viernes. 03.05.2024

Cantabria es tierra de leyendas. Desde los personajes de la mitología cántabra que se esconden en el bosque hasta mitos ancestrales que están en el imaginario de todo cántabro. Sus montañas, grandes valles o espectaculares cavidades esconden muchos misterios. En Cantabria también existe un vínculo entre leyendas, costumbres y Navidad. Algunas de ellas emocionarán a los más pequeños.

Es el caso del esteru, también conocido como el ‘Papá Noel cántabro’. Salido de las montañas, se trata de un personaje similar al “Angulero” en Asturias, el Olentzero en el País Vasco y Navarra, el Apalpador en Galicia o el Tió de Nadal en Cataluña. El Esteru es un  leñador barbudo y bonachón que el día de Reyes lleva regalos a los niños de Cantabria. Siempre acompañado por su boina, su pipa, su hacha y su bastón, cuenta con un fiel ayudante, el burru, y juntos se encargan de llevar alegría a los niños de la región. Este personaje muy querido por los más pequeños se dedica todo el año a cortar madera, pero en Navidad cambia de oficio temporalmente para contentar a todos los niños. Esa es su misión, llevar la ilusión a todas las casas, y para ello fabrica juguetes que les regala. Es en esta época mágica cuando se deja ver por los pueblos, único día en el que baja de las montañas para dejar sus sorpresas.

Otra de las creencias populares tiene a las anjanas como protagonistas, pequeñas y hermosas hadas que viven en los bosques cántabros y protegen a los más débiles. Según la tradición,  la noche del 5 de enero las Anjanas traían regalos a los niños pobres. Pero no visitaban las casas todos los años, solo se hacían visibles cada cuatro o cinco años.

Existen dudas sobre si tanto el esteru como la anjanas de la noche de Reyes son tradiciones cántabras o fruto de la imaginación literaria y del inventario más moderno.

Otra costumbre envuelta en ambiente navideño es la de quemar el “travesero”, asentada en la creencia de que así se “chamuscaba o quemaba el culo al año viejo”. El “travesero”, un madero grande y grueso, ardía mientras la familia cenaba al calor de la lumbre, y lo importante es que la llama no se apagara pues existía una superstición entorno a este ritual: si el fuego se apagaba la maldición recaería sobre ese hogar. El “travesero” se iba quemando poco a poco ante el empeño de los cántabros de que se mantuviera vivo el fuego.

Una fecha temida para los vecinos de Liébana era el 28 de diciembre. En plena época navideña, la noche de los Inocentes se vivía con intensidad en la comarca, especialmente entre los jóvenes que esperaban ansiosos este día para cometer sus fechorías. Estos elegían a su víctima de entre los habitantes de su pueblo y se colaban en sus cuadras para hacerles creer que algo estaba pasando en su establo.

Los dueños, que dormían plácidamente hasta la llegada de los muchachos, se despertaban presos del terror y salían a la calle a medio vestir. Estos se apresuraban a abrir la cuadra temerosos de lo que se iban a encontrar pero, para su sorpresa, todo estaba tal cual lo habían dejado y en el ambiente no se respiraba otra cosa que no fuera la más pura normalidad. Habían sido víctimas de las travesuras de los jóvenes del pueblo en la noche del 28 de diciembre.

También antiguos cantos recorrían las casas y calles de las localidades cántabras. Uno de ellos era el “cantar los Reyes”, una especie de cantos de marzas que entonaban un grupo de jóvenes conocidos como reyeros. Estos iban el día 5 de enero recorriendo todas las casas del pueblo, llamaban a la puerta y hacían la pregunta: “¿cantamos o rezamos?”. Los habitantes normalmente elegían lo primero, los reyeros entonaban la canción y a cambio recibían un aguinaldo.

Esta costumbre aún pervive en pueblos de nuestra geografía. En Noja, por ejemplo, los niños despiden la Navidad de esta manera. El tradicional canto recorre puerta por puerta la Villa la mañana del 5 de enero. Así, los pequeños, acompañados por sus padres, mantienen viva una tradición que perdura desde hace más de 80 años y recorren algunos de los puntos más emblemáticos, con la clásica parada en las Monjas Mercedarias, que hacen las delicias de los más pequeños con la tradicional ofrenda de típicos dulces navideños.

Tradiciones y rituales navideños cántabros: del esteru a la berrona
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