domingo. 28.04.2024

No va bien la cosa

La política suele ser el más fiel reflejo de la miseria que nos rodea, unas veces porque elegimos a los peores, y las otras porque los mejores se transforman en unos mierdas.

Hace mucho que no escribo nada, no me apetece. El mundo se nos está volviendo loco, y yo lo llevo fatal. Entre que soy un pesimista antropológico, que la mediocridad me saca de quicio y que hacerme mayor me desespera, vivo en una permanente revolución mental y no encuentro tiempo ni para sosegarme juntando palabras.

La pandemia ha causado un estrago social casi tan dramático como las decenas de miles de muertos. Ni de lejos hemos salido mejores. Tampoco creo que seamos peores. Supongo que la sensibilidad emocional a la que llevan encierros, mascarillas y miedo hace que a los hijos de puta con pintas en el lomo de toda la vida se les vean más pintas y más grandes. Quizá estamos un poco más irascibles, y nos importan los demás también un poco más un pimiento, pero yo no noto a mi alrededor esa solidaridad y ese buen rollo desbocados que decían que sería el poso de la convivencia cuando la COVID fuera otra gripe.

Tampoco el gobierno le va a la zaga al PP en inconsistencia ni cortoplacismo. Todo se pega, menos la hermosura y el dinero

La política suele ser el más fiel reflejo de la miseria que nos rodea, unas veces porque elegimos a los peores, y las otras porque los mejores se transforman en unos mierdas. Eso, y el afán empalagosamente paternalista de nuestros gobernantes, que nos convierte a nosotros en unos peleles y a ellos en unos manipuladores pretenciosos que se creen que saben lo que necesitamos, lo que pensamos, y lo que queremos. La incapacidad manifiesta con las que los gobiernos en todos los ámbitos han gestionado la crisis sanitaria es el más claro ejemplo de las tres cosas. Y de que en general les importamos un pito.

Que le pregunten a Casado lo que opina de la política orgánica en estos tiempos convulsos. En la institucional ha llegado a la nada de la que salió, pero eso estaba en el cargo, y todavía no le tocaba. Lo que seguro que no esperaba es que los mismos que le reían las gracias delante de unas vacas sólo unas semanas antes, fueran a sacarle las tripas en público y dejarle vendido sin elegancia ni decencia ningunas. Ojalá en su vida privada tenga más suerte con los amigos, porque como los tenga escogidos como a sus compañeros de dirección en el partido lo lleva crudo. Que se palpe la ropa Feijó, y se revise los bolsillos comprobando que sigue teniendo la cartera cada vez que los Monago, los Bonilla, los Gamarra, o los Maroto le den un abrazo.

Tampoco el gobierno le va a la zaga al PP en inconsistencia ni cortoplacismo. Todo se pega, menos la hermosura y el dinero. Entre la conga de Sánchez y el PSOE, a los que nunca encuentras donde te han dicho que van a estar, y la falta de lealtad de los otros de la coalición, que no han entendido que estar en el ejecutivo no es seguir acampados en la Puerta del Sol, el ciudadano que no esté perplejo y no se haga de cruces es que vive en otro mundo que no es de este mundo. Ahí están ellos diciendo lo que van a hacer y sin hacerlo, o haciéndolo a medias, o directamente mal, mientras a nosotros se nos van los sueldos congelados en compras a precios imposibles, alquileres por las nubes o electricidad pagada al precio del oro. Los apaños que se inventan siempre llegan tarde porque les adelantan por la derecha la patronal y los mercados, que son mucho más listos que ellos y más canallas.

Total, que así están las cosas por más que los optimistas que viven permanente en Jauja se crean otra distinta. Y el panorama no tiene pinta de mejorar enseguida, ni mucho menos. Aunque pronto llegarán Eurovisión y el Mundial de Fútbol, que son bálsamos que durante un rato todo lo curan.

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