sábado. 27.04.2024

Ispiritualidá y anarquismu

Llegados hasta aquí habrá quien piense y se pregunte que la anarquía y la espiritualidad son incompatibles, sin embargo nada más lejos esto de la realidad

La semana pasada, concretamente el 19 de enero de 1865 moría en Passy (Alta Saboya) Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), un filósofo, político y revolucionario anarquista francés, que junto con Bakunin, Kropotkin y Malatesta, es uno de los padres principales y fundamentales del movimiento anarquista histórico, así como de su primera tendencia económica: el mutualismo.

Pero no vamos a hablar en esta ocasión del mutualismo, porque ya lo hicimos hace unos meses, sino más bien de espiritualidad y de anarquismo con el fin último de imprimir a este articulo una visión favorable en apoyo y en favor del cántabru, sin por ello no hacer antes un auto análisis de formas y encajes en la actual sociedad del siglo XXI.

Si verdaderamente deseamos dar a conocer el cántabru antes es preciso comprometerse e implicarse

Porque si verdaderamente deseamos dar a conocer el cántabru antes es preciso comprometerse e implicarse. Y para ello nada mejor (y más necesario) que previamente ejercer con precisión, determinación, voluntad y coraje la “acción revolucionaria”, o si se prefiere, la labor de implicación y de concienciación, participación e intervención, que en los casos y circunstancia la acción precise y requiera… y siempre sea la más oportuna y conveniente. Pues aunque queramos y deseemos llevar a buen término la acción “revolucionaria” o “espiritual”, antes habrá de ser observador, y siempre precavido, ya que, como se sabe, los tiempos y las formas son ahora distintos y muy diferentes a los de hace dos o tres siglos, por ejemplo.

Circunstancia y coincidencia esta que en última instancia es necesaria y principal a la hora de poder hacer posible y efectivo el cambio real y definitorio que en la actualidad las diferentes políticas de salvaguarda en favor de las lenguas minoritarias y amenazadas imponen, y que son a todas luces indispensables e imprescindibles a la hora de poder acudir prestos al rescate lúcido y consciente de una lengua (como lo es en este caso el cántabru) que actualmente se encuentra gravemente amenazada, y en continuado y permanente peligro de conservación y supervivencia.

En este sentido hemos considerado oportuno el poder rescatar unas palabras del teórico anarquista ruso Piotr Kropotkin (sacadas de su obra: “El espíritu de rebelión”), por ser quizá estas una de las muchas, o de los muchos ejemplos que nos pueden servir a la hora de poder hacer posible y efectivo ese cambio de paradigma hacia otro más favorable y adecuado para el cántabru y sus intereses. La frase dice así: “La indiferencia es en adelante imposible. Aquellos que al principio no se preocupaban de lo que querían los “locos”, inmediatamente se ven forzados a prestarles atención, a discutir sus ideas, a tomar partido a favor o en contra. Pero los hechos que se imponen a la atención general es imparable, siendo así y de esta manera como las nuevas ideas se meten en los cerebros y conquistan a nuevos seguidores. Una acción por lo tanto hace a menudo más propaganda que miles de folletos”.

Llegados hasta aquí habrá quien piense y se pregunte que la anarquía y la espiritualidad son incompatibles, sin embargo nada más lejos esto de la realidad, pues si bien la anarquía tiene claramente dos significados (uno es “desorden” o “caos”, el otro proviene de su etimología “sin un jefe o líder”), la espiritualidad (y antes de ser tal), siempre ha de ser también “desorden” y “caos”, para al final llegar a ser uno mismo “su propio guía y jefe”, sin por ello dependencias y ataduras de nadie (ni de nada), que al final nos conecten con el gran Todo, o la gran Manifestación; que como ya se sabe siempre nos habita y nos hace posible a través de una mente infinita y creadora, además de hacedora de fantásticas e innumerables realidades y posibilidades.

Y así, y de igual forma que la condición de sociedad en la cual no hay un gobernante o un gobernador es la máxima del anarquismo, de igual forma sucede en y con la sociedad espiritual, que no necesita de la “oportuna” y necesaria “intervención” de intermediarios para poder llegar a Dios. Una circunstancia (todo sea dicho de paso) de la cual se ha aprovechado conveniente y adecuadamente la religión (todas) para crear así un “corpus” a su medida y gracia… y siempre según su adecuada y real conveniencia. Una religión, que todo sea dicho de paso, hoy más que nunca se ha aliado y posicionado (principalmente en Occidente) con el Nuevo Orden Mundial para anular la voluntad y la capacidad crítica de los seres humanos hacia y para una mejor evolución no dogmatizada y no incuestionada de la realidad circundante.

Por ejemplo, y por centrarnos en la religión más inmediata que nos rodea, y que ahora nos abarca en los hemisferios en los cuales nos encontramos del Occidente, habrá que decir que tampoco el Cristo Jesús necesitó jamás de ningún tipo de intermediarios o de ministros para hacer llegar su mensaje o su palabra. De hecho, en el cristianismo primitivo no existía la figura de ningún representante o intermediario ante lo que se pueda definir como Dios. Y es que en ningún momento Jesucristo pensó en crear una Iglesia institucional como la que surgiría luego más tarde. Lo que él sí que hizo fue, sencillamente, predicar un mensaje que después sus discípulos interpretaron y pusieron en práctica de muchas maneras y formas, circunstancia que es habitual y normalizada en todas los momentos y acontecimientos que debido a su especial transcendencia marcan o influyen grandemente en las vidas y en las realidades de las personas. Y una de ellas fue la creación de una institución que hoy se llama Iglesia, lo cual no significa o quiere decir que Cristo crease o creyera en la necesidad de tener que fundamentar su mensaje a través de la Iglesia que históricamente hoy conocemos.

Y es que conviene aclarar ciertos aspectos y conceptos, pues en el imaginario colectivo existe la falsa creencia de que Jesús delegó en Pedro y le confió la labor de construir “su Iglesia”. Sin embargo esto no es cierto en absoluto, pues para empezar Pedro jamás fue obispo, ya que entonces no existía la figura del obispo en la época en la que vivió San Pedro. Por lo tanto no se puede decir que Pedro fue el primer obispo de Roma, sino más bien, y tan solo, interpretaciones posteriores y muy convenientes, debido a las circunstancias y el momento al resultar ellas adecuadas para la instauración de una nueva forma de pensar y dirigir a las masas hacia los intereses más oportunos y circunstanciales del momento. Y si no ahí están algunos evangelios (como en el de San Mateo) para demostrarlo, donde se ponen en boca de Jesús algunas frases que posteriormente fueron mal interpretadas (sobre todo por los obispos de Roma) como un mensaje para poner en manos de Pedro la dirección de la Iglesia. Pero ésta es una interpretación que surge más bien un siglo después, y que de hecho no aceptan muchas iglesias antiguas y actuales.

Es más, Jesucristo no escribió nada. Todo lo que conocemos de él (su palabra y su mensaje) fue escrito por sus discípulos, así como por gente de su entorno, algunos incluso de generaciones muy posteriores. Hay que tener también en cuenta que Jesús murió hacia el año 30, y los escritos más antiguos del Nuevo Testamento son de San Pablo (de los años 50), siendo la mayoría incluso posteriores (de los años 70 al 130), y en un momento en el que ya se iban creando una serie de instituciones que son las que luego darán lugar a la Iglesia. El mismo San Pablo, por ejemplo, no conoció a Jesús, ya que únicamente tuvo noticias de su mensaje y de su persona. Sin embargo fue el primero que hace una interpretación del mensaje de Jesús diferente de la que se hacía entonces, aunque lo que sí que hizo fue convertir la figura de Jesús en un redentor, o si lo preferimos, en un salvador, en vez de en un reformador, como era hasta entonces. Interpreta, por lo tanto, la pasión y la muerte de Jesús en clave de religión mistérica, y hace de eso el centro de lo que luego será a posteriori la nueva religión cristiana. Pero todo ello no es más que una interpretación posterior. Eso es todo.

Los padres fundadores del anarquismo (Godwin, Proudhon, Bakunin y Kropotkin) buscaron más bien proponer una receta para una sociedad libre y justa

Pero por centrarnos, por ejemplo en la anarquía, diremos que en palabras de Woodcock, es “un sistema de pensamiento social, que apunta a cambios fundamentales en la estructura de la sociedad y particularmente (y éste es el elemento común que une todas sus formas) al reemplazo del Estado autoritario por alguna forma de cooperación no gubernamental entre individuos libres”. Y es que los padres fundadores del anarquismo (Godwin, Proudhon, Bakunin y Kropotkin) buscaron más bien proponer una receta para una sociedad libre y justa, al igual que sus sucesores propusieron diversas visiones sobre cómo promover una sociedad equitativa, o cómo sería exactamente una sociedad más equilibrada y responsable, habiendo existido para ello variantes violentas (por ejemplo, en España los movimientos insurreccionales que se dieron en los años de 1930 a 1936) y no violentas (por ejemplo, la Rainbow Family), tan distintas y tan dispares las unas de las otras.

En el siglo XIX, pensadores como Proudhon o Bakunin intentaron construir una teoría de la sociedad sin gobierno y sin Estado, y basada más bien en la libertad individual, en el mutualismo o en el colectivismo, aunque también en el federalismo. Prácticamente estaban imaginando y soñando dicha sociedad, dado que los pocos ejemplos históricos (como por ejemplo la Confederación Suiza observada por Kropotkin, o la comuna urbana medieval), no ofrecían suficientes bases empíricas como para probar sus ideas. Sería en el siguiente siglo cuando los antropólogos comenzaron a investigar intensivamente algunas verdaderas “sociedades anárquicas”, sin embargo al final ninguna llegó a buen término debido a los egos y a las intervenciones foráneas en contra de éstas.

Y aunque éstos pensadores proporcionaron una gran cantidad de evidencia empírica conducente a la conclusión de que una existencia colectiva estable era posible en un estado de anarquía, al final las particularidades de los individuos siempre eran (y aún son) un impedimento grande a salvar y a solventar para llegar a la conclusión de dicha sociedad. En este sentido, por lo tanto, la información recolectada por los antropólogos del siglo XX respaldaba las teorías de los anarquistas del siglo XIX, o al menos indicaba que dichas teorías tenían una medida de validez empírica, sin embargo no llegaban nunca a concretarse. Kay Birket-Smith, un etnógrafo y filólogo danés escribió en 1959 sobre los esquimales: “Si existe en algún lugar aquella comunidad (…) en la cual soñaba Kropotkin, será encontrada ésta entre estas tribus pobres vecinas del Polo Norte”. ¿Puede entonces el anarquismo ser validado como una teoría social? O, dicho de otro modo, y haciéndonos la pregunta podemos afirmar: ¿es el anarquismo una antropología de la anarquía?

Se podría decir que en cuanto al anarquismo y a la espiritualidad, ambas refieren a teorías sociales y filosofías políticas sin una doctrina unificada o programa único concreto, pero sin embargo sí que están comprometidas con una preocupación central que se basa en el rechazo del gobierno autoritario y de su manifestación en el Estado o en la Religión, junto con un principio guía que está conformado por el acuerdo libre, pero teniendo siempre ambas en común una evidente y clara inclinación antiautoritaria, o si se prefiere, un ethos igualitario y orientado más bien hacia la comunidad. Y esto es lo que en verdad nos interesa (y en última instancia nos debe de motivar) a la hora de hacer de estos movimientos o pensamientos una “acción” de vanguardia en favor del cántabru. Es decir, que se pueden aprovechar muy adecuada y convenientemente estos movimientos y actuaciones sociales contestatarias y antiautoritarias como un ariete o trampolín de enganche desde el cual luego hacer efectiva la introducción en nuestra sociedad del cántabru.

En el campo de la espiritualidad podríamos poner el ejemplo de los miles de movimientos espirituales que existen hoy en día a lo largo y ancho del mundo (imposibles todos ellos aquí poder catalogar y definir), y en el campo de la anarquía podríamos poner el ejemplo de la Rainbow Family, que ya antes hemos nombrado, o bien otras manifestaciones similares y del estilo no politizadas y/o dirigidas por estamentos bajo la apariencia aparente de la “inofensividad” y de la “neutralidad”.

Luego están las ambigüedades de los unos y de los otros, donde se mezcla, tanto la espiritualidad, como la anarquía. Los huteritas en la espiritualidad-religión, por ejemplo, y el discordianismo (una forma de religión satírica y/o  desorganizada) o el mismo zen, por ejemplo, en la anarquía-religión, y todo ello en “simbiosis” y en absoluta “caoticidad”, y al tiempo en también fascinante “enredadosidad”. Y es que aunque la mayoría de los anarquistas se han manifestado como ateos o agnósticos, algunos anarquistas notables han sido religiosos, como León Tolstoi y Ammon Hennacy, ambos creyentes fieles de los principios de la no violencia y del anarquismo cristiano.

Los seres humanos somos las únicas criaturas del planeta Tierra que nacemos en un estado natural de desorientación completa con respecto a nuestro mundo

Y es que en verdad los seres humanos somos las únicas criaturas del planeta Tierra que nacemos en un estado natural de desorientación completa con respecto a nuestro mundo. Pues mientras otras criaturas son guiadas por el instinto (lo que significa que no son conscientes, ni tampoco tienen la capacidad de preguntarse a sí mismos) cada uno de nosotros (como criaturas humanas que somos) hemos sido dotados con la capacidad increíble de poder crear y concebir nuestras propias vidas. Y es precisamente esto lo que en verdad nos diferencia del resto de los seres vivos, si bien es también esta circunstancia lo que precisamente hacemos todos los días, poniendo continuamente en juego acciones e ideas que determinarán la forma y la calidad de nuestro mañana. Un mañana que, lamentablemente, ha sido secuestrado por la ignorancia, el ego y el terror.

Ha llegado pues el tiempo de poder experimentar una nueva consciencia, y también de vivir activamente desde nuestra esencia más profunda y verdadera, comprendiendo que somos ante todo seres de luz, pues la luz es la manifestación esencial y primaria de la creación, de la inteligencia universal, así como también del verdadero amor que se manifiesta generosamente en cada uno de nosotros.

Por lo tanto, y si verdaderamente deseamos ser maestros y maestras de nuestras propias emociones, cuerpos y mentes, es y sería bueno el que practicásemos tener una determinación fuerte y una voluntad de acero, el que seamos constantes en nuestras prácticas (la que cada persona considere que es la más necesaria e importante para su propio autodesarrollo), el que vigilemos y corrijamos continuamente nuestra mente (la que inevitablemente crea nuestra realidad, seamos o no conscientes de ello), y, sobre todo, el que procuremos el practicar, por ejemplo, yoga y meditación, física cuántica y la ciencia de la mente y de las infinitas posibilidades, por ejemplo, a fin de que así podamos conservar mejor nuestra energía: esa que casi siempre se nos escapa por los cinco orificios principales de nuestro cuerpo.

Afirma el doctor y conferencista norteamericano Joe Dispenza, especialista en neurociencia, epigenética y física cuántica que “la consciencia es darse cuenta y darse cuenta es prestar atención. Dependiendo de donde pongamos nuestra atención allí pondremos nuestra energía. Hay una cosa que nos hace únicos como seres humanos, y son los lóbulos frontales de nuestros cerebros. Ellos constituyen el 40% de nuestra masa cerebral, al tiempo que son el asiento de nuestra consciencia: es lo que permite que nos autorreflejemos”.

Y es que a pesar de los muchos libros y artículos escritos que se han hecho sobre las sociedades “espirituales” y “anárquicas”, los intentos por construir una teoría comparativa de la organización social (así como una tipología de tales organizaciones), así como la realidad antropológica y social más inmediata y evidente conceptualización nos recuerda machaconamente que hoy tenemos una tipología anticuada de las sociedades en lo que respecta a una nueva perspectiva evolucionista (la famosa secuencia banda-tribu-jefatura-reino-estado-corporación), con respecto a las sociedades campesinas y/o rurales en algún punto de confluencia en el medio.

Y es que quizás todo ello se deba más bien a que la antropología se ha quedado atrapada en el funcionalismo y en el evolucionismo, orientaciones éstas que en su momento fueron subsiguientemente abandonadas en favor de otras búsquedas, y por lo tanto fueron echando por la borda progresivamente la “estructura social”, así como otros objetos pre-posmodernos. Por lo tanto, la investigación comparativa sobre la estructura social ha disminuido, por no decir más, y al final no ha surgido una tipología realmente nueva, evolucionada y actual; con el consiguiente desfase que de todo ello se puede y se pueda derivar.

Apuesto por lo tanto por el hecho de que la complejidad de las pequeñas poblaciones anárquicas puedan enseñarnos algo en un futuro próximo sobre nuestra moderna sociabilidad, y que nosotros podamos, al mismo tiempo, aprender también algo sobre nuestro propio pasado más remoto: ese que ha sido secuestrado y convenientemente anulado por las élites dispersadoras de razón y entendimiento.

Pero no nos engañemos, ni el anarquismo clásico es la receta y la panacea para “todos los males que acechan y asolan a la humanidad”, como tampoco lo es la espiritualidad, sobre todo si esta viene con el disfraz del estilismo, pongamos por caso, del “mindfulnessismo”, o de semejantes entretenimientos, o si se prefiere, de las nuevas e “innovadoras” espiritualidades capitalistas que fetichizan el presente, favorecen el momentismo, fomentan el olvido de la memoria histórica (muy a propósito para anular convenientemente nuestra voluntad), y como no, apuntan contra la imaginación utópica a fin de así (como no iba a ser de otra manera) no revelarnos nunca contra esta auto Matrix impuesta y coercitiva generada gracias al miedo y al borreguismo inducido e instigado. Una “nueva” y “moderna” espiritualidad, por lo tanto, a la medida del mercado, o si se prefiere: una espiritualidad (como tantos otros “sacacuartos”) a imagen y semejanza de los McDonald’s, o del Nuevo Orden Mundial que nos venden a través de los medios masivos de la desinformación televisiva y periodística.

No nos valen tampoco las “raves” o las “free parties”, donde nadie disimula el consumo (y el policonsumo) de drogas varias del tipo éxtasis, cannabis, LSD, cocaína, etc., pero que a la postre sirven para crear una sociedad anulada y no identificada, sin raíces y sin formas, sin modelos y sin perspectiva. Una nueva religión de la desorganización y del caos, pero con graves efectos irreparables sobre nuestros cerebros creadores, que en última instancia son los que generan nuestra evolución y nuestra liberación de estructuras y ataduras perpetuas y siempre dolorosas para nuestro verdadero despertar humano y divino.

Estamos en medio de una auténtica y verdadera revolución de la conciencia y del despertar

Y es que no hay que olvidar que estamos en medio de una auténtica y verdadera revolución de la conciencia y del despertar, y esta supone e implica el que necesariamente nos alejemos lo suficiente (o mucho) de los charlatanes y de los salvadores que nos prometen nuestra redención y nuestra purificación, bien muchas veces a través de estructuras políticas y/o religiosas, cuando no discutibles y mejorables (democracia no participativa y/o régimen de partidos), o cuando no violentas (islamismo, judaísmo… y otras del estilo y semejanza), que en última instancia, y al final, generan dolor, muerte, destrucción y acabación.

La conclusión final que de todo esto se puede extrapolar y determinar es que en diferentes partes de nuestro entorno más inmediato y cercano (y en donde se ha de incluir también a la Cantabria Histórica), existen pequeñas poblaciones en donde posiblemente se pueda llevar a cabo un modo de vida y experiencia donde el cántabru pueda estar siempre presente, y la vida misma esté más bien orientada y basada en la razón, el entendimiento y en la sociabilidad entre los seres humanos sintientes; sin la necesaria intervención y fiscalización de las instituciones y de los diferentes estamentos de control. Una vida, en definitiva, más espiritual, y también más anárquica basada en una riqueza de lazos débiles y, al mismo tiempo, en y con ciertas condiciones que faciliten la cooperación, especialmente los vínculos que nos llevan a la amistad, y al mismo tiempo permiten a las personas crear fraternidades temporales y/o permanentes lo suficientemente creíbles y vivificadoras.

Es decir, espacios y lugares donde la vida social es entonces eminentemente imprevisible, y en donde la creación de grupos es aleatoria, y con quizá una cultura un tanto más compleja y enrevesada, pero también más participativa (al estilo quizá de la comuna danesa de Christiania, o Ciudad Libre de Christiania: un espacio o bario de Copenhague de 34 hectáreas), donde las agrupaciones humanas son y deben de ser necesariamente pequeñas, y sin duda más bien orientadas y basadas en las relaciones personales multi entrelazadas. Comunidades y organizaciones pacíficas, colaborativas y no confrontables y, por supuesto, necesaria y estrictamente igualitarias en derechos y oportunidades, donde a cada cual se le ha de dar y proveer en función de su valía y de su compromiso y representatividad para y en favor de la comunidad.

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