sábado. 27.04.2024

En la cita con lectores y actualidad destaca la autocomplacencia

Ni nos lo dicen ni lo queremos saber, pero la situación mundial es penosa. Jamás aceptaré una guerra como salida a cualquier conflicto. A Ucrania y lo poco que nos importa, sumamos ahora Israel y Palestina. Miles de inocentes mueren a manos de la intolerancia, la avaricia, el poder y la acumulación de territorio y sus recursos. Pero no se engañen, es nuestro sino. Por eso, la mayoría estamos a lo propio, complacidos de que nos vaya bien. De preguntarle a los españoles qué es lo que realmente preocupa, tendríamos respuestas para todo y conclusiones chocantes. Es lo que tiene la falta de reacción y el yo, a lo mío.

 

Repetirse en los artículos es de mal opinador y peor periodista. No duden que cuando alguien insiste en un monotema es por puro interés de calentar la cabeza, para influir después en la opinión pública. Hoy por hoy, en España resulta difícil salirse de un guion de cuatro o cinco temas que están encima de la mesa, y que tienen que ver todo con gobernar, que parece lo único importante en estos momentos y es que, ciertamente, lo es, por las muchas cuestiones que dependen del poder y su capacidad presupuestaria.  

El filósofo Voltaire tiene algunas buenas frases sobre el aburrimiento. Como que el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo. Como que conviene siempre esforzarse más en ser interesante que exacto, porque el espectador lo perdona todo menos el sopor. Se ha hablado mucho de las secuelas que deja el Covid, pero menos de las cerebrales que tienen que ver con el hartazgo, la desidia, la abulia, el cabreo, la manipulación, la mentira y la confrontación permanente de bloques ideológicos. 

“Haríamos mejor en escuchar a nuestros mayores, que han conocido la guerra, el enfrentamiento, la necesidad y dar la espalda a la reconciliación”

En ríos de tinta, noticias en digital, horas de radio y de televisión, tenemos los monotemas, aunque los reconozco trascendentales, de una amnistía, un referéndum, investidura, elección de jueces, y lo que opina cada grupo sobre algo determinado, que es completamente opuesto, se trate de lo que se trate, como si hablamos del tiempo. Nadie está satisfecho con nada. Pues, verán, este articulo lo voy a dedicar a pensamientos prácticos. Empiezo señalando que, en vez de creer que tenemos razón en todo, haríamos mejor en escuchar a quienes más saben, nuestros mayores, que han conocido todo lo que pronosticamos hoy como malo, desde la guerra, el enfrentamiento político y social, la necesidad y dar la espalda a la reconciliación, como se hace ahora de una punta a otra del mundo, que medioambientalmente nos hemos cargando. 

Pese a la veneración literaria que le tengo, voy a contradecir a Gabriel García Márquez, cuando decía que los párrafos trascendentales de un artículo son el primero y el último. Hasta ahora, le he dado mayor relevancia a que, por lo cenutrios que somos, decidamos atender las buenas ideas, los consejos de los sabios y honorables, para que todo lo que hemos construido y hecho bien no se vaya al garete. Paremos las guerras, que van en aumento. Ucrania, Israel y Palestina. Estamos debatiendo temas absurdos, casi preocupados por nimiedades, simplemente por vivir cuanto más mejor, caso de España, y parece que no va con nosotros la expansión del mapa bélico. ¿Dónde quedó el “No a la guerra”? Debería ser un grito unánime. En vez de esto, volvemos a los bloques. Unos dan la razón y apoyan a Rusia, otros a Ucrania, y la historia se repite con Israel y Palestina. ¡Por favor! 

Nos estamos descerebrando como civilización. Va a dar igual quien gobierne, como el conflicto del odio se propague, y empañe también como está haciendo a lo que hasta hoy han sido grandes organismos para el diálogo y la paz, caso de la ONU. Creemos que tenemos una pila de problemas que nos aburren y alejan de saber de las noticias, para no enfadarnos. Nada comparable a lo que pasan muchos seres humanos en los conflictos armados actuales, y a los miles de muertos generados.

Naciones Unidas tiene contabilizadas 18.955 víctimas civiles en Ucrania: 7.199 muertos y 11.756 heridos. Más de 226 niños, 180 niñas, 2.888 hombres, 1.941 mujeres y 1.933 personas cuyo sexo aún se desconoce. En el caso de la Franja de Gaza, la lista de muertos asciende a 7.028 palestinos y 18.482 heridos. Israel arroja 1.400 fallecidos y casi 5.500 heridos. 

Por mil veces que lo repita, yo o cualquiera, la evidencia es la que es. No hemos aprendido nada de nuestra propia historia. Hablamos de desarrollo, avance, tecnologías, y todo es un engaño permanente porque hay algo que no ha variado un ápice a lo largo de los tiempos: la avaricia y la acumulación de poder y territorio de unos en detrimento de otros. No resulta fácil aconsejar el reinventarse, porque los líderes actuales del mundo no están al nivel de esta exigencia. Aflige predecir que las opciones están más en el camino de reconstruirse. Resulta indecente que, tras el final de una guerra, los medios de comunicación fijen sus titulares en los millones de dólares que hay que emplear en la reconstrucción, y la influencia de gobiernos y grandes corporaciones industriales a la hora de la elección de las empresas que serán agraciadas con los jugosos contratos para volver a levantar un país determinado (Irak).

“No queda otra que insistir y reaccionar. Reiterar algo y hacerlo de manera constructiva es situarse pacíficamente frente a tanta estupidez”

Tengo muchas dudas sobre el párrafo que elegiría el gran periodista que fue ante todo García Márquez. Su obra maestra, Cien años de soledad, es premonitoria de lo que mereceríamos por lo mal que son y están nuestras relaciones como países y como ciudadanos de esas viejas o nuevas naciones. Incurrir en guerras constantes es lo más demencial, aunque la mayoría de las personas no lo tiene siquiera entre sus preocupaciones, porque Ucrania y la Franja de Gaza quedan lejos. Pero es que también crece el odio racial, y retrocedemos en derechos, sobre todo poder subsistir dignamente (trabajo y alimentos. Asía y África). Decía al comienzo que repetir una y otra vez un tema termina por ser tedioso. Pero no queda otra que insistir, insistir e insistir, para reaccionar, reaccionar y reaccionar. A fin de cuestas, reiterar muchas veces algo, y hacerlo de manera constructiva, es buen antídoto para situarse pacíficamente frente a tanta estupidez e intolerancia.  Y esto es lo que ocurre en el aquí y el ahora.
 

En la cita con lectores y actualidad destaca la autocomplacencia
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