresidentes de comunidades, expresidentes de partidos, ex... demasiado ex y pocos es, demasiado pasado y poco futuro. Tener mucho pasado no tiene porqué ser un defecto, a veces todo lo contrario, no podemos olvidar su origen histórico como "el consejo consultivo formado por ancianos"; esto es, el valor de la experiencia, pero también hacen falta nuevas ideas y energías. Los primeros que tienen que creer en el Senado son los que hacen las listas para el mismo.

Sinceramente, el problema no está en la Institución, está en el uso que de ella están realizando los partidos, que merece una reflexión por su parte, y una dura crítica por la nuestra. Demos una oportunidad al Senado, hagamos una cámara más flexible, con más competencias, con más control de las actuaciones del Ejecutivo, con más intervenciones ante la misma, pero sobre todo si tenemos una distribución territorial con el Estado de las Autonomías, necesitamos un Senado que las represente como una verdadera cámara territorial. Otros países de nuestro entorno pueden servir como referencia, quizás nos hemos quedado en tierra de nadie, mirando los modelos anglosajones del Reino Unido y EE.UU., queriendo realizar un híbrido que no cumple bien ni con la misión de segunda lectura ni con la representación territorial del 69.1 CE.

Seguro que es mucho más popular decir cuánto nos ahorraríamos los ciudadanos si suprimiéramos el Senado, contar los sillones vacíos en muchas sesiones, describir la larga lista de altos cargos en el mismo, y su falta de actividad e intervenciones. Es cierto, no es fácil defender algunos comportamientos, pero hay que distinguir entre las actuaciones personales y las instituciones, quitar órganos de representación a los ciudadanos no es ahorrar, es degradar y limitar su presencia en esas instituciones.

Estas son de esas opiniones que se suelen escribir con seudónimo, pero también es verdad que el Senado ya no tiene quien le escriba.

Lo confieso, he pecado, creo en el Senado
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