martes. 14.05.2024

Mejorar lo de ahora para procurar alimentos a todo el mundo

En medio de un divorcio entre el mundo urbano y el rural, cualquier precio relacionado con los alimentos está disparado. A muchas familias no les llega para comer. Hay productos prohibitivos para incluir en la cesta de la compra. Aunque existen otras cuestiones de fondo relacionadas con la producción alimentaria, y tomar decisiones juiciosas ya, para asegurar en el futuro el acceso de todo el mundo a las comidas básicas diarias. Por contra, no se atisban planes serios. Lo que se toman son medidas que parchean el momento, como esta de las tarjetas monedero en España, dirigidas a familias en situación de vulnerabilidad. No será suficiente.

El hándicap más grande que tiene este siglo es que ya no existan líderes que aboguen por las grandes causas a defender, como pueden ser el cuidado de la Tierra, la lucha contra las hambrunas, y la no menos trascendente postura en contra a cualquier guerra. Nadie nos podría hablar hoy mejor que Gandhi sobre lo que supone no poder comer, con las 17 huelgas de hambre que llevó a cabo a lo largo de su vida, la más larga de 21 días. Pero ya no hay Gandhis, ese que decía: “Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”; ese que añadía: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. 

El caso es que este 10 por ciento de hambre entre la población mundial (8.000 millones de personas) está en proceso ascendente, porque casi todo se ha puesto en contra de disminuirla, no digamos erradicarla, siendo su mayor enemigo los conflictos bélicos y el gasto irracional y desproporcionado en armas. Vamos, todo lo que se da ahora. Aunque no hay ideas, y nadie las pone encima de la mesa, los planes de alimentar a la población total en 2050 consisten en utilizar las tecnologías para producir más con menos recursos. También disminuir el desperdicio de alimentos en los países desarrollados, e igualmente optimizar los recursos en los países en vías de desarrollo. A alguien se le ha caído el pelo de tanto pensar, por tan limitados razonamientos. 

“No se tiene la sensibilidad necesaria de darle importancia a quien nos hace el pan, cultiva verduras y hortalizas, o produce la leche que bebemos”

Mejor que pensar así en el mañana, habría que empezar por el hoy. Se está dejando que los precios de los alimentos se desboquen, no vuelvan a cifras razonables, y muchas familias borran definitivamente de su cesta de la compra productos como el pescado o la fruta. Siendo muy preocupante la situación, la figura de los productores, tales son agricultores y ganaderos, está infravalorada y sin apoyo claro. Lo hacen tanto las instituciones de carácter político, como los ciudadanos asentados mayormente en las ciudades; no se tiene la sensibilidad necesaria de darle la importancia fundamental que tiene a quien nos hace el pan, cultiva verduras y hortalizas, produce la leche que bebemos o se juega el tipo cada día en la mar para traer a puerto el pescado recién capturado. 

Sin ir más lejos, esto es lo que pasa ahora en la Unión Europea. Las manifestaciones de los agricultores y ganaderos se suceden en todos los países miembros. Los trabajadores del campo regresan a casa, sin ver que se atiendan sus reivindicaciones. De ahí que les aceche la idea de abandonar su actividad, ante la sensación de que las instituciones principales europeas, como son la Comisión y el Parlamento, y los Gobiernos nacionales, no tienen hoja de ruta para ellos, además de que las ganancias se las lleven intermediarios. Resulta que todo lo relacionado con cultivos es un gran negocio, pero no para quienes madrugan para cuidar los campos. 

La realidad, que no el relato interesado que se cuenta en contra de los campesinos, es que en España asistimos desde 2021 a un descenso general en la compra de alimentación. Es un 3 por ciento menos. Hemos regresado a los datos malos de 2015, cuando aún coleaba la última gran crisis económica y financiera que sufrió el mundo, pero que resultó especialmente dramática en nuestro país, con no pocas empresas y autónomos arruinados, al igual que una pérdida importante de empleo. 

De regreso al 2024, como digo, ha disminuido el gasto en alimentación, pero también la capacidad de producción. Un ejemplo lo tenemos en Cantabria. Desde el 2001 hemos perdido el 78% de los ganaderos de leche, y la producción se ha visto rebajada en un 20%, situación en la que nos mantenemos a día de hoy. Inflación, sequía, relevo generacional, precios al alza constantes en las materias primas necesarias para producir, falta de ayudas, tardanza en cobrarlas, y las nuevas y costosas exigencias medioambientales. Demasiados quebraderos de cabeza, y el consumidor lo está ya notando en demasía.

“Los agricultores no notan necesaria sensibilidad, se unen a ellos ciudadanos que no ven precios sensatos en relación sueldos y pensiones”

Por eso aumentan de manera vertiginosa las familias en situación de vulnerabilidad, ósea que el dinero para comer no llega. En los últimos años han sido los bancos de alimentos y las organizaciones de ayuda, como Cáritas, las que han tirado especialmente de este carro, aportando una ayuda impagable, en número de alimentos repartidos, pero también atendiendo otras muchas necesidades de las familias. Quiero citar expresamente a las personas mayores y a los niños que se topan con tantas penurias. El Gobierno pone en marcha ahora las denominadas tarjetas monedero. No vienen a aportar todo lo que realmente se necesita y para el número real y creciente de gente necesitada. Dependiendo de las personas que conforman la familia, reciben mensualmente una cantidad u otra cargada en tu tarjeta. El tope, con cinco miembros o más, son 220 euros. Conclusión: no da, no llega. Es una auténtica locura y disparate lo que valen los alimentos. No hay nada barato. Tampoco hay derecho a que el pescado, la carne o la fruta haya desparecido de las mesas de muchas familias porque no se lo pueden permitir. Los agricultores y ganaderos no notan la necesaria sensibilidad, pero cada día se unen a ellos más y más ciudadanos que tampoco ven unos precios sensatos de las cosas, en relación a los sueldos, pensiones o ayudas que perciben. La cesta de la compra, alimentarse, se ha puesto imposible. Habría que buscar las culpas en muchas circunstancias y decisiones gubernamentales, en las que para nada se puede señalar al campo y sus pobladores que nos dan de comer a todos los demás, pese a que jamás lo tengamos en cuenta. 
 

Mejorar lo de ahora para procurar alimentos a todo el mundo
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