lunes. 29.04.2024

Ficción de una Europa perdida

Había sido firmado un acuerdo secreto entre las Potencias: Rusia, China y E.E.U.U., mezcla de no intervención de éste último como líder de la OTAN en defensa de Europa, junto a lo no injerencia en cualquier acción que pudiera emprender Rusia contra sus veintinueve miembros.

Estimado Lector.

Más bien el autor bordea una situación próxima a una ficción, no extemporánea, desde luego, dentro de la situación conocida, posiblemente futurible y diferente a cómo debería ocurrir, pero vuelvo a tomarme la licencia de diferir al análisis y reflexión de los lectores, un relato, repito, de ficción al cual juzgarán la futura sucesión de hechos.  

El alba apuntaba con sus primeras luces al Capitolio y a la Casa Blanca, de Washington, cuando una parte de los embajadores europeos acreditados ante E.E.U.U., allí citados, así como el secretario general de la OTAN, abandonaban circunspectos la sede presidencial, después de una maratoniana reunión convertida en trámite formal.

A iniciativa del embajador británico continuarían su particular reunión en la residencia de éste, por lo cual caminarían a pie, seguidos de sus escoltas durante las escasas yardas que distan entre ambas residencias. Así, tendrían la oportunidad de meditar sobre la situación en que se veía envuelta la vieja Europa. 

A medio camino, el representante de la OTAN optó por abandonar la comitiva, alegando fuerte jaqueca, aunque el embajador del Reino Unido, bajo el cansino caminar de todos, trató de levantar los ánimos citando una de las frases de William Shakespeare en su obra Macbeth:   

“Toda noche, por larga y sombría que parezca, tiene su amanecer”

La mayoría de los presentes conocían en su fuero internos la Obra del autor, llena de traiciones y ambiciones, por lo que no resultaban difíciles una serie de presagios identificándolos con la ruina o desaparición de una Europa lúgubre bajo cualquier forma.

Una vez acomodados en uno de los varios salones de la Residencia del Reino Unido, con un magnífico “escocés” delante, podría otorgarse cualquier sentido a la reunión hacía apenas una hora sostenida en la Casa Blanca.   

Cada cual, rememoraba en sus pensamientos cómo había comenzado a fraguarse todo, con la inicial invasión seguida además de algún otro país, en algún momento próximo o bajo influencia de Rusia.

A la reunión convocada de urgencia, horas antes por el secretario de Estado U.S.A. a determinados miembros y aliados de la OTAN, se les adelantaba en forma sucinta y sumamente diplomática, que E.E.U.U. retiraría sus efectivos bélicos de sus bases, procediendo a su cierre temporal a lo largo del territorio europeo, dejando unilateralmente de cumplir lo recogido en el famoso Artículo V del Tratado OTAN sobre asistencia mutua.

Al parecer, había sido firmado un acuerdo secreto entre las Potencias: Rusia, China y E.E.U.U., mezcla de no intervención de éste último como líder de la OTAN en defensa de Europa, junto a lo no injerencia en cualquier acción que pudiera emprender Rusia contra sus veintinueve miembros.

Se habían visto envueltos en dos guerras mundiales en defensa de Europa, y no deseaban una tercera con serios riesgos para su país

La razón argumentada por los estadounidenses fue la de que ya se habían visto envueltos en dos guerras mundiales en defensa de Europa, y no deseaban una tercera con serios riesgos para su país, evocando una aplicación simplista, interesada y retorcida de la antigua doctrina Estrada, de 1930, (Principio de no intervención), consistente en que ninguna nación puede intervenir en asuntos internos de otra. 

Serias dudas albergaban las mentes de los presentes sobre el alcance real de ese acuerdo secreto y el contenido real de su clausulado.

Atrás habían quedado durante los dos o tres años posteriores a la primera invasión, otras consumadas, anexiones y aniquilamientos en cadena, inclusive con la utilización de alguna que otra agresión nuclear selectiva. 

Algunos miembros OTAN habrían padecido hasta entonces siempre bajo un supuesto “error de cálculo”, algún ataque que otro con artillería convencional, siempre sin respuestas por expresas recomendaciones del líder, con ligeras excusas del agresor, pero siempre rebosantes de contenidos admonitorios.

Durante uno de los varios silencios ciertamente trágicos que presidían la reunión, el embajador británico se atrevió a pasar lista de aquellos seis miembros con potencial nuclear acorde con las exigencias de la situación, distinguiendo entre los que disponen de armamento nuclear (2), y otros (4), los cuales sirven como bases en sus territorios nacionales o almacenes de armamento nuclear fabricado en E.E.U.U. a todas luces insuficiente para una defensa de la ahora abandonada Europa.

Poco a poco, iniciado el nuevo día, fueron abandonando sucesivamente el “techo británico”, bajo pensamientos de apocalipsis política que tendrían que someter a sus respectivos gobiernos en un horizonte tan sumamente pesimista como desconocido.

Una vez en el interior del vehículo oficial, nuestro Embajador indicó al chófer, le trasladara a la Embajada, lugar desde donde pretendía ponerse en comunicación con su ministro y con el director de gabinete de presidencia. 

Durante el corto trayecto de regreso, se precipitaron en sus pensamientos de hombre de profunda religiosidad, una auténtica Torre de Babel de ideas sin orden ni concierto, configurando la iconografía de la Trinidad, como un TRÍO DEL MAL, en el vértice central, una mano que podría identificarse como la de un nuevo Dios, y en un plano algo inferior, nuevos protagonistas de la traición, que dominarían el Mundo bajo un nuevo Orden, preguntándose si realmente merecería la pena doblegarse...
 

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