sábado. 27.04.2024

“Hasta el infinito y más allá”

Somos complejos y muy diversos a la hora de encajar en la sociedad y precisamente como lo realmente bonito es ser así, diferentes y diversos, las películas infantiles no pueden no reflejar lo que realmente somos

Todo comenzó en el año 1995 de la mano de Pixar cuando salió una de las películas infantiles que marcarían un antes y un después en la forma de hacer y entender el cine infantil. Se dejó de lado la teatralización de historias reales por la creación de auténticos universos animados capaces de sumergir a los más pequeños, y a los no tanto, en mundos increíbles como si estuvieran soñando.

Las historias siempre se han resumido en héroes y villanos pero como bien sabemos, la vida no puede abstraerse de esta forma. Somos complejos y muy diversos a la hora de encajar en la sociedad y precisamente como lo realmente bonito es ser así, diferentes y diversos, las películas infantiles no pueden no reflejar lo que realmente somos: una sociedad que ha ido ensanchando las fronteras de la libertad y la tolerancia haciendo de nuestras relaciones personales el mayor valor que tenemos y que nos diferencia de seres irracionales.

Debemos de educar a los más pequeños con dos grandes valores: la empatía y la tolerancia

Poco a poco fuimos viendo como las películas reflejaban nuevas historias basadas en elementos que no eran normativos pero que no por ello contaban mentiras o realidades ajenas a nuestro día a día. Desde las típicas peleas donde ganaba el protagonista alto, guapo y buena persona pasando por la traición del mejor amigo del protagonista, la muerte del personaje favorito, auténticas utopías de relaciones de amistad o pareja, en fin muchas cosas que vemos y nos pasan en nuestros quehaceres diarios.

¿Solo hay una forma de querer? Pues que yo sepa y entienda no. Porque yo no quiero de la misma forma un amigo o una amiga que a mi pareja, porque no puedo, lo único que trato de hacer es querer mucho y bien. Pero desgraciadamente parece que esto que algunos entendemos y creemos normalizado no lo es tanto y la resistencia que encontramos cada día es mayor. Reconozco que viendo la escena de la película Lightyear sonreí porque me pareció justo que una película infantil tratara de la forma más natural un simple gesto de afecto y cariño: un beso. ¿Que fue entre dos mujeres? Claro, ¿pasa algo? No debería.

Efectivamente, no debería. Pero no ha sido así para los nuevos responsables de la cultura en Santa Cruz de Bezana, quienes apoyándose en una nueva idea (creo que se la han copiado a los que hace miles de años vivían en Atapuerca) han considerado que no es apropiado que los niños vean el beso entre dos mujeres. Ahora bien, sí que les ha parecido apropiado que vean una película que narra la huida de unos señores de la cárcel. Pero tranquilos, que son dibujos animados, no pasa nada.

Escribiendo esta columna me viene a la cabeza Samuel Luiz, quien hace dos años fue brutalmente asesinado al grito de “maricón” y siento una profunda tristeza por los que vendrán. Quienes deberán de hacer un esfuerzo ímprobo por, si quiera, mantener lo que tenemos ahora, que parece estar siendo amenazado. Que no nos engañen cuando escuchemos algo en nombre de la libertad, que no. Nada bueno viene de la mano de quienes dicen restringir en nombre de la libertad. Hemos empezado por una película pero, ¿qué será lo próximo?

Termino como empecé, haciendo una reflexión en alto: Debemos de educar a los más pequeños con dos grandes valores: la empatía y la tolerancia. Porque nunca, nada, se ha construido desde la venganza y el resentimiento y nunca, nada, ha perdurado en tiempo si no se hizo desde el cariño y el respeto. Ya lo dijo Buzz Lightyear: “Sólo quiero decirte que aunque hayas intentado aniquilarme, la venganza no es una práctica que fomentemos en mi planeta… Pero no estamos en mi planeta, ¿verdad?”

“Hasta el infinito y más allá”
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