17 de diciembre de 2023, 19:51
El objetivo de su cámara de fotos se cansaba de aquel paisaje uniforme, como devastado por un misil nuclear. Qué pereza, siempre retratando lo mismo. A la mujer que llevaba colgada una Olympus le apetecía pecar como a Eva en el paraíso terrenal. No se encontró a nadie en su lento caminar, pero como una aparición mágica resurgió el viejo puente de los amores rotos.
Debajo en una charca flotaban corazones silenciosos. El lago se secó y aquel puente de treinta y cuatro ojos se transmutó en un lugar de peregrinaje de los amantes suicidas. La fotógrafa captó su última instantánea antes de arrojar su corazón en la noche de las ninfas.