sábado. 27.04.2024

Esperando la lluvia como maná caído del cielo, el jefe del clan toca las veintiuna cuerdas de la kora y canta una plegaria en mandinga. Después de cuatro años de sequía, la cola del escorpión apetece ser engullida bajo el equilibrio del sol. La música de ese arpa de calabaza no atrae a la tormenta. El agua está muerta.

En la aldea unas mujeres danzan al movimiento de su largo cabello, embarrándose con los pigmentos marrones. Serán las lágrimas de los nativos más sedientos las que se conviertan en una charca potable. Un milagro: el sonido de la kora revive un paisaje de tierra agrietada.

La kora llama al agua
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