sábado. 27.04.2024

Sin humor, la realidad nos aniquila I

Está demostrado que el humor es sinónimo de inteligencia. Cualquiera sabe que son necesarias habilidades emocionales y cognitivas para que el humor se procese y produzca

No vamos a referirnos a los trastornos del humor en el niño o el adolescente ni a la antigua teoría hipocrática de los cuatro elementos -fuego, aire, agua y tierra-, que mediante los cuatro humores -bilis, sangre, flema y melancolía- conducían a los cuatro temperamentos -colérico, sanguíneo, flemático y melancólico-, teoría que se conservó hasta el final de la Edad Media. Aunque algo tenga que ver con esos humores, lo vamos a hacer sobre el humor, esa forma de mostrar, analizar o explicar la actualidad, la existencia, destacando la situación bufa, placentera o estrambótica de lo que nos pasa a los seres humanos.

Se le atribuye a Friedrich Nietzsche (1844-1900) la frase de que “la potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”. Viniendo de un pensador contemporáneo, de los más prestigiosos desde el siglo XIX, tampoco está nada mal. ¿Lo diría porque el humor te da poder, poder de espantar hasta los propios fantasmas?, ¿porque deja todo el poder a las endorfinas? Así, 'inteligencia' y 'humor' son palabras que pertenecen al mismo campo semántico y al léxico.

La soberana de los fármacos y medicamentos que no tienen comercio ni en farmacia admitida es el humor para nuestro organismo..., y para nuestra alma

Está demostrado que el humor es sinónimo de inteligencia. Cualquiera sabe que son necesarias habilidades emocionales y cognitivas para que el humor se procese y produzca. Pero, hasta la ciencia demostró que inteligencia es sinónimo de humor. La Universidad de Nuevo México comprobó que “las personas que presentaron mayores índices de inteligencia fueron aquellas que tenían sentido del humor”. Es decir, las personalidades capaces de poder resignificar lo negativo en positivo e incluso aquellos que se rieron de sus propios errores o fracasos, fueron los de mayor coeficiente intelectual. Aquellas que saben relativizar cualquier fenómeno en una investigación para llegar a una conclusión la más parecida a la verdad, con un método científico adecuado, y con humildad y endorfinas suficientes tiene mucho camino andado.

Mingote, en los años 60 y70, facilitó la poesía. Para este crítico catalán, los problemas filosóficos marchaban al tiempo que los trabajos habituales. Pero también Antonio Fraguas -Forges-, hasta sus últimos días realizó un ridículo y descarnado sarcasmo nada desfigurante del uso lingüístico de los personajes de sus dibujos.

La Ley de Prensa (1966) de Fraga humillaba y ataba al país todavía más que aquel estado de alarma por la acentuación de las dificultades laborales como de las revueltas de una ciertamente oposición amordazada.

La soberana de los fármacos y medicamentos que no tienen comercio ni en farmacia admitida es el humor para nuestro organismo..., y para nuestra alma. El humor identifica nuestro propio ser y al entorno en que se mueve. De la misma forma que la teoría hipocrática esencialmente expresa que nuestro cuerpo está compuesto de cuatro humores o sustancias básicas y que, desde el siglo V a. C hasta la edad Media, la salud ha dependido de la homeostasis de esos cuatro humores y de sus temperamentos.

Por eso, la ley natural, la consulta del justo conocimiento que manda lo que ha de hacerse o lo que hay que prescindir. Todo ello para no enfermar individual y socialmente. Ignorante en la materia, me pregunto si esta teoría clásica medieval se puede sostener ahora. ¿Hemos cambiado tanto?, ¿tan avanzado pudo ser el prestigioso médico Hipócrates, el padre de la medicina? Ahora, sí damos por cierto de antemano, por ejemplo, después de Iván Pávlov, la íntima relación entre la psicología y la fisiología.

Y cómo afectan, se ayudan, la genuina salud de la sustancia y la peculiar salud de nuestro interior es algo verdadero que nadie argumenta. La estrecha comunicación entre esos dos dominios logra  que se identifiquen ambos como uno solo. El élan vital del filósofo francés Henri Bergson, ese impulso o fuerza vital, consecuencia del vínculo de las categorías inconscientes, básicas y emocionales con el contenido lógico, es el responsable de analizar y ejercer todo el muestrario de las representaciones fisiológicas, funcionales y  anímicas de la persona.

Yo confieso, que el Medico, hijo mio, es un arte de grande señorío, de mui grande caudal; mas si la gente quiere dexar de ser tan inocente, y no comer pepinos ni melones, y otras frutas, que brindan ai gustillo, alcahuetas también del tabardillo, y con queso, tocino, y vino añejo echan sus entretelas al pellejo; qué ha de hacer el Doctor que mas adula? comeráse los guantes, y la mula (...).  

O pandurico. Entremés del muerto fingido, 1792.

Si no comprendemos la vida, resulta difícil ser eficaces en el tránsito hacia el morir. Que no es tarea fácil, no, que somos muy preguntones y no tenemos respuesta alguna. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene la vida si está claro que la muerte nos acecha siempre en cada esquina sí o sí? Esta pregunta se las trae. Es de nota en el último curso de la carrera de Filosofía. Esta tema preocupante es un tabú, de los gordos, en nuestra civilización. Tanto que parecemos farsantes de libro fingiendo algo que no sentimos, que no somos. Aunque algunos se van entrenando para que no les pille fuera de juego. Así, los monjes, cuando cavan, cada día un poco, sus tumbas en propiedad, posteriormente van declamando como una salmodia "Morir tenemos, ya lo sabemos". Y eso es muy inteligente, no deja de ser un reflejo condicionado nada despreciable, es..., por así decirlo, vital.

Seguirá.

Sin humor, la realidad nos aniquila I
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