jueves. 02.05.2024

Inconscientes y talibanes de la palabra unidos siempre en el desacuerdo

Rafael del Moral, sociolingüista y autor, afirma que algunas lenguas pueden vivir hasta 30 siglos, pero antes o después mueren.

Para desazón de las personas comprometidas con un país libre de capillas únicas y etnolingüísticas monolingues, regadas siempre con unos presupuestos rumbosos con toda clase de letales idioteces, y que casi siempre tiene que ver con eso que denominan desde el poder oficial con los grandilocuentes y afamados términos de “mundo hispano”, “cosmovisión hispanoamericana”, “lengua común e internacionalmente aceptada”, “patrimonio de la Humanidad”, etc., los inventores de fantasías y míticas historias que buscan imponer los mayordomos de los jardines clientelares y los coleccionistas de agravios, no paran de aseverar calculadas inexactitudes y errores malintencionados en lo que respecta a la lengua cántabra, y también a otras que no son “mayoritarias”.

Y mientras los inquisidores fomentan la ruptura del demos y desprecian las identidades culturales, cada cierto tiempo gustan también en cargar con sus medios de la desinformación (una y otra vez) que todo aquello que no sea castellano (lengua española) en Cantabria es, por ejemplo: un despropósito, o bien una imposición, o quizá una invención, o a lo mejor un agravio insolidario, o llegado el caso una falta de conocimiento en una ahora realidad y mundo cambiante.

Es necesario, por lo tanto, sacar la lengua del debate político (y judicial)

Es necesario, por lo tanto, sacar la lengua del debate político (y judicial), pues las deficiencias inherentes a todo sistema complejo no pueden ser excusa para que sean los tribunales los que determinen las cuotas de uso de las lenguas, por ejemplo, en las aulas, en particular si se propone reforzar la cohesión social de una sociedad con orígenes cada vez más diversos.

¿Qué necesidad hay y existe para que las lenguas vuelvan de una manera sistemática una y otra vez al debate público, o más que al debate, a la controversia e incluso al enfrentamiento? O si se prefiere, a usarse más como arma arrojadiza contra un rival político y como un elemento de confrontación, que como componente de cooperación y de enriquecimiento mutuo. Sin embargo, y afortunadamente, cuando hablamos y recreamos las palabras vamos tomando poco a poco conciencia de que la lengua es transversal en nuestra vida cotidiana, y también en la vida escolar y cultural, y por lo tanto, debe estimularnos con ello el deseo de aprenderla sin imposiciones de ninguna clase y tipo.

Rafael del Moral, sociolingüista y autor, entre otras muchas obras, de “Breve historia de las lenguas del mundo”, afirma que algunas lenguas pueden vivir hasta 30 siglos, pero antes o después mueren. El latín, por ejemplo, que fue un idioma extendido en prácticamente todo el mundo conocido de su tiempo, utilizó una koiné casi universal, la cual perduró en torno a 17 siglos, “hasta que hace unos mil años se fragmentó en otras lenguas, las romances, cuyos hablantes ya no se entendían entre sí”. Otras lenguas duran mucho menos: “El mozárabe, que nació en la Península Ibérica casi al mismo tiempo que el español, duró apenas unos tres siglos”, cuenta Del Moral, quien afirma: “La mayoría de las lenguas mueren porque sus hablantes tienen otra que les es mucho más útil al permitirles comunicarse con muchas más personas”.

Las lenguas naturales son intrínsecamente variadas y dinámicas

“El casubio, por ejemplo, que se habla en una zona concreta del Norte de Polonia, puede perderse en un par de generaciones”, comenta Rafael del Moral. Una lengua esta que ya solo se emplea en algunas zonas rurales y con muy pocos niños entre sus pocos centenares de hablantes. En www.etnologue.com ya está catalogado en rojo y en trance de desaparición, al igual que el irlandés, también en rojo y en riesgo de desaparición por falta de más políticas públicas de apoyo, aunque también por la enorme competencia del cercano inglés.

Pero también está en rojo el cántabru, no tanto porque no se apoye (porque se podría hacer), sino más bien porque por parte de los políticos existe un gran desconocimiento acerca de este asunto. Por tanto, habría que preguntarse: ¿Conseguirá salvarse el cántabru si sobre él se aplican políticas adecuadas, y pese a la oposición por parte de las fuerzas políticas que no están en el Ejecutivo autonómico?

Y es que las lenguas naturales son intrínsecamente variadas y dinámicas, pues trasmitidas en el tiempo intergeneracionalmente, y en el espacio por desplazamiento de su comunidad de hablantes, cambian y continuamente se diversifican de una manera constante, como bien señala el catedrático por la de Universidad Autónoma de Madrid, Juan Carlos Moreno Cabrera: “Las lenguas no son entidades unitarias conformadas por sistemas homogéneos, sino complejos poblacionales de competencias lingüísticas que están continuamente en interacción y que se adaptan mutuamente de manera constante”.

Por tanto, ¿qué interés o qué ocurre o puede suceder en el cerebro de algunas personas que tanto interés manifiestan o existe, o pueden tener, cuando ellas desean la desaparición de una lengua? La lengua, cualquier lengua, probablemente sea el mayor patrimonio común de que disponga el colectivo que la habla, y ciertamente, nada nos hace más humanos, pues sin esa capacidad de comunicarnos, de emitir y descodificar el lenguaje complejo, la civilización no hubiera avanzado, y de hecho no existiría. Por lo tanto, cuidar de ese patrimonio parece razonable y lógico a todas luces.

Jesús Hoyos, el 7 de febrero de 2022, en el Diario Palentino, y que lleva por título: “El idioma es una riqueza que no debemos dejar morir”, habla y nos cuenta que el músico Bieito Romero (fundador de la banda gallega Luar na Lubre), defiende su idioma gallego como una cuestión que más bien tiene que ver con la “naturaleza propia”, al tiempo que es esta una forma más de poner en valor la tradición. Preguntado que por qué en pleno siglo XXI es importante que regiones que tienen su propio idioma, como es el caso de Galicia, potencien y mantengan su idioma a través de la música, Bieito responde:

“Es una cuestión de naturaleza propia. Aquí toda la tradición viene en gallego. Si lo quieres poner en valor, el idioma debe estar ahí. Es bueno porque suma. Todo esto es contribuir, es cultura y una forma patrimonial importantísima que debemos divulgar. Hay como una especie de vergüenza con el tema de los idiomas, cosa que no pasa en otros lugares de Europa, donde los tienen considerados como un gran valor. Aquí da la sensación de que tener un idioma o cosas distintas significa que nos queremos marchar o separar. Al contrario, realmente es una gran riqueza que no debemos dejar morir. En nuestro caso lo que hacemos es trabajar sobre la tradición y así aparece reflejado en nuestra música”.

A lo mejor no se termina de entender que lo que pretenden los sistemas de inmersión en una lengua minoritaria es precisamente promover los proyectos plurilingües de las comunidades con lenguas distintas al castellano, garantizando así el multilingüismo general y, sobre todo, el del alumnado. A lo que a lo mejor habría que preguntarse, y en palabras de Pablo Casado (líder del PP), y haciendo referencia a mediados de Diciembre de 2021, y a raíz de la sentencia sobre el modelo de inmersión lingüística en Cataluña, que era necesario defender los “derechos lingüísticos que consagran nuestra nación”. Pero, ¿se están garantizando de verdad tales derechos para todos los ciudadanos por igual? ¿Y también, y por lo que respecta a Cantabria, también para quienes desean seguir conservando su lengua cántabra?

Los yagán fueron un pueblo nómada de expertos navegantes que habitó hace más de 6.000 años el archipiélago de Tierra del Fuego

Así, y tal y como están las cosas, nos podríamos preguntar, si sirven de algo las políticas públicas para proteger una lengua. La respuesta sea probablemente que sí, aunque esas políticas son tan recientes que aún ellas no han sido medidas durante un periodo de tiempo lo suficientemente amplio como para hacer un balance preciso y detallado sobre las mismas. Y cuando se ha hecho, algunos resultados no han sido los esperados. Lo que sí se sabe es que, donde no existen esas políticas de apoyo a los idiomas más amenazados, los idiomas que conviven con otros más extendidos, al final tienen más probabilidades de perder hablantes, y con el tiempo acaban muriendo al fallecer su último usuario.

Como, por ejemplo, ha sucedido con la última hablante viva de yagán o yámana (mencionado también en la literatura como háusi kúta, inchikut, tekeenika, yahgan o yappu), Cristina Calderón, quien murió a la edad de 93 años a mediados de Febrero de 2022 en Villa Ukika, a un kilómetro de Puerto Williams, en la localidad más austral del planeta. Conocida como “La abuela Cristina”, Calderón fue reconocida por el Gobierno chileno como un “tesoro humano vivo”, tras años de trabajo para preservar la cultura e idioma de su pueblo, un lenguaje no escrito y melódico, que vislumbraba el ocaso.

Y dijo su hija (Lidia González Calderón, una de los 155 miembros de la Asamblea que redacta la nueva Constitución chilena) al partir a través de su cuenta de Twitter: “Ha fallecido mi madre, Cristina Calderón, a los 93 años. Tengo una pena profunda por no estar con ella al momento de partir. Es una noticia triste para los yagán. Todo lo que haga en el trabajo en el que estoy, será en tu nombre. Y en él, estará también reflejado tu pueblo”.

Los yagán fueron un pueblo nómada de expertos navegantes que habitó hace más de 6.000 años el archipiélago de Tierra del Fuego, en el extremo Sur de Latinoamérica, en territorio chileno y argentino. Y al igual que otras etnias, su población disminuyó significativamente (alrededor del 50 %), tras la llegada de los nuevos colonos europeos y no europeos a Chile en el siglo XIX. En la actualidad, los casi cien descendientes viven en varias comunidades, siendo la más numerosa la de Villa Ikika, cerca de Puerto Williams, en la zona austral de Chile. Aunque los sobrevivientes de la etnia no hablan el idioma originario por completo, Calderón siempre será recordada por su lucha a favor de la preservación de su lenguaje y tradiciones.

A continuación un breve video en donde la abuela Calderón habla en yaguán:

https://twitter.com/precolombinocl/status/1493977380251062275

Sin embargo, y con todo, en algunos lugares sí que se aplican con notable éxito políticas que tienden a la reafirmación y al potenciamiento de los idiomas propios, como, por ejemplo, sucede en Euskadi, donde desde el año 2022 el nuevo modelo educativo es (y se aboga) porque solo sea prioritariamente en euskera, al ser esta prácticamente la única lengua vehicular de la enseñanza. Y todo tras el nuevo pacto educativo propiciado por el PNV, EH-BILDU y el PSV-PSOE que elimina las cuotas y da autonomía a los centros en cuanto al uso de las lenguas, y en donde los centros tendrán a partir de ahora autonomía para elegir el número de asignaturas en euskera, castellano e inglés; aunque deberán garantizar también su conocimiento al finalizar la ESO.

Cualquier lengua probablemente sea el mayor patrimonio común de que disponga el colectivo que la habla

Con esta nueva estrategia en favor del euskera, la nueva Ley de Educación vasca pretende renovar la norma aprobada en 1992 (siendo consejero entonces el socialista Fernando Buesa), abordando así todos los aspectos relacionados con el sistema educativo vasco que da por prácticamente finalizado el anterior (A, B y D, tanto en la red pública como en la concertada, si bien los colegios privados, sin concierto con la Administración, funcionan al margen de estos modelos), y en donde los modelos referenciados ya no aparecen en los actuales modelos lingüísticos, dado que la apuesta de consenso es un nuevo sistema multilingüe con el euskera como “eje prioritario y vertebrador”. Si bien el principio sobre el que se asienta ahora el nuevo Sistema Educativo Vasco es y será, por un lado, la autonomía de los centros, y, por el otro, el de garantizar el conocimiento de las lenguas cooficiales, así como de al menos una lengua extranjera.

El modelo A tiene todavía al castellano como lengua vehicular y ofrece el euskera como asignatura. En el modelo B las diferentes asignaturas se imparten tanto en euskera como en castellano. Finalmente, el modelo D tiene el euskera como lengua vehicular y se imparte el castellano como asignatura. Antaño los modelos A y B, fueron los más demandados por las familias durante los años 80 y parte de los 90, sin embargo, ahora estos son minoritarios; ya que el modelo D, con el tiempo, se ha ido poco a poco convertido en mayoritario: ahora tiene una cuota del 80% en nuevas matrículas y alrededor del 70% hasta Bachillerato. A esto se le suma el hecho de que más del 90% de los alumnos vascos que cursan ESO en el sistema público de enseñanza están matriculados en el modelo D: todo en euskera.

La estrategia, por lo tanto, y por lo que respecta a Euskadi ha funcionado muy bien, pues poco a poco han ido de una manera progresiva ganando cuota y mercado, no solo en la actual demarcación de la actual Comunidad Autónoma Vasca, sino también fuera de sus límites y lindes al importar sus nuevos hablantes la lengua a aquellos territorios en los cuales incluso muchos de estos vascos se asientan o eligen para vivir. En el Estado español: Cantabria, Castilla y León, La Rioja, Navarra y Aragón.

Por otro lado, y por lo que respecta a las políticas que el actual Gobierno cántabro (en connivencia con el español) aplica a la hora de facilitar la enseñanza del cántabru, ha quedado claro que no hay ya lugar para medias tintas, ni tampoco para un segundo o tercer idioma, pues por lo que parece o bien se da a entender, de lo que aquí se trata es de que la mozandá (juventud) acabe sí o sí hablando español y solo español en una nación donde el cántabru no tenga, ni pueda tener jamás, ningún tipo de relevancia o importancia. Y si la tuviera, esta sería la que se pueda implantar, por ejemplo y llegado el caso, al hacer más importante al urdu, al tagalo, al chino, al árabe o al bereber, antes que al cántabru.

Tal es el cuajo hoy de los actuales dirigentes nacionalistas españoles, que ya ni siquiera esconden su propósito al no manifestarse en favor del cántabru, cuando saben (sobre todo desde hace más de cinco años) del interés y del despertar que hay en la sociedad y en la ciudadanía en favor de esta lengua que hoy es minoritaria y propia de Cantabria.

Olvidan, porque su memoria solo es para aquellas cosas que les interesa y les da beneficios y réditos, que cualquier lengua probablemente sea el mayor patrimonio común de que disponga el colectivo que la habla. Y con certeza, la actual variedad lingüística de la que hoy disponemos en España es una de mayores riquezas colectivas que tenemos todos nosotros, hablemos lo que hablemos.

A modo de simple ejemplo, y sin que esto sirva de precedente, y solo para centrar el actual trabajo, en este artículo vamos a tomar como ejemplo (aunque podríamos poner algunos más como meros escaparates a través de los cuales poder observar lo incongruente que puede llegar a ser y resultar un pensamiento limitado y limitante), a una persona pública llamada Salvador Gutiérrez Ordóñez, un asturiano que aparte de ser miembro de número de la Real Academia de la Lengua (RAE), también es Catedrático de Lingüística General por la Universidad de León; además de que también es director del departamento de “Español al día” desde 2008.

Nuestra capacidad lingüística es uno de los factores que diferencian a los humanos de los animales

Resulta que a mediados de Noviembre de 2021, Salvador manifiesta lo siguiente al respecto de la reciente oficialidad del asturiano: “Defiendo el estudio del bable pero la cooficialidad ya es una palabra mayor”. Y añadía, y “se quedaba tan ancho”: “Una lengua oficial, antes tiene que ser lengua con personalidad propia en todos los ámbitos de la Administración”.

¿Una palabra mayor señor Gutiérrez? ¿Cómo es posible que la ambigüedad, la indeterminación, el equívoco consciente, el juego de palabras y la confusión se utilicen y empleen a la hora de hablar de proteger una lengua que está seriamente amenazada, y que si no es con políticas de “reanimación” (como la que se pretende realizar ahora), esta lengua (el asturiano) no sobreviviría en un contexto actual de globalización, inmigraciones masivas (la mayor parte de ellas descontroladas) y pérdidas aceleradas de soberanías e identidades colectivas de los pueblos que aún hoy y a duras penas continúan siendo “autóctonos”?

¿Qué problema hay para que el asturiano y el gallego-asturiano, por ejemplo, sean empleados en todos los órdenes de la vida pública, cultural e informativa de Asturias? Las lenguas amenazadas, si no tienen políticas eficaces de protección y promoción, poco a poco, y de una manera más que progresiva, van perdiendo hablantes; y a la larga es seguro que desaparecen. Por ello, las “políticas lingüísticas” son y deben de ser el “campo de batalla” más adecuado y emergente que haga posible el conseguir la suficiente transmisión generacional para que estas lenguas no se pierdan.

Pero es que además, y por seguir con el ejemplo asturiano, ¿acaso no vemos que la oficialidad del asturiano es un derecho, y no una imposición a nadie? ¿Dónde está la intransigencia y/o la imposición, y bajo que premisas una persona se permite el desaire de decir semejantes afirmaciones? ¿Acaso no sabemos que el castellano es y siempre fue forastero en la tierra de Asturias, como también e igualmente lo fue en Cantabria, y en más lugares y territorios que ahora “lloran” porque a algunos miles de los habitantes que hoy en día residen en lugares que aún mantienen su lengua “no les dejan”, o bien “no se les permiten hablar en castellano”?

¿Qué habría pasado si en 1713, que es cuando se crea la Real Academia Española de la Lengua con el objetivo primero y claro de evitar la corrupción de la lengua castellana, se hubiera dicho, como plantea el señor Salvador Gutiérrez: “Una lengua oficial, antes tiene que ser lengua con personalidad propia en todos los ámbitos de la Administración”? Pues que seguramente ni hoy hablaríamos castellano la inmensa mayoría de los españoles, y que ni tan siquiera éste sería como lo es el actual, y el que en estos momentos conocemos, pues la existencia y la viabilidad de eso que se conoce como “español” es posible gracias a que existe una Administración que lo protege, que lo ensalza, y que también lo divulga de una manera constante y permanente.

¿Qué habría sucedido si el mirandés, lengua propia que lo es en Miranda do Douro, junto al portugués (y del mismo tronco lingüístico que del asturleonés), y del cual también luego se derivan el estrtemeñu y el cántabru, no fuera oficial desde 1999 en la región de Trás-os-Montes: Noreste de Portugal? Pues la respuesta es muy sencilla señor Gutiérrez: habría desaparecido, o bien se encontraría en un proceso acelerado y gradual de pérdida irreparable y destrucción.

Tienen las autoridades en Cantabria el deber y la obligación de facilitar el que se puedan expresar en cántabru todas aquellas personas que así lo deseen, sin menospreciar a quienes consideran que han de hacerlo en español… “porqui tien de ser asina pa que dimpués nu mos duelga” (porque tiene que ser así para que después no nos duela).

Nuestra capacidad lingüística es uno de los factores que diferencian a los humanos de los animales. Decía el psicólogo evolucionista Steven Pinker, que el lenguaje es una facultad innata de las personas y, por tanto, está consustancialmente unida a la evolución y al cambio. Por definición, el lenguaje se manifiesta a través de formas idiomáticas particularizadas que han ido generando una gran diversidad lingüística, siendo el cántabru una de esas evoluciones naturales y normales en el devenir de los acontecimientos humanos y sociales.

Otro gallo nos hubiera cantado si la Constitución española mencionase las distintas lenguas y no hubiera reservado solo para el castellano el deber y el derecho a ser conocido. De aquella no equiparación se desprenden ahora todos los males actuales, los cuales, en parte, hubieran podido remediarse a lo largo de las últimas cuatro décadas (43 años de texto constitucional) si adecuadas leyes estatales hubieran ido encontrando otro acomodo más real y verdadero.

Pero desgraciadamente, ni el PP ni el PSOE estuvieron dispuestos nunca a legislar una Ley de Lenguas, lo cual denota hasta qué punto está arraigada, con toda normalidad en el imaginario de la sociedad española, la supremacía de la lengua castellana sobre el resto. Llegados hasta aquí nos podríamos preguntar: ¿Cómo puede entenderse que uno de los Estados más diversos lingüísticamente (cuando no el que más), de la Unión Europea no disponga de una Ley de Lenguas? Es evidente que su inexistencia es el reflejo de una anomalía preocupante y claramente dirigida en favor de una lengua (o varias) sobre otras amenazadas y todavía no respetadas y valoradas.

Inconscientes y talibanes de la palabra unidos siempre en el desacuerdo
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