viernes. 26.04.2024

Escualos contra escuálidos

Dijo Edmund Burke que para que triunfe el mal basta con que los hombres de bien no hagan nada.

No hace mucho que las pensiones eran lo más sagrado de la sociedad: trabajar, cotizar y jubilar. Llegaría el momento en que millones de españoles devolverían a sus mayores, a través del Estado, el importe de los años bien currados. Y así la gente aguardaba los 65 tacos con una sonrisa de oreja a oreja para exiliarse al pueblo a plantar lechugas, visitar las costas doradas o tirarse los lunes al calor del lorenzo después de decenas de años trabajando de sol a sol. 

Ya en la pasada legislatura el Gobierno en el turno (el mismo que el de ahora) avanzó que habrá que fatigar hasta los 67 años porque el sistema no aguanta: hay cada vez menos gente en el tajo para pagar a cada vez más pensionistas y con mayor esperanza de vida. Ahora sabemos que las pensiones se van a depreciar un siete por ciento los próximos cinco años, porque aunque el Gobierno las suba un 0,25% cada anualidad, el ascenso creciente de la inflación –lo que usted paga por cualquier tipo de consumo- retraerá lo que se llama poder adquisitivo de esas pensiones (un eufemismo que encubre una pinche realidad: que a usted no le sirve de nada que le suban un pírrico 0,25% si la merluza lo hace un 5%, las gasolinas un 10% y la luz despega como si tuviera la única misión de iluminar las estrellas).

Llevamos años viendo cómo no pocos de los que tenían que velar por España la han desfalcado sin empacho y resulta que ahora es como si la carga de la prueba debieran llevarla los más débiles

Las explicaciones que da el Ejecutivo tienen además un punto de malicia, perversión y oscurantismo. Porque, con ser verdad que cada vez menos aportan para pagar a más, no es menos cierto que, con los salarios de miseria que cultiva la muy chunga reforma laboral, la cotización vía nómina de cada trabajador para la seguridad social es día a día menor (excluyan los autónomos, que en el rejón llevan la penitencia: paga lo mismo el que gana 1.000 que el que cobra 5.000 porque la cuota es fija).

El asunto es que llevamos años viendo cómo no pocos de los que tenían que velar por España la han desfalcado sin empacho y resulta que ahora es como si la carga de la prueba debieran llevarla los más débiles: llámense jubilados, parados, jóvenes sin empleo, mayores de 45 años, familias sin recursos, desahuciados, y así una larga reata de defenestrados por el sistema bien gordo para unos pocos y que ha decidido dejar a la mayoría en la cuneta. Al final, qué triste pero qué real, es la histórica y desigual lucha de unos cuantos escualos con los dientes bien afilados contra una masa de escuálidos inanes y enjutos que ya sólo pueden agarrarse con un par de dedos al borde del precipicio.

Dijo Edmund Burke que para que triunfe el mal basta con que los hombres de bien no hagan nada.

Escualos contra escuálidos
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