domingo. 28.04.2024

Del ímpetu alegre a la pesadumbre y amargura

El caso del compositor Schumann es un buen ejemplo que nos muestra en qué consiste esta enajenación pletórica de vicisitudes y avatares

Se aprecia que un promedio del 1,5 y el 2% de los españoles es bipolar. Y una muy pequeña muestra de personas que sobrellevan o han sobrellevado este trastorno se cuentan entre ellas a Gustav Mahler, Winston Churchill, Louis Althusser, Buzz Aldrin o Mike Tyson. Pero el caso del compositor Schumann es un buen ejemplo que nos muestra en qué consiste esta enajenación pletórica de vicisitudes y avatares. El diagrama de Scientific American sobre la secuencia vital de este músico nos muestra bien a las claras sus cúlmenes y auges en su estado anímico, por lo tanto en su producción, hasta llegar a la depresión extrema. Muere en una institución psiquiátrica a los 46 años no sin antes, como digo, pasar de uno a otro estado -de la euforia a la depresión- de una manera grave.

Esos cambios extremos de humor, esa simpatía por irritarse, esas conductas audaces e impulsivas... no dejan de ser una irregularidad del ánimo, del alma

En sus diez primeros años de vida musical, compone una media de dos a tres opus, habiendo tenido ya a los veintitrés años una tentativa de suicidio. A los treinta años sufre un momento de euforia en donde su creación va hasta los 24 opus, volviendo de nuevo, hasta los 47 años a un descenso fulminante de su espíritu creador a una media de 3,5 opus, con una depresión grave y una creación en barbecho, nula, a sus 34 años. Y a los 39, otra nueva estación de euforia -27 opus-, descendiendo sus composiciones paulatinamente a la cifra de 10 opus de media en cuatro años. A los 44 años vuelve a tener un nuevo conato de suicidio, falleciendo de neumonía a los dos años siguientes en una institución psiquiátrica. Nunca recobró su salud mental. La enfermedad lo condenó al ostracismo musical.

Es la indisposición total maníaco-depresiva que otros aumentaron la nómina anterior: el letrista y compositor de música genérica estadounidense Cole Porter; Ernest Hemingway; la escritora Virginia Woolf; el compositor Georg Friedrich Händel; el saxofonista y compositor Charlie Parker; el escritor y poeta Percy Bysshe Shelley; Gauguin... Pero la mayor parte de los bipolares no gozan de la genialidad artística de los mencionados en este trabajo. Y, por otra parte, tampoco puede decirse que todos los científicos, artistas, políticos, deportistas o filósofos sufren esas metamorfosis tan bruscas y peligrosas. Lo cierto es que el bipolar, de cualquier condición, lo pasa francamente mal, al límite.

Esos cambios extremos de humor, esa simpatía por irritarse, esas conductas audaces e impulsivas... no dejan de ser una irregularidad del ánimo, del alma. La euforia y la pasión continua son a menudo consistentes, pero mudables. Por eso a esa conducta se la adjetiva como bipolar, por aguantar bajos y altos límites en el ánimo de la persona que lo sufre. Y así semanas y aun meses.

La dependencia emocional hacia quienes lo rodean es variable. La sienten en su fuero interno, por eso aumentan sus niveles de sufrimiento al ver que se les va de las manos. Sin embargo, las repercusiones maníacas en su ámbito familiar o de amigos son altas; y en cambio, en la hipomanía los estados son más peligrosos para el propio enfermo y para su medio laboral o académico, por las incertidumbres ante esos cambios de personalidad.

Al final, la posible solución pasa por una atención médica y farmacológica idóneas. Relativamente, se pueden asimismo aminorar los síntomas mediante el cuidado interpersonal. El cariño particular y personal es básico, terminante y decisivo en este duro periplo.

Del ímpetu alegre a la pesadumbre y amargura
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