sábado. 27.04.2024

¿Por qué lo llaman irse cuando quieren decir morirse?

Los muertos propios ya no mueren, "fallecen" "se van" "nos dejan" "se los lleva Dios", "ya no están"

Recuerdo bien a mi abuela y a mi tía; viuda una y soltera la segunda, escrutando ávidas las páginas necrológicas del ABC, esas donde la gente notable tenía a bien morirse. Buscaban entre los muchos "féretros impresos", alguno cuyo apellido reconocible les permitiera asistir al sepelio con cierta autoridad moral y al tiempo matar una ociosa tarde de invierno. 

Navegaban con disimulada emoción entre un mar de esquelas como surfearía hoy un adolescente por los vídeos de TikTok. El tesón solía traer su recompensa, de tal forma que rara era la semana en la que se quedaban huérfanas del ansiado evento social, en el que la vida y la muerte se daban la mano.

En aquella España de NODO, de blanco y negro, oscurantista y apolillada, todo lo relacionado con la muerte era infinitamente más triste y oscuro que la propia muerte, o la pena que esta causaba.

No hace tanto, el riguroso luto social duraba dos largos años. Pasados estos se pasaba al medio luto y el color negro abría camino a colores menos opacos, como el gris o el malva.

La miopía moral de la época exigía que las mujeres llevaran "puesta" la pena durante más tiempo que los hombres.

La convención social y el decoro aconsejaban que vistieran de negro de la cabeza a los pies

Es como si se culpara a las viudas de forma solapada de su recién estrenada condición. La convención social y el decoro aconsejaban que vistieran de negro de la cabeza a los pies, incluidos ropa interior, complementos y joyas, si las hubiera. Lo de la ropa interior tiene tintes de humor negro, pues no hay constancia de que hubiera entonces peritos encargados de dar fe del color de la lencería de las viudas. 

Las únicas piedras que podían lucir durante el largo duelo eran el azabache, la amatista y el ónice, al ser todas ellas piedras oscuras. Tano como la supuesta pena que la embargaba.

Los españoles vivimos de espaldas a la muerte, como si fuera algo ajeno, algo mal visto o pecaminoso, cuando en realidad forma parte de la vida, tanto así, que no se entiende una sin la otra.  

De hecho, recurrimos a toda suerte de eufemismos para hablar de la muerte y del muerto. De ahí ese curioso empeño de la gente en buscar términos que acolchen el golpe sufrido y que nos resulten más "apropiados" socialmente. 

Alguien tendría que decirles que los muertos no lo son menos por dejarnos o irse

Los muertos propios ya no mueren, "fallecen" "se van" "nos dejan" "se los lleva Dios", "ya no están". Creen sus deudos que un edulcorado giro semántico va a anestesiar o rebajar la pena a la que no saben cómo enfrentarse. Alguien tendría que decirles que los muertos no lo son menos por dejarnos o irse. Intento fallido de autoengaño. Nunca se van en nuestro corazón.

En los funerales patrios es costumbre embellecer a los que han muerto, una vez que ya no nos incordian. Así tras dejarnos, nuestros muertos adquieren  superpoderes y virtudes jamás antes conocidas junto a un cierto halo de buenismo que no se ganaron en vida. 

Ahí tiramos de esos lugares comunes como: "Ayer estaba tan bien"". "Parece mentira, si hablé con él el día anterior"...etc.

Yo, de poder elegir, moriría a lo irlandés, con pasacalles, juegos, música y baile y ese contundente whisky " oteen" en las mesas, que hace que los seres queridos se desinhiban y me recuerden entre risas, que son la pomada de la melancolía. 

O si me dejan, querría morir al estilo "filipino", con timbas por doquier y ese divertido Karaoke en las hogueras para los que se han quedado. 

Si eso no es posible, dejadme morir en Guatemala, donde los niños vuelan al cielo cientos de cometas como si escoltaran a su ser querido a un sitio más alto.

Sí hacemos caso a la tradición mexicana, el día de los difuntos los familiares fallecidos vuelven por un rato a la tierra a visitar a los mortales. 

Yo cuando muera quiero que en mi funeral suene "Viva la vida" de "Coldplay", que no falte un buen rioja ni un surtido de canapés a los que vengan a despedirme y que mi tía y mi abuela, traídas del otro mundo por la ánimas mexicanas se sumen al ágape y tengan asiento en platea con pulsera VIP.

¡Sin necesidad de consultar el ABC!

¡Se lo han ganado!

¿Por qué lo llaman irse cuando quieren decir morirse?
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