sábado. 27.04.2024

Los conflictos bélicos y las mujeres

Estamos en un punto en que los conflictos armados no dejan de aumentar, las crisis se suceden una detrás de otra y los recursos naturales escasean. En estas situaciones las desigualdades de género aumentan, y es por ello por lo que las mujeres, en estos tiempos, juegan un papel difícil.

Pero es en estas circunstancias cuando las mujeres pasan a ser “ahistóricas”, aunque su papel sea totalmente activo como integrantes de la sociedad en la que se desarrollan los problemas. Por lo tanto, las mujeres tienen un relato histórico que hay que enseñar.

“La guerra es la peor experiencia que puede vivir un ser humano; sus consecuencias son imprevisibles y, en el mejor de los casos, tardan años a superarse” (Gonzalo Berges).

En los conflictos bélicos, el papel de las mujeres queda invisibilizado, pese a ser tan protagonistas como los hombres y sufrir las consecuencias. En tiempos de guerra, a la mujer se la ve como parte de la población civil, aunque también sufre la guerra, no solo en lo relativo al campo de batalla.

Las guerras no solo se libran en el frente, sino en todo lo que supone el ver llegar la guerra y la llamada a los hombres a formar parte de las tropas, lo cual deja sobre las mujeres la responsabilidad de avituallar a sus familias buscando comida y defendiendo sus casas, asumiendo en solitario la tarea para sobrevivir en una situación de pobreza, de pérdida de trabajo y de destrucción del hogar. En muchas ocasiones, en un intento de huir del conflicto o de sus consecuencias, se convierten en desplazadas o refugiadas, solo acompañadas de sus pequeños y a pesar de los peligros a los que se exponen, como el tráfico de personas y la trata con fines de explotación sexual. Asumen solas el exilio, obligadas a afrontar en solitario todas las responsabilidades y el cuidado de lo que queda de su familia.

En otras ocasiones la violencia contra mujeres y niñas se generaliza en el conflicto y hasta se utiliza como táctica de guerra, “el terror sexual”, convirtiéndose en botín de guerra, pudiendo ser víctimas de tortura, ataques indiscriminados, asesinatos, amenazas, secuestros, desapariciones forzadas, detenciones, encarcelamiento, violencia sexual, desplazamiento o reclutamiento forzado.

En algunos contextos de guerra, ven cómo sus cuerpos son utilizados como campo de batalla, y las agresiones sexuales como arma de guerra. Es imperativo luchar contra la violencia sexual también en las zonas de guerra, así como contra su impunidad.

Las resistencias contra la guerra tienen rostro y cuerpo de mujer, pero las guerras se han contado sin nosotras y nos han hecho invisibles. Si se elimina de este modo a las mujeres, se está mostrando una visión sesgada y parcial de lo que significan las guerras.

Es por todo esto que la construcción de paz no puede comprenderse sin las mujeres, sin las feministas. De hecho, la comunidad internacional ha reconocido que la participación de las mujeres es esencial para lograr una paz duradera, como queda recogido en la Resolución 1325 de Naciones Unidas sobre Mujeres, Paz y Seguridad (2000), que insta a incrementar la participación y representación de las mujeres en la prevención, la gestión y la solución de conflictos armados.

Los conflictos bélicos y las mujeres
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