viernes. 26.04.2024

Comenzó como comienzan muchas tragedias, con un suceso que no suponía una gran amenaza. Una chispa en una chimenea de la céntrica calle Cádiz en Santander provocaba un incendio en el edificio. Pero como muchas tragedias, una serie de coincidencias provocaron que aquel 15 de febrero de 1941, del que se cumplen 75 años, la capital de Cantabria viviera un infierno que devoró 400 edificios y que supuso la destrucción parcial de la ciudad, cambiando para siempre su perfil urbano.

Aquella chispa a las 22:00 horas de aquel sábado fue el inicio de 50 horas en las que los vecinos trataban de refugiarse mientras los escasos bomberos, en su intento de controlar el incendio, se vieron desbordados hasta que recibieron la ayuda de 300 efectivos de otras comunidades. Aunque Santander ya estaba bajo aviso desde varias horas antes.

Durante la tarde el viento sur provocó numerosos problemas a los santanderinos. Sin ir más lejos, las sesiones de cine programadas para ese sábado a las 17:00 horas tuvieron que cancelarse por un corte eléctrico. La gente se refugió en sus casas a la espera de que la situación se calmara y los vientos de más de 140 kilómetros por hora cesasen.

El viento sur provocó que el incendio se propagara rápidamente, y que las casas ardieran "30 o 40 veces"

Pero el viento no dio paso a la calma, sino a un incendio que provocó, como han dejado constancia algunos bomberos que vivieron aquella situación “apocalíptica”,  que “30 o 40 veces se prendieran fuego las casas”. Desde la calle Cádiz las llamas, gracias al “imponente” viento sur, se propagaron rápidamente por las casas, consumiendo calles como Santa Clara o San José.

La fuerza del viento no solo impedía que los bomberos pudieran apagar el incendio, sino que no facilitaba atravesar las calles. A esto, evidentemente, se suma la caída del tendido eléctrico. Muchos de los postes “daban chispazos”, lo que dejaba inutilizadas muchas calles.

En total, 35 calles, 400 edificios, 2.000 viviendas, más de 500 comercios, 20 clínicas y las sedes de los dos periódicos que existían en aquella época, Alerta y El Diario Montañés, quedaron reducidos a cenizas. A esto se suma la Vieja Puebla, un caserío característico de la ciudad que se perdió en el incendio (y por el que varios intelectuales lloraron), la Plaza Vieja, la Iglesia de la Compañía o la Catedral, que “ardió en pompa”, así como varias imprentas.

El incendio arrasó 35 calles, 400 edificios, 2.000 viviendas y más de 500 comercios, y dejó a 7.000 personas sin trabajo

Según el relato de los bomberos de Santander que actuaron durante aquellos fatídicos días, “el fuego habría llegado hasta Cuatro Caminos” de no haber logrado detenerlo a través de cortafuegos creados con el derribo de varios edificios y los 22.000 litros por hora que se utilizaron. Después de lograr detener el avance de las llamas, los efectivos tardaron tres días en apagar los rescoldos.

El valor económico de los daños se estimó en 85 millones de las antiguas pesetas, y el número de damnificados alcanzó a las 3.000 personas, a las que se suman otras 7.000 que perdieron sus empleos, muchas de las cuales tuvieron que salir de Santander en busca de una nueva vida. Solo hubo una víctima, un bombero madrileño que falleció en Valdecilla después de una breve recuperación.

A este respecto, el Ayuntamiento construyó una serie de pabellones que funcionaban a modo de barracones, y que para muchos santanderinos supuso un punto de partida para volver a empezar.

El incendio sirvió para remodelar el diseño de la ciudad. La reorganización de las calles y la necesidad de reconstruir edificios crearon un nuevo centro urbano cuyas características, aunque intentaron mantener el espíritu de la capital, fueron técnicamente pobres.

La situación que vivía España en los años 40, unida al alto coste material que supuso el incendio, obligó al Ayuntamiento a aprovechar materiales que, con los años, han dejado en mal estado algunas de las estructuras más emblemáticas de la ciudad, que para 1954 estaba prácticamente reconstruida.

Una ciudad marcada por la destrucción

El incendio de Santander de 1941, el último gran suceso que todavía define el imaginario colectivo de muchos vecinos, no fue el primero que marcó la vida de la ciudad. Y muchos de ellos están relacionados con el viento sur.

Las crónicas hablan de dos incendios similares en la Edad Media. Uno de ellos redujo a escombros la Rua Mayor, y un tiempo después fue la calle de la Mar la destruida por las llamas.

Aunque sin duda el suceso que más se recuerda en Santander, y que según los relatos no tuvo influencia del viento sur, fue la explosión del Cabo Machichaco. Casi 50 años antes del incendio de la capital cántabra, en 1893, este barco de vapor ardió mientras estaba atracado en el puerto de Santander. Construido en 1882, transportaba 51 toneladas de dinamita y varios garrafones de ácido sulfúrico, origen de las llamas que terminaron consumiendo la nave y provocando la mayor tragedia de carácter civil ocurrida en España en el siglo XIX.

Aquel incidente dejó 450 muertos y más de 1.000 heridos, y supuso la destrucción parcial de la ciudad, cuya reconstrucción fue pasto de las llamas medio siglo después

El incendio que cambió la imagen de una ciudad
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