viernes. 03.05.2024

Panfleto contra los comicios del 23 de julio

La oferta parece amplia en el mercadillo electoral pero, en el fondo, como en cualquier mercadillo se reduce a media docena de artículos a un precio parecido donde la mayor señal de liberalismo consiste en la rebaja de unos céntimos que un vendedor osado ofrece sobre una misma y abundante mercancía.

Se avecina otra consulta electoral, no será la última, pero haciendo un esfuerzo ímprobo me he propuesto vencer al tedio y soltar una parrafada. La ocasión no la merece y la prudencia aconseja no decir nada más, a veces, uno sucumbe y vuelve la espalda a la cordura. Una confidencia para empezar; en los años de mi juventud, entre 1976  y 1984, más o menos, milité en uno de aquellos grupúsculos (así los llamaban entonces) que pugnaban a la izquierda del PCE. A partir de finales del 84 vi la luz y comprendí que todo “estaba atado y bien atado” aunque bajo un gobierno diferente y que era suicida empeñarse en lo imposible. 

El mundo era otro y ofrecía otras perspectivas. Valía la pena cambiar de principios teniendo presente que, en ese proceso constante, tus principios no se degradaran como a menudo ocurre. Hoy cuando he sobrepasado los sesenta y cinco años puedo decir con Borges que “me he afiliado al partido conservador, que es una forma de escepticismo; aunque mantengo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos…” Bien pues hecha esta temeraria presentación vayamos al asunto que nos ocupa.

Las permanentes campañas electorales se reducen a eso: a una vulgar pendencia entre tenderos

En una de las escasas entrevistas que concedió E. Ciorán a mediados de los 80, afirmaba lo siguiente: “Fíjese usted en Francia, ahora que estamos en campaña electoral, sino fuera por el ingrediente utópico que aún le ponen los partidos, sería una vulgar pendencia entre tenderos”. Hoy el ingrediente utópico ha desaparecido por completo, el caudal se ha agotado, y las permanentes campañas electorales se reducen a eso: a una vulgar pendencia entre tenderos. Una pendencia guiada por consultores en mercadotecnia electoral donde se procura mantener un cierto decoro y evitar el aspecto más barriobajero del drama, pero una pendencia al fin y al cabo. Hay que admitirlo la cosa no da para más…

Un partido ofrece aumentar el gasto en educación, sanidad y en ese grupo etario que hoy llaman “los jóvenes”; otro partido ofrece aumentar el gasto en sanidad, educación y que el grupo etario de “los jóvenes” se busque la vida; un partido ofrece reducir en punto y medio el IRPF a las rentas de nivel medio y aumentar el mínimo exento; otro partido ofrece lo mismo pero se propone aumentar en punto y medio el tanto por ciento marginal a las de nivel alto; un partido ofrece proteger e incentivar la familia; otro ofrece lo mismo con la salvedad de que no habla de la familia sino de los diversos tipos de familia; un partido ofrece seguir avanzando en la descentralización del Estado, o sea en su desmantelamiento; otro dar marcha atrás y volver a centralizar los asuntos esenciales para evitar ése salto al vacío; un partido ofrece apuntalar el descenso demográfico con la inmigración en masa: otro ofrece apuntalarla con incentivos a la natalidad autóctona y restringir y ordenar la inmigración. Hay partidos que desde el ámbito vasco o catalán no ofrecen nada, permanecen a la espera para actuar según sea el resultado electoral y su reflejo parlamentario; como verdaderas maquinarias de extorsión y extracción que siempre han sido esperan presentar su lista de prioridades como compensación a su apoyo político; estos partidos son los más honestos, al fin y al cabo a ellos sólo les interesa lo suyo, es decir, la pasta…

Y después hay grupúsculos que desde el ámbito local o regional reclaman el reconocimiento de particularidades un tanto extravagantes como la oficialidad del asturiano o la oficialidad del cántabro o montañés; sostienen estos que es herramienta indispensable para su devenir histórico…

La oferta parece amplia en el mercadillo electoral pero, en el fondo, como en cualquier mercadillo se reduce a media docena de artículos a un precio parecido donde la mayor señal de liberalismo consiste en la rebaja de unos céntimos que un vendedor osado ofrece sobre una misma y abundante mercancía. Hay asuntos serios, retos que tiene el país pero los partidos en liza no quieren, no pueden, no saben cómo articularlos; ni que decir tiene que afrontarlos parece que supera su perspectiva temporal… ¿Marruecos? ¿La pesca? ¿Las Canarias? Es uno de ellos. Israel acaba de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara occidental; ¿qué implica esto para la diplomacia española? En fin… Se le atribuye al difunto Jacques Chirac decir en un instante de sinceridad que “las promesas electorales sólo comprometen a quienes se las creen” y las de esta campaña son tan cansinas, tan baratas que no merece la pena un segundo de consideración… Ahora si uno hiciera un esfuerzo de melancolía y volviera la vista a tiempos en los que la utopía jugaba un papel central en la batalla política, como por ejemplo durante los acontecimientos de Mayo del 68, (aquella revuelta de hijos de papá), vería que en el delirio poético de las consignas que inundaron las paredes de París había, en ocasiones, tanta verdad como presciencia. He aquí algunas de ellas: “Consumid más, viviréis menos”  “Antes de escribir, aprended pues a pensar” “Compra, calla, revienta”.  Y la última que nos ha traído hasta aquí: “Campaña electoral: borregos devotos del voto…”
 

Panfleto contra los comicios del 23 de julio
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