domingo. 28.04.2024

El objetivo de su cámara de fotos se cansaba de aquel paisaje uniforme, como devastado por un misil nuclear. Qué pereza, siempre retratando lo mismo. A la mujer que llevaba colgada una Olympus le apetecía pecar como a Eva en el paraíso terrenal. No se encontró a nadie en su lento caminar, pero como una aparición mágica resurgió el viejo puente de los amores rotos.

Debajo en una charca flotaban corazones silenciosos. El lago se secó y aquel puente de treinta y cuatro ojos se transmutó en un lugar de peregrinaje de los amantes suicidas. La fotógrafa captó su última instantánea antes de arrojar su corazón en la noche de las ninfas. 

Los amantes suicidas
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