viernes. 26.04.2024

Nos duele Cataluña

Tanto hablar de cómo tiene que ser la casa, se les han olvidado los que viven en ella.

Hablar, aunque sea como hipótesis, de la posibilidad de segregación de una parte del Estado, del independentismo, es muy difícil sin herir sensibilidades, y es que las ideas de unos y otros parten de un convencimiento tan profundo, donde es aquello tan viejo de " estás conmigo o estás contra mi" o eres del Junts pel Sí o del Junts pel NO, los demás son poco menos que unos "frikis".  

Pero, ¿qué ha pasado para que más de un millón de personas tomen las calles de Cataluña pidiendo la independencia? ¿Para que en las encuestas un porcentaje entorno del 50% de la población esté apoyando la secesión de Cataluña de España?.  Desde luego, no es sencillo reunir tantas personas y en varias ocasiones por un objetivo; es más, hay que buscar situaciones muy excepcionales para ver unas movilizaciones tan multitudinarias.  Siendo cierto, que el sentimiento de nación de Cataluña se remonta a un lejano pasado, pero no es menos cierto, que siempre parecía más una utopía de un grupo de idealistas nacionalistas, que una posibilidad real.

Sin embargo hay que reconocer que, ya sea por sus aciertos o por las equivocaciones de otros, hoy han conseguido la paradoja de poner legitimidad -"como capacidad de un poder para obtener obediencia sin necesidad de recurrir a la coacción que supone la amenaza de la fuerza,  así un Estado es legítimo si existe un consenso entre los miembros para aceptar la autoridad vigente"- contra las propias normas Constitucionales, de tal forma, que lo que es legal puede no ser democrático, y lo que es legítimo puede ser imposible.

¿Qué pasaría si el 90% de Cataluña votara a favor de la independencia?, ¿tendría derecho a la misma?,  ¿sería legítima su declaración unilateral de independencia? . Entre las obligaciones constitucionales de un Estado está la defensa de la unidad territorial, ningún Estado hace normas contra sí mismo, pero , ¿es legítimo que si una parte del territorio se quiere separar, los demás no tengan nada que decir?, ¿es aceptable que alguien que no quiere perder su nacionalidad lo pueda hacer por una declaración unilateral de una parte del territorio?. Si para cambiar el Estatut se necesitan 2/3 del Parlamento, ¿cómo es posible que para declarar la independencia pueda valer con una mayoría simple?. Demasiadas preguntas con soluciones muy dispares según interpretemos las normas.

Ver el derecho internacional nos puede ayudar, las soluciones para Escocia y Quebec son unos clásicos, pero también unos referentes en estas situaciones, y no olvidemos que en los dos procesos, se tensionó mucho la población, así en el Referéndum de independencia de Quebec de 1995, los independentistas se quedaron a menos de un punto porcentual de conseguirlo, con el 49,4 % de los votos, pero se lograron varios objetivos, entre ellos conseguir una paz social por lo menos para unas décadas.

Es difícil de entender, ¿cómo es posible que el rechazo a convivir dentro del Estado Español haya crecido en 5 años más que en 500 años de una historia en común?. Puede ser por los errores y provocaciones que vienen por las dos partes, pero es que una de ellas es la que está cumpliendo su objetivo, salir de este marco jurídico, y que cada vez haya más personas que quieran vivir en un Estado independiente. Recordar la recogida de firmas contra el Estatut, boicot a los productos catalanes, sentencias del TC en contra de un Parlamento y de la voluntad de un pueblo manifestada en referéndum, desde luego no han sido ni las posturas más inteligentes, ni las que han dado los resultados más positivos.

A todo esto hay que añadir la clara falta de liderazgo y visión política de aquellos que defienden en la propia Cataluña una Comunidad dentro del Estado, el descrédito de los partidos mayoritarios, los que han tenido responsabilidad de Gobierno en España desde la Constitución del 78  y convertidos en los menos votados, es digno de una serena reflexión. La utilización de Cataluña para conseguir votos en otros caladeros dentro de España,  refrenda aquello de "déjales que hablen, con cada ataque nos están dando más votos". Aseguraba algún dirigente catalán independentista que pocos han hecho tanto para darles apoyos como declaraciones de algunos presidentes y ex-presidentes de Gobierno de España y de Comunidades Autónomas.

La unidad nacional como un principio inamovible es en sí mismo un concepto rancio, que suena a otros tiempos oscuros vividos en nuestro país. A los ciudadanos se les convence con razonamientos, argumentos,... y eso es lo que ha faltado durante mucho tiempo. Dejar que el tiempo solucione los problemas por sí mismos, funciona para recoger la fruta madura, pero no para situaciones donde uno va cuesta abajo, sin frenos, y con las manos en los bolsillos.

Es cierto, que en una Europa sin fronteras inventarnos unas nuevas tiene poco sentido, pero las cosas se han gestionado tan mal , que para un gran número de ciudadanos en Cataluña sí merece la pena. Puede que haya nuevos adeptos a la doctrina de la separación desde el poder autonómico, para tapar sus propias miserias, pero desde el poder central la corrupción no es menor. Por ello, cuando hay más personas haciendo trincheras, construyendo muros, que haciendo puentes, el resultado no nos puede sorprender.

Parafraseando a Unanumo "me duele Cataluña" y el desgarro que se está produciendo, dividiendo una sociedad, que como diría Antonio Machado "entre unos y otros nos están helando el corazón" resulta totalmente injustificable.En un reciente artículo el expresidente del Gobierno  Felipe González hacia comparaciones, quizás algunas poco afortunadas, con Albania y la condena a la infiernos de la soledad, pero también manifestaba razonamientos que merecen ser escuchados   "Sé que en el enfrentamiento perderemos todos. En el entendimiento podemos seguir avanzando y resolviendo nuestros problemas". Posiblemente estas palabras las compartamos muchos en Cataluña y fuera de Cataluña, desde el respeto, el diálogo, y quitando la tapa para que haya menos presión, hay cosas que se tienen que cocinar a fuego lento, necesitan tiempo para una reflexión profunda y sosegada.

No hace mucho el Plan Ibarretxe iba a acabar, o al menos dividir el Estado. Menos "apocalipsis now" y más compresión, si el nacionalismo es un sentimiento lo es para todos, los que se sientan catalanes, vascos, gallegos, cántabros... y los españoles. El 28 de septiembre también saldrá el sol, y la preocupación del parado, del emigrante, del que le cuesta llegar a fin de mes, seguirá siendo una realidad, sea cual sea el diseño territorial. Tanto hablar de cómo tiene que ser la casa, se les han olvidado los que viven en ella.

Ya expresaba su inquietud el poeta catalán Joan Maragall "¿dónde estás, España, dónde que no te veo?. No oyes mi voz atronadora. No comprendes esta lengua que entre peligros te habla..."

Nos duele Cataluña
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