miércoles. 15.05.2024

No me fío

Unos dirigentes responsables, formados y preocupados por lo común, deberían explicar el riesgo que afrontamos sin demagogias. No vale que eludan sus responsabilidades cargando las culpas unos sobre otros mientras no cambian nada.

Durante los años de la burbuja mi jefe me animó para que me comprara un piso. Tenía un buen trabajo, un contrato indefinido, los bancos daban facilidades y los pisos nunca bajaban de precio. Parecía un negocio redondo y sin duda una gran oportunidad de inversión.

Entonces pensé que era su empleado, si compraba el piso pasaría a ser su esclavo.  Nunca me gustó adquirir obligaciones sin la seguridad de poderlas afrontar. Y es que comprar un piso con una hipoteca a veinte o treinta años, y que además compromete más de la mitad de un salario me parece una locura.

En aquel momento ya se empezaba a hablar de la burbuja inmobiliaria y de construcción, del excesivo endeudamiento de las familias, y del desmadre que suponía la proliferación de cajas y  el crédito a raudales conseguido solo con enseñar una nómina, a veces ni siquiera eso. 

Pasaron los años, empezó la crisis económica mundial, estalló la burbuja española, y todo aquel optimismo y bonanza que nos invadía se convirtió en tragedia. Rescates, paro, quiebras, derrumbe de precios, desahucios… La empresa quebró y nos fuimos todos a la calle. A  mucha gente la crisis le pilló con casa, coche y vacaciones a crédito. Un drama que todos conocemos.

Hoy muchos vemos con intranquilidad la nueva burbuja, esta vez de deuda pública: esta deuda es de todos. Soy de los que echa la cuenta de lo que me tocará pagar cuando veo las cifras. También fue de todos la participación en la guerra de Irak o el rescate indiscriminado a la banca. Yo no lo hubiera hecho pero este es mi país, mi democracia. Unos pocos toman  decisiones que nos afectan a todos. Además de votar, la democracia implica también derechos y obligaciones (colectivas).

Cuando estalle esta nueva burbuja, que la mayoría pensamos que es impagable, tendremos una nueva crisis de dimensiones desconocidas. Si queremos jugar al capitalismo estas son las reglas nos gusten o no. Habrá que negociar con Rusia y China (entre otros), y no creo que les valga el argumento de que el neoliberalismo es malo. Ese día perderemos soberanía y libertad.

Esta crisis la estamos sufriendo todos pero no nos afecta a todos por igual. Las decisiones individuales condicionaron nuestra exposición al riesgo de la crisis cuando prendió la mecha del desastre. Lamentablemente en este caso las decisiones son colectivas y lo serán sus consecuencias.

Unos dirigentes responsables, formados y preocupados por lo común, deberían explicar el riesgo que afrontamos sin demagogias. No vale que eludan sus responsabilidades cargando las culpas unos sobre otros mientras no cambian nada. Mucha confrontación y poca solución.

No me fío de quienes nos endeudan sin explicarnos cómo pagaremos. No me fío de quienes pretenden solucionar el problema sometiéndolo a referéndum. No me fío de quienes no cumplen sus compromisos. No me fío de de quienes se escudan en enemigos exteriores. Tampoco de Rusia ni de China. Llegados a este punto, no me fío de casi nada.

No me fío
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