sábado. 27.04.2024

De las infamias derramadas a lo largo de los cuarenta años de franquismo, propaladas, incluso, por historiadores franquistas y trasladadas al momento actual por la inercia que da por olvidado el proceso memorialístico, la cometida con Ernesto Castillo Bordenave, raya en lo escandaloso. En la investigación exhaustiva que realicé y realizo para las guías de Memoria que decidimos conformar con el fin de popularizar el conocimiento de nuestra historia me topé con el nombre de este alcalde de Santander pero no santanderino, una y otra vez, hasta convertirse en lugar común que me iba fascinando conforme lo conocía.

Como en tantas ocasiones, las pesquisas sobre don Ernesto me condujeron (como no) a publicaciones realizadas hace años por mi admirado y querido, José Ramón Saiz Viadero. Sus archivos se encuentran en periodo de traslado, después de que el despiadado (me muerdo la lengua adjetivando de esta forma) ayuntamiento de Toranzo, desmantelara y cerrara la Biblioteca Saiz Viadero, que con esfuerzo de hormiguitas creó José Ramón y ayudamos a llenar las personas que le queremos y admiramos su obra y trabajo. Tanto insistí en que me encontraran las fuentes publicadas por Ramón años atrás que, al fin, recibí con regocijo el texto publicado en 1999 por Saiz Viadero,

ERNESTO DEL CASTILLO BORDENAVE Y SU PROYECTO DE RECONSTRUCCIÓN URBANA DE SANTANDER incluido en el libro colectivo, El exilio republicano en Cantabria. Sesenta años después” (UNED, Santander, 1999). 

Don Ernesto Castillo Bordenave, el llamado alcalde Piqueta, por las malas lenguas -luego explicaremos el porqué de ese injusto apodo- nació en Veracruz, México, trasladándose a España con el fin de finalizar sus estudios de farmacia. Se instala en Santander una vez finalizados los estudios montando su farmacia. Casi al tiempo del que luego sería León Felipe, cuyo nombre autentico era Felipe Camino Galicia, se instalara también en la ciudad, inaugurando la farmacia que aún sigue resistiendo, situada enfrente del Mercado de la Esperanza.

Se ve que a don Ernesto le picó la insolente curiosidad política en unos años convulsos para nuestro país, porque le encontramos formando parte de la Corporación municipal, al frente de la concejalía Obras Públicas, destapándose de golpe las pasiones que marcaría su vida: el urbanismo y la ciudad de Santander, a la que amó con una pasión poco correspondida.

Pasó de militar en el partido monárquico del conde de Romanones a convertirse en un convencido republicano

Las alternancias políticas de don Ernesto son peculiares, pues pasó de militar en el partido monárquico del conde de Romanones a convertirse en un convencido republicano. Sale escaldado del monarquismo debido a la descomposición moral y política del rey Alfonso XIII y sobre todo cuando ve la aceptación del monarca de la dictadura promovida por Primo de Rivera. En todo caso, se constata durante su trayectoria, una moderación ideológica bastante concisa.

Tuvo sus más y sus menos en el partido republicano, no  tanto por veleidades ideológicas, sino por los más prosaicos que se ocasionan en enfrentamientos personales con el resto de la militancia. Saiz Viadero, le describe de “talante arrollador y personalista” con lo que entiendo queda bien definida.

La dictadura primorriverista hizo lo que es propio de las autarquías, suspendió las corporaciones democráticas y mandó a casa a los concejales y alcalde elegidos por el pueblo, para nombrar una nueva corporación a su gusto y manera sin las veleidades democráticas por lo que don Ernesto se vio obligado a dejar la política, imaginamos que con el consiguiente enfado, lo que le hizo pensar que la monarquía y la democracia no casaban bien, postulándose ya para siempre en un republicanismo concienzudo.

https://www.lapajareramagazine.com/centenario-del-desastre-de-annual-y-del-colonialismo-espanol

Llegados a 1930 cae Primo de Rivera, víctima de corrupciones que tenían a la guerra de Marruecos como sumum de la descomposición política española. Era tal el escándalo producido por la guerra colonial, conformada para producir riquezas al rey, al conde de Romanones y los sicarios que mandaban al pueblo a la picadora de carne que suponía la pelea que pobres y hambrientos españoles mantenían en el norte de Marruecos, que se decidió abrir una investigación, llevada a cabo por el general Picasso (tío del pintor). Cual serían los resultados de dicha investigación que no se publicó y el pobre general Picasso, tan honrado y trabajador, se vio defenestrado de la carrera militar. Al caer la dictadura, como decimos, se convocan elecciones municipales con un resultado arrollador en favor de partidos republicanos y al corrupto y nefasto monarca no le queda más remedio que tomar sus bártulos, expoliar todo lo trasportable según costumbre borbónica y salir de España corriendo mientras que en el suelo patrio tuvo lugar el entusiasmo de la proclamación, poco después, de la II República que habían soñado tantos generando tanta esperanza.

Quería hacer de su amada Santander una modélica ciudad moderna que compitiera con las más conocidas de Europa

Don Ernesto Castillo torna a su amado Ayuntamiento como concejal de Obras y durante los años que duró la corporación democrática tuvo ocasión de prepararse y estudiar la ciudad construyendo un sueño. Don Ernesto soñaba con un Santander de grandes avenidas, calles lineales, amplias, limpias, bien alcantarilladas, libres de casas tapón, con edificios de altura limitada, pero con ascensores, aceras pulidas, paseos luminosos, parques que disfrutara la población… En conclusión, quería hacer de su amada Santander una modélica ciudad moderna que compitiera con las más conocidas de Europa.

Trabajó en la concejalía hasta que en 1934, durante el bienio negro, fueron eliminadas las corporaciones democráticas elegidas en 1931, tomando el poder municipal los amigos del gobierno central, que había sido ganado en 1933 por la coalición derechista. Como verán, la tradición antidemocrática de las derechas españolas viene de lejos. Fueron expulsados del consistorio los elegidos democráticamente, hasta que en febrero de 1936 –aunque en Cantabria (llamada entonces provincia de Santander) ganaron las derechas- pero el gobierno central, en donde gobernaba el Frente Popular, decidió restituir la antigua corporación elegida democráticamente en 1931. Castillo Bordenave recupera su escaño y es elegido alcalde por la Candidatura del Frente Popular de Izquierdas.

Se acercaban tiempos convulsos a la nación lo que no impidió que nuestro hombre pusiera manos a la obra de los sueños concebidos años atrás cuando solo era un mero concejal. Siendo alcalde y con mayoría de izquierdas, sintió sus manos y la mente libre para convertir a Santander en el sueño concebido.

Y es en esa época donde se gana el apodo de “Piqueta” nuestro hombre porque decide tirar toda casa tapón que imposibilite la creación de esa ciudad que planea. Hay que reseñar que Santander mantenía una configuración medieval, con calles empedradas, estrechas, construcciones de madera que, salvo las zonas principales, mantenían viviendas insalubres con escaso alcantarillado y callejuelas oscuras que se convertían de noche en intrincado laberinto insalubre y peligroso.

Castillo Bordenave quiere ampliar el Ayuntamiento, pequeño e indigno de una ciudad moderna, para lo cual, expropia la iglesia de San Francisco… no por anticlericalismo en ningún caso, sino por la necesidad de adecuar el ayuntamiento a las necesidades de la ciudad que pretendía. Lógicamente, la derecha local, se ofuscó con la expropiación y su derribe siendo, precisamente, la iglesia de San Francisco la primera que se construyó cuando entraron las tropas invasoras… pero no en el sitio en que antes estaba que siguió aprovechándose para la mejora del Ayuntamiento, sino un poco más atrás. La iglesia de la Compañía sufrió también la piqueta del alcalde para destaponar la calle que mantenía ocluida, cosa que los fascistas respetaron porque era pura lógica.

Cayó el puente de Vargas, y con él se fue un pintoresco y hermoso paisaje urbano que, entorpecía el paso de trolebuses y de diversos transportes que suministraban servicios a la ciudad por sus escasas dimensiones. Lo que no se ha podido entender, por falta de información quizá, es que mandara destruir la ermita de San Roque, que estaba justo encima de la playa del Sardinero y no resultaba molesta para ninguna ampliación capitalina. Otro disgusto para la carcunda que hacía causus belli de la destrucción de iglesias, añadiendo leña al descrédito del buen alcalde, que, reiteramos, en ningún caso tuvo veleidades anticlericales. También el franquismo se prestó a reconstruir la ermita destruida, construyendo la iglesia de San Roque, que ha servido y sirve de garante en festejos y bodorrios de la jet sardineril (hay historias de esa parroquia que merecen artículo propio porque son de tamaña peculiaridad y reflejan la mala sombra de las gentes de “bien” y de párrocos enrocados con el más malvado clasismo). Lo contaremos…

También despejó lo que luego sería paseo Marítimo, tirando una estación que taponaba la vista y el discurrir de lo que se presuponía hermoso paseo a ras de la bahía.

Nuestro alcalde gobernó entre bombardeos, hambre y creación de milicias para defender la zona norte masacrada

No sé si se percatan ustedes de la época en que don Ernesto promovía esas obras… Recapitulo por si lo han olvidado: fue elegido alcalde en febrero de 1936 y como ustedes saben, justo el 18 de julio de ese mismo año saltaron los africanistas -amparados por sus amigos nazi y fascistas- el estrecho y montaron el cristo de la guerra civil. Es decir, nuestro alcalde gobernó entre bombardeos, hambre y creación de milicias para defender la zona norte masacrada, primero por el general Mola y a su muerte por el general Dávila (sí, el de la calle). A la vez hubo que construir refugios, habilitar los que existían aprovechando el desnivel de calles y oquedades y al final de su mandato, acoger a los 170.000 refugiados vascos que fueron llegando a la ciudad conforme las posiciones de Euskadi caían en manos fascistas. Le dio tiempo al bueno de don Ernesto Castillo Bordenave a proyectar y comenzar las obras del Pasaje de Peña, por la necesidad habida de conectar las dos partes de la ciudad, que permanecían separadas por el gran desnivel del Cabildo de Arriba. Comenzaron las obras de desmonte del túnel… pero llegados a agosto de 1937, entraron los nuevos amos de la ciudad y el bueno de don Ernesto tuvo que huir pues de no hacerlo hubiera engrosado con su cuerpo las zanjas de Ciriego. Quedó inconcluso el túnel, obra que fue retomada en 1940 por los nuevos gobernantes de la ciudad quedando inaugurado en 1943 por el ministro del ramo, Alfonso Peña Boeuf, quien dio nombre y se llevó los laureles de comunicar el centro de la ciudad con la Estación de Renfe y las calles adyacentes. Se borró el nombre de su creador, o el que él había elegido para dicho túnel: Pasaje del Pueblo dejando en el olvido al hombre visionario que empezó las obras.

Escudriñando la historia nos encontramos con discursos y comentarios de este hombre que lo sitúan fuera de la realidad… Él quería seguir a toda costa con las obras de acondicionamiento de la ciudad, le costaba mucho soltar dineros para refugios detrayéndolo del mejoramiento ciudadano. Incluso insistía en que ese verano, Santander debía lucir esplendorosa para recibir a los turistas… ¡el verano de 1937!

Aún le depararía el destino un grave disgusto a la vez que pondría en funcionamiento su carácter emprendedor y el amor a la ciudad. Exiliado en la ciudad de Langon donde se estableció con su familia, le llegó la noticia del terrible incendio que asoló Santander en febrero de 1941, enseguida se puso manos a la obra con el fin de enviar a las autoridades santanderinas el proyecto de ciudad por él concebida años atrás.

Es de constatar que, si llegaron dichos proyectos, las autoridades franquistas hicieron nulo caso a la distribución urbanística del buen hombre, y se aprestaron a trocear con hambre y corrupción singular, una ciudad que bien pudo convertirse en modelo urbano debido a que había que reconstruirla entera. En vez del urbanismo de Castillo Bordenave, lo que primó fue la esquilmación, el robo y una manifiesta desvergüenza que les contamos a ustedes en https://www.lapajareramagazine.com/el-incendio-que-invento-el-neoliberalismo y no quisiera reiterar.

Como dijimos, Ernesto Castillo Bordenave, instalado en la ciudad francesa de Langon, falleció a los 76 años el 26 de diciembre de 1949 sin haber cumplido sus sueños. La ciudad de Santander perdió a un buen alcalde y la posibilidad de haberse convertido en una modélica ciudad europea.

Sirva este artículo de homenaje y desagravio a un hombre injustamente olvidado, Ernesto Castillo Bordenave.
 

Reivindicación de don Ernesto Castillo Bordenave
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